Desesperados por gustar

21 de Septiembre de 2013
Liliana Anchundia

Buscar la aprobación de los demás podría salirse de control.

En el contacto interpersonal cotidiano se van dando las condiciones que llevan a unos a ser más populares que otros.

Constantemente se busca la aceptación o reconocimiento de terceros; que aquello que decimos, hacemos, pedimos sea escuchado, tenido en cuenta, para de esta manera causar impacto y hasta ganarse la consideración y el afecto de los otros.

La psicóloga María Leonor Tagle señala que todos los adolescentes tienen la necesidad de ser aceptados y a veces lograr notoriedad, y que “la demanda de atención no satisfecha en su círculo familiar hace que los jóvenes busquen la aceptación en sus pares”. Es con el grupo de los pares o iguales con el que se comparten experiencias, preocupaciones, ilusiones, temores, confusión, sueños, dudas... “Otro canal para ello serían las redes sociales: una realidad ficticia”.

Las redes sociales se han vuelto una especie de vitrina para promocionarse o exhibir no solo cuántos ‘contactos’ o ‘seguidores’ se acumulan, sino cuántos ‘me gusta’, ‘comentarios’ o retuiteos se logran como evidencia de tener la aprobación de terceros. La cabeza agachada, la mirada fija en la pantalla y los pulgares tensos sobre las teclas dan cuenta de la obsesión –en chicos y grandes– por estar ‘enterados’ de qué está hablando la gente en las redes y tratar de superar lo que ya se haya publicado.

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Cada uno pugna por ganar notoriedad a su modo, y los jóvenes no la tienen tan fácil si ven que las estrellas del espectáculo y hasta los representantes de la farándula local van saltando de un escándalo a otro con tal de ‘ser noticia’ y provocar que ‘se hable’ de ellos… como si necesitaran captar al ‘consumidor’ orientado al ocio y el entretenimiento.

Tener sintonía

No ser marionetas a merced de las tendencias superfluas requiere de seguridad. Los padres cultivan hijos seguros cuando están en sintonía con su necesidad de impacto, prestándoles la debida atención: si están tristes, les ofrecen consuelo; les dan seguridad afectiva cuando están asustados; se alegran cuando ellos están contentos; y los toman en serio cuando están enojados. Si no se cubren de manera sana las necesidades de atención de los chicos, se corre el riesgo de que intenten demandarlas por “las malas”, con conductas problemáticas, y ahí sí que consiguen impactar a sus mayores. Cuando aquello sucede, hay que tener cuidado de no reforzar estas conductas prestándoles más atención que cuando se comportan de manera apropiada.

La psicóloga educativa Diana Mejía recomienda que los padres se interesen en las reuniones convocadas por la escuela o el colegio, en las charlas de escuelas para padres, para que se retroalimenten de otras experiencias, puedan escucharse entre ellos y vean que los niños y adolescentes están ávidos de atención.

Mejía hace notar que aunque los chicos tienen la necesidad de ser aceptados por sus pares, no necesariamente deben someterse a seguir lo que culturalmente está aceptado, “hemos estado vendiendo la idea de que los jóvenes no piensan, que son indiferentes y que se dejan llevar por la pereza y lo fácil. Con adultos que lleven a la reflexión, se fomentará en los chicos la empatía y el sentido crítico”.

Aunque corremos el riesgo de ‘disgustar’ cuando somos capaces de reflexionar y no actuar en función de los otros para satisfacerlos, a cambio estamos conservando nuestra esencia, las características que nos diferencian de los demás y nos hacen individuales.

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