Adolescentes: Fiestas sin alcohol

08 de Abril de 2012
Sheyla Mosquera de Calderón

En las celebraciones entre jóvenes las bebidas alcohólicas nunca faltan. Los expertos advierten que los padres deben poner límites a los hijos.

Fiesta sin alcohol no es fiesta. Es la expresión de un grupo de jóvenes de 17 años que llevaba tres noches seguidas tomando cerveza para festejar sus vacaciones de temporada en la vivienda de uno de ellos.

De los diez chicos, solo Sebastián, de 18 años, se mantenía alejado de las bebidas alcohólicas, a pesar de la insistencia de la mayoría.

“Estaban todos happy por el alcohol y no me gustaba verlos así, porque es malo para la salud. A la larga pueden convertirse en adictos”.

Él, dice, recordaba la nota que leyó a principios de marzo en internet acerca de la película de comedia Proyect X, que se estrenó en marzo en los EE.UU. y que es un aviso para los padres. La historia trata de tres jóvenes que hacen una fiesta de cumpleaños número 17 para ganar popularidad entre sus compañeros. Este evento se sale de control por excesos de invitados, alcohol, sexo y droga.

Si bien las fiestas entre adolescentes a las que ha asistido Sebastián no son como las de Project X, en casi todas se repite el mismo patrón: hacer concursos de quién bebe más a pico de botella o con sorbete, con la presencia o no de los padres del anfitrión.

Según el psiquiatra Rodolfo Rodríguez Castelo, algunos progenitores creen que el tomar trago es inevitable y que es preferible tenerlos a la vista, para controlar excesos y abusos especialmente sexuales.

“Este comportamiento no es solo de ahora. Hace ya algunas generaciones la propaganda ha logrado que se identifique diversión con alcohol. En la planificación de un evento el primer rubro es la bebida alcohólica. Nos han hecho creer que si no hay alcohol, no hay festejo y que la importancia de un evento está dada por la cantidad que se invierta en estas”.

Igual piensa la socióloga Elena Betancourt. Ella considera que el consumo de bebidas alcohólicas en los adolescentes se ha convertido en un símbolo de ser mayor, independiente y libre. Es por ello que desde muy temprana edad la consumen hombres y mujeres, de cualquier nivel socioeconómico, porque no está ligado al poder adquisitivo, sino más bien a la soledad en la que se encuentran los jóvenes en la actualidad.

El alcohol es una droga aceptada socialmente y si no existe control de los padres, ya sea porque están separados, trabajan para darles una vida mejor a los hijos o están en el extranjero, los adolescentes crecen con una gran inseguridad de afecto y con un gran vacío de comunicación, convirtiéndose la aceptación del grupo de sus pares en una necesidad.

Sus sentimientos

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Para la psicóloga clínica Glenda Pinto Guevara, los adolescentes que consumen bebidas alcohólicas sufren y se sienten envueltos en una serie de cambios que el crecimiento les genera en lo físico, que a su vez les produce un intenso desajuste psicológico definido por crisis de identidad y por sentimientos de ambivalencia. Se preguntan: ¿Quién soy? y ¿qué soy? Además, sienten la dualidad de desear y temer a la vez cuestiones fundamentales para su vida como la emancipación y la sexualidad.

Ellos beben porque todos lo hacen en el grupo, por el prestigio que le otorga dentro de su entorno social; por independencia, por lo atractivo del riesgo; por romper las normas o carácter reivindicativo. Incluso por antecedentes o bajo presupuesto.

Es importante saber, agrega, que el joven que se siente capaz de negarse a consumir bebidas alcohólicas, a pesar de las críticas de sus iguales (amigos), ha de reforzar su fuerza de voluntad y carácter, denotando una identidad propia y de fuertes convicciones positivas que le brindan una clara seguridad y la confirmación de su autoestima.

Pero si el adolescente que se niega a beber en una fiesta, como lo están haciendo todos sus amigos, no es apoyado o “contenido” por sus padres o personas mayores, es posible que se sienta demasiado débil e inseguro para mantener su decisión de no beber. Pasará a sentirse raro, extraño, antipático, quedado, entre otras, y en general, como una persona que no gusta a sus amigos y por tanto excluido. Situación que puede conducirlo a tomar la decisión de hacerlo, para así poder integrarse y ser aceptado por sus iguales, o de seguir negándose.

Padres a reflexionar

Rodríguez considera conveniente que los padres reflexionen sobre los efectos fisiológicos del alcohol en sus hijos. Esta sustancia se deposita en el tejido cerebral y bloquea su función. En otras palabras: el alcohol es un anestésico y depende de la cantidad y velocidad de la ingestión para que se vean sus efectos: la primera operación que se hizo en Guayaquil hace algunos siglos fue la extirpación de un diente encarnado en un hombre de edad mediana. Le dieron una botella de alcohol y luego le operaron el maxilar sin que él lo sintiera.

