El lenguaje que se mira

25 de Septiembre de 2016

Sin conocernos más que de vista, sin haber hablado jamás, ya hemos vendido a alguien una buena o mala impresión.

“Yo soy como soy, cómo me vean o lo que piensen de mí, no me interesa”. ¿Lo ha dicho o lo ha escuchado? El coach Raúl Gamboa piensa diferente. En sus palabras, es fundamental lo que los demás opinen de nosotros, pues es un reflejo de lo que proyectamos. “El ser humano emite juicios de valor de manera automática con solo ver a otra persona; tenemos esa tendencia, que en Ecuador es muy marcada”, dice Gamboa. Y cambiar eso no es cuestión solo de quien juzga: requerirá trabajo de lado y lado.

“Lo que transmitas verbalmente tiene que estar respaldado en el lenguaje corporal”, continúa Gamboa, gerente general de GVC Consultores Asociados. “Por fuerte que sea tu mensaje y tus convicciones, si la corporalidad dice lo contrario, no vas a gozar de credibilidad. Es muy importante ser coherente entre lo que digo y lo que proyecto”.

Con esto concuerda la psicóloga clínica y orientadora Mónica Llanos Encalada. “A muchos nos ha sucedido que proyectamos una imagen diferente a la que quisiéramos; también ha sucedido que alguien ya cercano nos comenta la mala impresión que se llevaron cuando recién nos conocieron”. Para algunos resulta sorpresivo o incómodo descubrir que sus gestos y movimientos son importantes para los demás, porque los contrastan con lo que dicen.

Sí, es bueno saber modular la voz, practicar, escucharse, pulir la dicción, pero Gamboa considera que usted debe complementarlo aprendiendo a administrar sus emociones y no descuidar el lenguaje corporal, en especial si necesita y desea desenvolverse en público con soltura.

“Por eso, constantemente debemos evaluarnos y modificar posturas o expresiones que pueden afectar a otros”, aconseja Llanos. “Y la comunicación verbal sigue siendo un complemento fundamental a la comunicación gestual y corporal”. Es decir, si se entera de que su gesto fue malentendido, aclárelo con palabras, y vigile sus expresiones físicas la próxima vez.

¿No puede evitar sentirse nervioso? “Fake it ‘till you make it”, recomienda Gamboa (refiriéndose a los gestos, no a las emociones o intenciones): “Actúa hasta que te salga natural. Llegar a una postura corporal proactiva, que invita al diálogo, es cuestión de entrenamiento”.

ENTRENANDO LA MENTE

La coach y consejera Susi Hidalgo versará sobre técnicas de entrenamiento mental para la salud integral, este miércoles 28 de septiembre, a las 19:00, en el auditorio del edificio Las Cámaras (av. Francisco de Orellana y Miguel H. Alcívar). Para asistir al conversatorio puede llamar al 099-940-4475.

El peso de la primera impresión

En ocasiones, todo lo que usted tendrá para dar una buena imagen serán segundos. ¿Cuánto tiempo durará una entrevista con un posible empleador o aliado de negocios? ¿Cuánto se detendrán sus amigos, conocidos o potencial pareja a contemplar su foto en redes sociales?

Efectivamente, dice Llanos, no hay tal cosa como una segunda primera impresión. “En los últimos años han tomado mayor realce los estudios fundamentados en la teoría psiconalítica, la cual sostiene que todo lo que decimos, incluidos los olvidos y errores, tiene un significado, y también la proyección que se hace de los sentimientos y pensamientos: nuestro cuerpo habla. A través de él damos a notar cómo somos, cómo nos sentimos o lo que en realidad quisiéramos comunicar en forma verbal, pero no nos atrevemos”.

¿Funciona esto para hombres y mujeres por igual? No debería preocuparse mucho por eso. “El lenguaje corporal y gestual van más de la mano con la personalidad y con la cultura que con el género”, explica Llanos. Los guayaquileños en general, por ejemplo, suelen mostrarse altamente expresivos. “El lenguaje corporal es espontáneo, no diplomático ni postural, lo cual en un momento dado puede ser mal interpretado. La percepción entre los habitantes de las diferentes regiones es el mejor ejemplo para entender estas influencias”.

“El ser humano hace lo mejor que puede con la información que tiene. Si quiero conseguir éxito, tengo que saber proyectar mi información.

“La primera impresión no es ningún mito”, reafirma Gamboa. Si no hay conciencia plena de que somos lo que proyectamos, es probable que una postura de rigidez, decaimiento o inseguridad tengan un impacto negativo en quien nos ve por primera vez. “Esto es muy real, especialmente en el ámbito profesional”.

