Por darles mucho… tienen poco

Por Ángela Marulanda
05 de Abril de 2015

Nuestro gran interés como padres en procurar que los hijos sean felices ha dado lugar a que hoy en día los complazcamos mucho más de lo debido. Una de las consecuencias más graves es que, por estar pendientes de mantenerlos contentos, de solucionarles y de darles cuanta cosa quieren, los niños no están pudiendo desarrollar los atributos que necesitan para ser personas felices y triunfar en su vida.

La infancia es un periodo de entrenamiento para la edad adulta y, así como la constante actividad física de los niños sirve para que desarrollen el sistema muscular, las privaciones, el esfuerzo y los límites son fundamentales para que ellos desarrollen el control personal que necesitan para gobernarse y hacer lo que es debido… aunque no sea divertido. Por eso, uno de los deberes de los padres es servir como controles externos de los hijos mientras ellos desarrollan sus propios controles internos, es decir, la fuerza de voluntad para dominarse.

Si para evitar que los niños se hagan daño los tuviéramos constantemente abrazados, posiblemente no se caerían ni se golpearían, pero su sistema muscular se atrofiaría. De igual manera, si los complacemos en todo y les resolvemos cuanta dificultad tengan, ellos no podrán desarrollar virtudes tan fundamentales como la tolerancia a la frustración, la moderación o el autocontrol, es decir, todo lo que se requiere para ser personas con un carácter sólido y una fuerza de voluntad inquebrantable.

Lo grave es que carecer de estas cualidades es tan grave como carecer de fuerza muscular. Así como un minusválido no puede controlar sus extremidades y valerse por sí mismo, una persona sin fuerza de voluntad no puede controlar sus impulsos, apetitos o reacciones y vivirá a merced de los mismos.

No hay duda que por facilitarles la vida a los niños se las estamos complicando y por darles mucho tienen muy poco con qué soñar, por qué luchar y qué valorar. Y también poco dominio de sí mismos que les permita actuar como les dicta su conciencia y no como lo dicen sus apetencias o sus egos. Recordemos que no basta con enseñarles a los hijos los principios que deben regir su vida, es indispensable dotarlos con la fuerza de voluntad para que puedan ponerlos en práctica. (O)

www.angelamarulanda.com

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