El alcohol en pequeñas dosis hace que la persona se olvide de sus penas o problemas y también de sus inhibiciones: el joven en juicio no puede salir a pedir a una chica que baile con él por el temor de que le diga que no, pues se moriría de vergüenza.

Con unos tragos encima, agrega, hasta puede bailar solo, caerse y hacer el ridículo, sin importarle. Pero los amigos al día siguiente se ríen del que se quedó dormido en la calle o en el servicio, sin considerar que estaba anestesiado, o de las barbaridades que hicieron “inconscientes”.

Peor es el caso del que maneja un carro. La velocidad de reacción ante una señal de tránsito disminuye de acuerdo con la dosis de alcohol en el cerebro. Hay muchos casos de jóvenes que, luego de haber ingerido unos tragos, no pudieron parar a tiempo y están presos o muertos.

Hay personas que beben y van perdiendo el control. Llegan a insultar, amenazar o agredir a los demás sin razón, y al día siguiente ni lo recuerdan. También existen los que no pueden parar o dejar la bebida. Estos son los alcohólicos, que beben compulsivamente y que llegan a perder relaciones, familiares y prestigio por su hábito.

Son permisivos

La mayoría de los padres que hoy tienen 40 años o más, refiere Pinto, fueron educados con límites estrictos y estos solían aplicarse de manera violenta. Pero ahora debido al ritmo de vida agitado y al poco tiempo disponible que se tiene para compartir con los hijos se ha llegado a una situación de complacencia con ellos, son incapaces de ponerles límites. Ahí está el problema.

“Este estado de situaciones genera en los padres sentimientos de culpa, impotencia y enormes frustraciones. Una gran cantidad de ellos siente que no puede con sus vástagos. No saben qué hacer para que respeten a los mayores o cumplan con sus obligaciones”.

Además, agrega, es notoria la presencia de una serie de creencias disfuncionales sin una base real, que condiciona y dirige la manera de pensar de los padres de esta generación. Los conduce a confusión porque denota incoherencias entre pensamientos y conductas.

“Es necesario que los progenitores encuentren la medida justa entre autoridad y permisividad, ya que el tipo de relación que desarrollen con los hijos definirá el marco del trato habitual. Hay que favorecer la comunicación, transmitirles límites a la vez que les ofrecen seguridad y responsabilidad”.

Razones suficientes

Según Rodríguez, si los adolescentes quieren hacer una fiesta con el consumo de bebidas alcohólicas, la respuesta de los padres debe ser No, a menos que sepan que hay razones suficientes para celebrar, que esta no solo sea una “bebezona”, sino una reunión agradable, distinguida, con palabras de recuerdo; agasajos amistosos, conmemoraciones de hechos vividos en conjunto, presencia de personas que han vivido momentos comunes y que la amistad los une.

Entonces, solo así, agrega, se justifican las bebidas de moderación como la cerveza o el vino en pequeñas dosis, pero nunca bebidas destiladas y fuertes y peor si por allí alguno de los compañeros, más “rodado”, aporta con drogas, que lastimosamente ahora inundan las reuniones de bebedores (marihuana, cocaína, éxtasis y otras).

Por último, agrega Rodríguez, si los padres quieren compartir con sus hijos, deben estar en alguna de las reuniones preparatorias procurando que no haya excesos y haciéndoles ver que es bueno recordar lo que vivieron con los amigos ausentes, renovar sus propósitos o analizar los éxitos o derrotas, pues los seres humanos somos los únicos animales con memoria histórica.

 

Diferentes ámbitos sociales

La socióloga Elena Betancourt da algunas sugerencias que se pueden aplicar en distintos ámbitos sociales para evitar que los adolescentes consuman bebidas alcohólicas. Trabajar en:

La institución educativa: Los docentes deben explicar los cambios sociales y los nuevos modelos de familia, a fin de entender mejor la inseguridad y expresiones que viven sus alumnos; además, trabajar dándoles los límites que la familia actual no sabe darles. La labor del docente actual es también con la familia.

Medios de comunicación: Es necesario evitar tanta divulgación de violencia y difundir más temas positivos y de demostraciones de solidaridad que existen en todas partes. Debería difundirse más cómo se afectan personalidades de éxito que caen en drogas o alcoholismo.

A nivel social: Les corresponde a los personajes públicos y autoridades de instituciones públicas y privadas tomar conciencia de su rol de modelos para las nuevas generaciones, lo cual es un rol gratuito, ya que nadie se los asignó, pero lo tienen.

 

 

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