Corrija su postura

Gamboa contrasta tres tipos de posturas frecuentes. Primero menciona la que él llama derrotista: hombros caídos, dedos apuntando al piso, mirada esquiva.

“Gestualmente, lo que estamos diciendo es que no tenemos ánimo para hacer nuestro trabajo, que estamos cansados de ese lugar, que ya cumplimos un ciclo, ¡aunque en realidad nos guste lo que hacemos y donde estamos! Es una pena, porque a veces no refleja nuestra realidad”.

La segunda postura es la del exceso de confianza, un grado superlativo de seguridad que se confunde con prepotencia y agresividad: hombros hacia atrás, barbilla elevada, mirada frontal, invasiva, por encima del hombro. “Se ve un poco falso, fingido y causa la impresión contraria a lo que queremos, y comenta que es común en personas que han recibido cierta asesoría sobre lenguaje gestual, pero no han captado la idea completa.

Lo ideal, sostiene, es la postura proactiva: relajada, con contacto visual de un 70% durante el transcurso de la conversación. De la cultura asiática resalta el valor de la venia al saludar. “No tiene que ser marcada, puede ser una inclinación de cabeza muy discreta. Automáticamente, a la otra persona le proyecta la idea de que usted es una persona abierta y dispuesta a ayudar”.

RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS

Para el coach, el ser humano vive tres vidas paralelas, una en el área pública, otra en el entorno familiar y la intrapersonal, “cuando no actuamos para nadie”. En la primera de estas instancias, la corporalidad es un componente importante para el manejo de situaciones difíciles. “El cliente quiere ser escuchado. Hay que mostrar apertura. Que en esos momentos de verdad, en que hay contacto verbal y visual con el otro, podamos mostrar el tono de voz y la gestualidad adecuada, que reflejen la predisposición a ayudarlo”.

Hay que ser muy cuidadoso con esto. Al atender a un cliente, proveedor o usuario desagradado, “no corra ni se acerque muy rápido. Coloque las manos cruzadas atrás, en una postura no agresiva”. Desaconseja abrir y cerrar los puños, alzar los hombros, rotar el cuello y otros movimientos que, aunque sean con la intención de relajarlo a usted, tendrán un significado distinto para la persona que está enfrente.

Evite, sobre todo, una postura que siempre generará rechazo: poner las manos en la cintura. “Indica que estoy a punto de reaccionar negativamente”.

Si es usted quien va a su proveedor de bienes o servicios con una conducta agresiva, va a tener un problema. Si, por el contrario, antes de comenzar a hablar respira, se calma y se enfoca en obtener una solución y no descargar su frustración en el representante de la empresa, logrará algo muy importante: “Que no haya desgaste físico (que se recupera con descanso), pero tampoco desgaste emocional, que al volverse constante nos deja más indefensos y expuestos”.

Un buen ‘rapport’

Este fenómeno (de la palabra francesa rapporter, dar algo a cambio) consiste en sintonizarse con otro ser humano, y para lograrlo también existen claves que tienen que ver con igualar la conducta corporal. “Si estoy frente a alguien y comienzo a espejarme”, detalla Gamboa, “voy a tener mayores probabilidades de conectarme con esa persona”.

¿Qué es espejarse? El coach lo define como realizar movimientos que reflejen los del otro. “Mientras conversamos, puedo imitar la postura de mi interlocutor. Cuando se lo hace de forma estratégica, genera confianza”. Requiere práctica, pues hacerlo mal puede dar la impresión de mímica y burla, y provocar efectos no deseados.

Identifique el estilo de la persona a la que quiere impresionar para bien. Gamboa identifica cuatro y empieza por aquellos en quienes domina lo emocional. Hablan y caminan rápido, no pueden estar quietos por mucho tiempo. Hay que adaptarse a sus maneras de comunicarse.

Otros, en cambio, tienen una postura siempre formal, dominan sus emociones y no las demuestran. Con ellos no sirve usar la emocionalidad, porque solo crearía interferencia.

Si la persona es de estilo analítico, mostrará actitud y postura reflexiva y atenta; finalmente, el ‘apoyador’ es una persona tranquila y relajada, dispuesta a llevarse bien con todos.

Crear rapport o espejarse con cada una de estas personalidades, enfatiza Gamboa, es “utilizar el canal en el que sé que me van a entender”, y para estos fines, el “yo soy como soy”, la inflexibilidad, no tienen mucha eficacia.

Pero incluso es importante, concluye el coach, lo que vemos cuando estamos a solas frente al espejo. “Dependiendo de eso componemos nuestra autoestima. Si no estamos contentos con quienes somos, se reflejará en cómo actuamos”. (D.V.) (F)

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