A amar se aprende en el hogar

Por Ángela Marulanda
22 de Febrero de 2015

Hoy en día hay muchas cosas que cambiaron para bien, como por ejemplo, la importancia de respetar a los hijos como personas, gracias a que somos conscientes de que está mal golpearlos, insultarlos o humillarlos con el supuesto propósito de “educarlos”. Si bien esto es muy positivo, lo que ahora es lamentable es la forma como muchos niños irrespetan a los demás, incluidos sus padres, y los tratan con una insolencia nunca vista cuando no se les complace. Pero lo peor es que estas conductas se justifican con disculpas como “es un niño con una personalidad muy fuerte”, cuando la verdad es que es un niño malcriado.

Eso que antes se llamaba personas decentes, es decir, respetuosas y amables, parece ser una “especie en vía de extinción” hoy en día. A diferencia de las generaciones anteriores, ahora los niños tranquilamente gritan, dicen groserías, insultan y hacen toda suerte de pataletas y desplantes que antes jamás se atrevían. Pero hoy, tanto la agresividad como la grosería y los berrinches de los hijos no se castiga sino que, por el contrario, se justifican.

Es grave que la mala educación de los niños no se reprenda con la severidad que merece, mientras que la decencia, los buenos modales y el respeto no se les exigen como debería ser. Con sus conductas ofensivas los hijos perjudican a los demás y por eso hay que corregirlos, entre otras, porque así evitamos que se conviertan en “personas no gratas” para muchos.

Si queremos que nuestros hijos sean personas apreciadas por los demás es fundamental exigirles que sean decentes, amables y respetuosos con sus mayores y con el prójimo en general. Ellos solo podrán establecer buenas relaciones y constituir familias armónicas si eso es lo que han visto en su casa. El ejemplo que les demos y las normas de cortesía y decencia que establezcamos en nuestro hogar son, en última instancia, el manual en el que ellos aprenden lo que significa “amaos los unos a los otros”. (O)

www.angelamarulanda.com

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