El mal quiere al bien

Por Paulo Coelho
19 de Febrero de 2017

Cuenta el poeta persa Rumi que Mo’avia, el primer califa del linaje de Omniad, estaba un día durmiendo en su palacio cuando lo despertó un extraño.

- ¿Quién eres? -preguntó.

- Soy Lucifer -fue la respuesta.

- ¿Y qué buscas aquí?

- Es ya la hora de las oraciones, y tú sigues aquí durmiendo.

Mo’avia se quedó asombrado. ¿Por qué el príncipe de las tinieblas, aquel que desea siempre el alma de los hombres de poca fe, estaba ayudándole a cumplir con un deber religioso?

Lucifer explicó:

-Recuerda que yo fui creado como un ángel de luz. A pesar de todo lo acontecido en mi existencia, no puedo olvidar mi origen. Un hombre puede viajar a Roma o Jerusalén, pero siempre lleva en su corazón los valores de su patria: lo mismo sucede conmigo. Todavía amo al Creador, que me alimentó cuando era joven y me enseñó a hacer el bien. Cuando me rebelé contra Él, no fue porque no lo amase. Antes, al contrario, lo amaba tanto que tuve celos cuando creó a Adán. En aquel momento, quería desafiar al Señor y eso me arruinó. Sin embargo, aún recuerdo las bendiciones que me fueron dadas un día, y tal vez actuando bien pueda retornar al Paraíso.

Mo’avia respondió:

- No puedo creer lo que me dices. Tú has sido el responsable de la ruina de muchísima gente en este mundo.

- Pues puedes creerlo –insistió Lucifer–. Solo Dios puede construir y destruir, porque es Todopoderoso. Fue Él, al crear al hombre, quien colocó en los atributos de la vida el deseo, la venganza, la compasión y el miedo. Por lo tanto, cuando veas el mal a tu alrededor, no me culpes, pues no soy más que el espejo de todo lo que de ruin tiene el mundo.

Mo’avia sabía que algo no iba bien y comenzó a rezar desesperadamente para que Dios lo iluminase. Pasó la noche entera hablando y discutiendo con Lucifer, y a pesar de los brillantes argumentos que este esgrimía, no se dejaba convencer.

Cuando el día ya estaba amaneciendo, Lucifer finalmente cedió:

- Está bien, tienes razón. Cuando te desperté para que no se te pasara la hora de las plegarias, mi intención no era acercarte a la Luz Divina.

“Sabía que si dejabas de cumplir tu obligación, sentirías una profunda tristeza, y durante los próximos días rezarías con redoblada fe, pidiendo perdón por haber descuidado el ritual. A los ojos de Dios, cada uno de estos rezos, hechos con amor y arrepentimiento valdría lo mismo que doscientas oraciones hechas de manera automática y rutinaria. Terminarías más purificado e inspirado, Dios te amaría más, y yo estaría más lejos de tu alma”.

Lucifer desapareció, y acto seguido entró un ángel de luz:

- No olvides nunca la lección de hoy –le dijo a Mo’avia–. A veces el mal se disfraza de emisario del bien, pero su oculta intención es causar más destrucción. Desde aquel día, Mo’avia rezó con arrepentimiento, compasión y fe. Sus plegarias fueron oídas mil veces por Dios. (O)

www.paulocoelhoblog.com

  Deja tu comentario