Humildad y falsa modestia: No hay que confundirse

Por Paulo Coelho
10 de Agosto de 2014

“Un guerrero no dobla su cabeza ante nadie, pero tampoco permite que nadie se humille ante él”.

Una cosa debe quedar bien clara para todos nosotros: no podemos confundir humildad con falsa modestia o con servilismo. Como dice Castañeda, un guerrero no dobla su cabeza ante nadie, pero tampoco permite que nadie se humille ante él. A continuación, relato algunas historias sobre el lado positivo de la humildad.

Por qué se dejó el hombre para el sexto día

Un grupo de sabios se reunió en un castillo en Akbar, para discutir la obra de Dios; querían saber por qué había dejado la creación del hombre para el sexto día.
- Él pensaba organizar bien el Universo, de modo que pudiésemos tener todas las maravillas a nuestra disposición  –dijo uno.
- Él quiso hacer primero algunas pruebas con animales para no cometer los mismos errores con nosotros  –argumentó otro.
Un sabio judío se incorporó a la reunión, y le informaron el tema de la discusión: “en su opinión, ¿por qué Dios dejó para crear al hombre el último día?”
- Muy sencillo –comentó el sabio. -Para que cuando fuésemos tocados por el orgullo, pudiésemos reflexionar: hasta un simple mosquito tuvo prioridad en el trabajo Divino.

La piedra que falta

Uno de los grandes monumentos de la ciudad de Kyoto es un jardín zen, una superficie de arena que contiene quince rocas.
El jardín original tenía dieciséis rocas. Cuenta la leyenda que, tan pronto como el jardinero terminó su obra, llamó al emperador para contemplarla.
- ¡Magnífico! –dijo el Emperador. -Es el más hermoso del Japón. Y esta es la más bella roca del jardín.
Inmediatamente el jardinero sacó del jardín la piedra que el Emperador tanto había apreciado, y la tiró.
- Ahora el jardín está perfecto –dijo al Emperador. -No existe nada que sobresalga, y así puede ser visto en toda su armonía.
“Un jardín, como la vida, tiene que ser visto en su totalidad. Si nos detenemos en la belleza de un detalle, todo el resto parecerá feo”.

El cielo y el infierno

Un samurai violento, con fama de provocar peleas sin motivo, llegó a las puertas del monasterio zen y pidió para hablar con el maestro.
Sin titubear, Ryokan fue a su encuentro.
- Dicen que la inteligencia es más poderosa que la fuerza –comentó el samurai. -¿Conseguiría usted explicarme lo que es el cielo y el infierno?
Ryokan permaneció callado.
- ¿Ha visto? –rugió el samurai. -Yo conseguiría explicar eso con mucha facilidad: para mostrar lo que es el infierno, basta dar una paliza a alguien. Para mostrar lo que es el cielo, basta dejar a una persona huir, después de haberla amenazado mucho.
- No discuto con gente estúpida como tú –comentó el maestro zen.
La sangre del samurai se le subió a la cabeza. Su mente quedó enturbiada de odio.
- Esto es infierno –dijo Ryokan, sonriendo. -Dejarse provocar por tonterías.
El guerrero quedó desconcertado por el valor del monje, y se tranquilizó.
- Esto es el cielo –terminó Ryokan, invitándolo a entrar. -No aceptar provocaciones tontas.

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