Crear y restaurar la confianza

03 de Junio de 2018
Dayse Villegas

¿Cómo elegir a las personas con las que sea posible compartir los aspectos más importantes y personalesde nuestras vidas?

Veracidad, compasión y asertividad son los ingredientes de la confiabilidad.

En una serie de estudios psicológicos titulados ¿A quién confiamos nuestros secretos?, los doctores Michael L. Slepian y James N. Kirby, de la Universidad de Columbia (Nueva York, EE.UU.) y la Universidad de Queensland (Brisbane, Australia), respectivamente, investigaron los rasgos que hacían que la gente pudiera confiar en alguien. Y encontraron que la compasión (identificación ante los males de alguien) y la asertividad (firmeza al expresar la propia opinión) eran los factores más significativos. La gente tiende a confiar en quienes, batallando con sus propias emociones y conflictos, mantienen una actitud abierta.

Cuando alguien no tiene a nadie de confianza, denota que lo han decepcionado mucho, que creció muy solo o en un sistema familiar que atesora la creencia de la desconfianza, explica la psicóloga Sonnia Navas Gafter. Es alguien que siempre está alerta.

Aprender a confiar

Elegimos a las personas de confianza acuerdo con los procesos internos que llevamos en ese momento de nuestras vidas y también dependiendo de nuestro entorno y sobre todo, de cómo nos adecuamos a él, como señala el psicólogo Luis Fernando Puig Cornejo.

Estos modos singulares de insertarse en la sociedad se instauran desde la temprana infancia y desde el campo familiar, continúa el especialista. “La confianza pone en juego caracteres únicos de cada sujeto, se trata de un conjunto de afectos que uno deposita en el otro, transformándolo en un referente. En caso de que se produzca una caída del referente (una decepción), la confianza se ve afectada”.

La confianza es una actitud que se va desarrollando en el tiempo. “No se puede confiar en alguien a quien se ha visto dos o tres veces”, subraya Navas. Lo que sí se puede sentir desde un primer momento es empatía, la capacidad de ponerse en el lugar del otro y entender lo que siente, “pero eso es algo diferente”.

El tiempo permite que el ser humano, con sus acciones, genere en otro una sensación de seguridad: es generalmente veraz, no crea expectativas falsas. “Una persona que jure amor eterno a una pareja con la que tiene dos o tres meses, pero regularmente mantiene contacto o flirteo con otros u otras, está generando expectativas falsas”, ejemplifica la psicóloga. “La confianza se crea día a día en la veracidad de las acciones y los compromisos que la persona adquiere y cumple”.

Rehacer y restaurar

¿Es posible restaurar la confianza quebrantada? Esto dependerá, dice Puig, de las condiciones de los eventos, habrá situaciones rescatables y otras que no. “Creer que la confianza se restaura puede sonar utópico”, reconoce, pero no es imposible, pues “las salidas que encontramos a las problemáticas y dramas del día a día son múltiples, y siempre hay lugar a rehacer algo”.

Retomar la confianza sí es posible, asegura Navas, pero necesita un proceso que empieza con que ambas partes acepten lo que pasó, tal cual es, de forma objetiva y clara, sumado a un deseo de restauración. De la persona que generó la ruptura debe venir un profundo arrepentimiento. Y un diálogo muy abierto de lo que cada uno espera, no solo el que sufrió, sino también el otro: por qué actuó como lo hizo. Y cerrar con un compromiso serio y meditado de no repetir la falta.

“Las relaciones de dos producen responsabilidades compartidas”, recuerda la especialista. “Lo peor que se puede hacer es actuar como víctima; si alguno quiere ser una víctima eterna, no habrá ningún cambio”. Reconozca sus debilidades, añade. “Alguna debilidad hizo que yo rompa la confianza que existía entre nosotros, ¿cuál fue?”.

Formar confianza en el niño

La capacidad de confiar está vinculada a la seguridad en uno mismo. Lo natural es inculcarlas a través de la independencia, de celebrar los pequeños logros sin exagerar, ayudando al niño a hacerlo cada vez mejor, para que se sepa hábil y útil. “Proteger es estar junto al niño; sobreproteger es estar encima de él”, aporta Diana Mancero, parvularia y especialista en neuroeducación cognitiva y emocional.

El respeto al niño favorece su confianza hacia los padres. La sobreprotección genera inseguridad. El maltrato físico y verbal destruyen cualquier posibilidad de comunicación verdadera entre padres y niños.

Los padres deben proteger a los hijos hasta donde sea posible. Parte de esto, dice Mancero, es ser observadores, dar tiempo en cantidad y calidad, comunicarse. De 0 a 1 año, el niño depende totalmente de papá y mamá, pero luego será necesario que aprenda a confiar en abuelos, tíos, familiares. “Mientras más personas tenga para comunicarse positivamente, crecerá sintiéndose aceptado y seguro”. Un adolescente que ha crecido así y ha alcanzado a los 16 años la madurez mental de acuerdo con su edad cronológica, está listo para elegir a sus personas de confianza más allá del entorno familiar.

UN CARÁCTER CONFIABLE

Para desarrollar un carácter genuinamente confiable, dice Sonnia Navas, hay que cultivar la cualidad de ser sincero, cumplir las promesas, no generar expectativas falsas, respetar el pacto de confidencialidad que se ha creado con el otro. “Y ser congruente: lo que digo, hago”. Sobre todo, enfatiza, tener compasión y sensibilidad para comprender lo que siente alguien cuando han traicionado su confianza.

También ayuda ser auténtico y asertivo, dice Luis Fernando Puig. “Es preciso rescatar la singularidad en cada uno. Se vuelve necesario entender que no es posible agradar o resultar confiable a todos, pero sí a los suficientes, siempre y cuando sea desde la propia singularidad”.

 

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