“¿Probar está bien o mal?”
¿Qué respondería a esa pregunta? No importa cuál sea la situación socioeconómica, todos los menores están expuestos a las drogas. Hay tres momentos cruciales en que los padres deben poner atención.
¿Cuál es la distancia entre el consumo recreativo y el consumo problemático de drogas? ¿Probar está bien o está mal? Son preguntas que se hacen estudiantes de tres colegios de Guayaquil durante un taller de prevención del consumo de drogas. Los conductores, los médicos argentinos Alfredo Eymann y Nicolás Cacchiarelli, anotan estas y otras inquietudes en la pizarra y explican que ellos no pueden decidir eso por los chicos, pero sí les pueden indicar cómo hacerlo solos: “Se mide por la frecuencia y la intención que la persona pone en el consumo”. Para ilustrarlo, les hablan del proyecto de vida.
“Si mi proyecto de vida es que llegue el fin de semana –o el día siguiente– para consumir, tengo un problema. Si mi proyecto va por otro lado, y consumir algo no interfiere con él, podría ser que aún estemos hablando de consumo recreativo”, dice Cacchiarelli. Eymann les advierte que las adicciones no son algo exclusivo de las drogas. “¿Qué le pasa a mi proyecto de vida cuando soy adicto a ver Netflix?”, pregunta, y los adolescentes ríen. “Once horas diarias con un videojuego no dejan lugar para ningún tipo de proyecto. Es un consumo que me está afectando. Sean sustancias o cualquier otro producto, no debería cruzarse con sus planes para la vida”.
“Es problemático cuando sabes que está mal, pero sigues haciéndolo”, reflexiona una de las asistentes. “Porque ya no puedes parar”, completa la idea Cacchiarelli. Los participantes asienten.
El consumo ya es adicción
Con una serie de dinámicas que motivan a los chicos a separarse de sus grupos originales y a mezclarse con otros, basados en sus gustos personales, los pediatras consiguen y crean un ambiente de confianza y cooperación. Eymann es pediatra y médico de adolescentes y Cacchiarelli es coordinador de salud médica en pediatría, ambos del Hospital Italiano de Buenos Aires. Han desarrollado este proyecto durante los últimos 7 años. Lo promueven dentro del hospital, con los pacientes que reciben, y fuera de él, capacitando a otros profesionales de la salud.
Esta labor es una respuesta a las historias que han encontrado en ese centro, explica la pediatra Dolores Trujillo, quien invitó a los especialistas a realizar este taller en el Congreso Internacional de Medicina y Especialidades del Centro Hospitalario Kennedy (Cimex), que se desarrolló del 5 al 8 de julio. En esta primera instancia se invitó a alumnos de tres colegios privados, con proyección a llegar más adelante a otros centros educativos.
“La idea es que no estén presentes demasiadas personas adultas, solo un par de profesores representantes de cada colegio, para que así los jóvenes puedan abrirse a la conversación, compartiendo sus experiencias (lo que han oído o visto) acerca del consumo de drogas”, detalla Trujillo. Eymann y Cacchiarelli parten de esas revelaciones “para ubicarlos en la siguiente realidad: (en drogas) el consumo ya forma parte de la adicción”. Es importante que entiendan esto “porque toda persona que tiene un historial de consumo cree que lo puede manejar”. Se abarca la parte médica, pero también la emocional, el daño que hace la droga en la estructura cerebral y en el entorno social.
¿Cómo protege de las drogas a sus hijos? Coméntenos
Todos están expuestos
La pediatra considera que los riesgos que corren los estudiantes de establecimientos públicos y privados es idéntica. “La situación es la misma. No hay protección. Fiscales y particulares están expuestos. Incluso se puede decir que en las instituciones privadas, por haber un mayor grado de capacidad económica, se ven cosas más graves”.
Está probado, afirma Trujillo, que hay tres etapas importantes en las que los hijos son especialmente vulnerables. “La primera es cuando el niño sale del entorno familiar hacia la escuela. Si los padres y profesores no trabajan en ese momento en fortalecer el carácter del niño, no lo ayudan a vencer sus miedos, lo dejan emocionalmente inestable”.
La otra es cuando el preadolescente termina la primaria. Generalmente se pttresta mucha atención a la etapa preescolar, a las celebraciones, los días especiales, pero el paso a la secundaria es descuidado. “Allí hay cambio de colegio, de grupos, de sector. Los chicos se exponen a tener contacto con nuevas amistades, entre las cuales puede haber quienes ya estén consumiendo. El chico aumenta su círculo social. Asiste solo a fiestas en casas de amigos. Si no tiene un fortalecimiento desde el hogar, puede ceder a la presión”.
El tercer gran momento de vulnerabilidad es cuando el joven termina la secundaria. “Sale de este ámbito medianamente protegido al ambiente universitario o laboral o puede ser que viaje al exterior. Aquí es donde aparecen las drogas de club”, que son vistas como recreativas y normales. Estos son tres hitos de la vida de los hijos, dice Trujillo, en que los padres deben estar totalmente involucrados. (D. V.) (F)