Brindis de hoy

Por Mariquita Noboa
10 de Mayo de 2015

De oro o plastilina, con diamantes o de cartulina, cualquier cosa que venga de las manos de un hijo siempre será recibida amorosamente por esa madre que lo da todo a cambio de nada. Claro que por ahí siempre hay quien espera una serenata con Luis Miguel... y está bien; soñar no cuesta nada...

Pero la realidad del día nos presenta escenarios diferentes.

Después de la misa dominical, el encuentro familiar y en la mayoría de las veces, alrededor de la mesa. Antes, un brindis por la reina del hogar.

Ya sabemos que el brindis se hace solamente con champaña o con vino blanco, pero en esta ocasión va la sugerencia de una bebida que por su bajo contenido alcohólico es la que se recomienda como aperitivo para brunch o el almuerzo. Contiene tres partes de jugo de naranja y una de champaña; se la sirve en copa flauta y si quiere engalanarla, puede poner una cereza en cada copa. Se llama mimosa. ¡Salud!

Aunque la primera oración de la mañana haya sido para la mamá que ya está en el cielo, bien vale que junto a los niños hagamos otra oración, antes de la comida, agradeciendo al Altísimo por esa mamá que nos perfiló el camino en esta vida. Se enseña con el ejemplo.

Recordar que todos los niños menores de doce años necesitan supervisión de un adulto. Si la mesa es estilo bufé, recomiende a los niños ceder el paso a los abuelitos. De hecho, la ‘abue’ es la primera en ser atendida.

Un lugar y reconocimiento especial merece su suegra. Recuerde que es la mamá de su pareja.

Los temas de conversación deben tener una tónica positiva. No permita nunca que se digan palabras groseras o que denigren a nadie.

Compartir ideas es saludable siempre que sea de manera constructiva. No hable de política, sexo, dinero ni de enfermedades o catástrofes. No son temas para abordar a la hora de la comida.

Si no terminó de hacerse la manicura, la mesa no es el lugar apropiado para finalizar esta tarea de belleza.

¿Que todavía no tiene ni una rosa para su mamá? Vaya, corra, abrácela, bésela, dígale cuánto la quiere y lo mucho que aprecia todas sus enseñanzas; no hay tiempo que perder. No espere hacerlo frente a la tumba fría, ahí ya nadie lo escucha.

No lo olvide, sus caricias son un agasajo para esa luchadora, guerrera, heroína, sobreviviente, soñadora, pero por sobre todo, ¡madre!

El recuerdo es inevitable: “Puje, señora, puje”. (O)

mtnoboa@hotmail.com

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