Cómo hablar de la muerte con los niños

24 de Agosto de 2014
Liliana Anchundia

No siempre se tiene claro qué decirles a los niños ante la pérdida de un ser querido, pues la muerte es un tema difícil de abordar incluso para los adultos.

Una persona me comentó recientemente que estaba muy preocupada por su pequeño hijo de 4 años, pues él llora cuando su mamá se va al trabajo, cuando lo dejan en la escuela... El niño tiene miedo de perder a su madre, le dice: “No quiero que te vayas, no quiero que me dejes...”. Hace poco tiempo murió su abuelito y unos meses antes falleció su abuelita.

¿Cómo se sugiere hablarles a los niños sobre la muerte de los seres queridos? Ellos preguntan dónde está (mi papá, mamá, abuelito, etcétera).

La psicóloga Sue Helen Martin Basantes, especializada en Rehabilitación Educativa, refiere que la muerte es un tema que despierta sentimientos de temor, tristeza y angustia en la mayoría de las personas. Al comunicarle al niño la noticia de una muerte, es recomendable usar un lenguaje sencillo y adecuado para su edad, evitar indirectas para no provocar confusión. Es necesario reconocer que la forma de comunicación en un niño es diferente a la del adulto y, dependiendo de su edad, se puede expresar la realidad de la muerte en forma de una narración, asociándola con un cuento. El uso de imágenes de la naturaleza, como el recuerdo de una mascota que falleció o el de una flor marchita, puede facilitar la comprensión del hecho luctuoso.

Es muy importante respetar el juego del niño, su discurso y la manifestación de sus sentimientos, a pesar de que al adulto también lo lleve a contactar el dolor que provoca el recuerdo del ser querido que ya no está. Dejar fluir libremente sus expresiones, sus dibujos, sus preguntas. Permitirle hacer esto cuantas veces lo necesite y todo el tiempo que lo desee, así elaborará su duelo.

¿Se debería hablar de la muerte con más naturalidad? Coméntenos

¿Anticiparse o no?

Respecto de si es necesario que se presenten este tipo de experiencias para abordar temas no cotidianos, como la muerte, Martin sostiene que muchos de nosotros evitamos el tema, sobre todo si tenemos que discutirlo con los niños. No obstante, la muerte es un hecho inevitable de la vida. Dice que tenemos que enfrentar el tema y también tienen que hacerlo nuestros hijos. Si queremos ayudarlos, debemos hacerles saber que está bien hablar de ello. Al hablar de la muerte con nuestros hijos, podemos enterarnos de lo que ellos saben y de lo que desconocen, si tienen ideas equivocadas, temores o preocupaciones. Y entonces así podremos ayudarlos brindándoles información, consuelo y comprensión. Es cierto que hablar de ello no resuelve todos los problemas, pero si no se habla estaremos aún más limitados en nuestra capacidad para ayudar.

Lo que decimos a nuestros hijos acerca de la muerte o el momento que escogemos para hacerlo dependerá de sus edades y experiencias. Y dependerá también de nuestras propias experiencias, creencias, sentimientos y circunstancias, puesto que cada situación que encaramos es de alguna manera diferente. Ciertas conversaciones sobre la muerte pueden originarse al escuchar un informe de un noticiario o un programa de televisión y podrían también tener lugar en un entorno emocionalmente inadecuado.

Según la edad

Una vez acaecida la muerte de un ser querido, ¿cómo se debe abordar el tema; hay maneras diferentes de hacerlo de acuerdo con las diferentes edades del niño? Por ejemplo, ¿cuál sería la manera de tranquilizar a un niño de 4 años?

Martin reitera que el tema de la muerte se debe hablar en forma clara y en un lenguaje que el niño pueda entender a su edad y grado de desarrollo. El concepto de muerte varía con la edad y eso es algo que se debe tener en cuenta.

El uso de ejemplos concretos y conocidos puede ser útil. Por ejemplo, el doctor Earl A. Grollman propone en su libro Explaining Death to Children que la muerte se puede explicar mejor en términos de la ausencia de funciones vitales conocidas: explicar que cuando las personas se mueren ya no respiran, no comen, no hablan, no piensan y no sienten, o cuando los perros se mueren dejan de ladrar y correr, o que las flores muertas ya no crecen ni florecen.

Evitar confusiones

El psicólogo clínico y terapeuta familiar Jorge Tello Pérez refiere que muchos niños reciben información sobre la muerte de los noticiarios, de la crónica roja, y asocian la muerte con violencia, criminalidad, enfermedades, o han recibido este tipo de comentarios: “La abuelita está dormida”, “La abuelita no despertó”. Y, dice, es en la primera infancia donde un niño puede desarrollar pesadillas, temores nocturnos o a los hospitales, pues, por una información inadecuada y mal procesada, asocian la muerte con el sueño o la enfermedad. Algunos no quieren dormir por temor a no despertar.

A los niños se les debe hablar de la muerte como un proceso natural de estar vivos, una experiencia por la cual todos vamos a pasar.

Cuando la muerte de un ser querido se produzca, es mejor informar al niño de lo ocurrido en forma serena, explicándole que este ya no estará más con nosotros físicamente, pero que siempre vivirá en nuestros recuerdos.

Martin agrega que los niños se confunden si escuchan a un adulto que se refiere a la muerte empleando insinuaciones como “el descanso eterno” o si se les dice que alguien que murió “se marchó”, pues las breves separaciones les pueden causar inquietud. Se deben evitar palabras como “sueño”, “descanso” o “se marchó” cuando se habla de la muerte con un niño.

Cuatro claves

La psicóloga Patricia Díaz, de la Fundación Mario Losantos del Campo, una asociación sin ánimo de lucro que cuenta con un servicio gratuito de ayuda al duelo infantil y adolescente en Madrid, entrevistada por www.elmundo.es, aconseja tener en cuenta cuatro cosas básicas para comunicar la muerte a los niños.

• La muerte es universal. Deben comprender que todos nos vamos a morir, pero que es excepcional en personas jóvenes. Si uno de los dos progenitores muere, la preocupación del niño será cuándo se va a morir el otro, quién lo llevaría a él a la escuela o el colegio en ese caso. Por eso es importante garantizarles sus rutinas y que se sientan arropados.

• La muerte es irreversible. La metáfora del viaje puede hacer que se queden esperando que el ser querido vuelva, que se pregunten si va a venir a su cumpleaños.

• El cuerpo ha dejado de funcionar. Otras explicaciones habituales, como que el abuelo se ha quedado dormido, pueden hacer que cojan miedo.

• Los sentimientos no se esconden. Ellos pueden manifestar su tristeza en forma de rabia o enfado, por eso es importante hablar con ellos, decirles que les comprendemos, que los adultos también se sienten mal. Si nos escondemos a llorar, pensarán que es algo malo que hay que ocultar y harán lo mismo.

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