Rojo, amarillo y verde: Tres colores que no lo dicen todo

19 de Abril de 2015
Alexandra Zurita Andrade, especial para La Revista

El semáforo nutricional es una guía para muchos al comprar alimentos procesados, pero resulta incompleta: hay aspectos vitales que las etiquetas no revelan.

Entre los pasillos de un supermercado o detrás del mostrador en una tienda, hay una amenaza que pocos toman en serio: algunos tipos de alimentos procesados que están repletos de calorías, grasa, azúcar, sal, conservantes, preservantes, colorantes y otros compuestos que hacen que gran parte de lo que ingerimos no solo nos esté engordando, sino también enfermando.

En Ecuador, según estimaciones realizadas en el 2011 por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), la diabetes mellitus tipo 2, la enfermedad hipertensiva y la enfermedad cerebrovascular fueron las principales causas de muerte. Esas enfermedades crónicas no transmisibles están asociadas casi en su totalidad con el sobrepeso y la obesidad, provocados por el consumo elevado de alimentos poco nutritivos, con alta densidad energética y alto contenido de grasa, azúcar y sal, así como por la reducción de la actividad física y el consumo de tabaco.

En nuestro país, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut), en 18 de 24 provincias, más Quito y Guayaquil, los adultos tienen una prevalencia de exceso de peso por encima del 60%. Es decir que en el 70% del territorio nacional, aproximadamente seis de cada 10 personas padecen sobrepeso o son obesas. Y en los menores de edad el panorama es alarmante, ya que en la población escolar (5 a 11 años) el problema llega al 29,9%, especialmente en las provincias de El Oro, Guayas y Galápagos; y los adolescentes (12 a 19 años) no se quedan atrás: el 26% es obeso o tiene sobrepeso.

Conociendo el semáforo

Alrededor de 45 mil productos, entre nacionales y extranjeros, debieron acogerse a la disposición de incluir en su etiquetado el semáforo nutricional, un sistema gráfico con barras de colores colocadas horizontalmente, para valorar las concentraciones de azúcar, grasa y sal en los alimentos con registro sanitario, en el que el rojo corresponde a los componentes de alto contenido, el amarillo a los de contenido medio y el verde a los de contenido bajo.

Esta medida, de la que es responsable la Agencia Nacional de Regulación, Control y Vigilancia Sanitaria (Arcsa, organismo técnico adscrito al Ministerio de Salud Pública), no ha pasado desapercibida entre los consumidores, ¿pero saben cómo actuar frente a esa información? “No. Ese es el problema (...). Y hay que tomar con pinzas lo que dice el semáforo”, advierte la doctora Gabriela Jordán, jefa del área de Nutrición en Solca y miembro del reparto de dietología y nutrición clínica del Hospital de Melegnano (Milán, Italia).

Si bien el semáforo ha generado interés en lo que se consume, “hay que crear conciencia de que la gente necesita azúcar y necesita grasa, que aunque haya sobrepeso se necesita de todo, pero medido. Todo en las cantidades adecuadas”, señala y hace hincapié en que ningún producto es malo, “lo que está mal es el exceso y comerlo en momentos en que uno no debería”.

Más allá de los colores

“La implementación del semáforo nutricional me parece una buena idea como proceso inicial de educación alimentaria... pero debemos ir más allá de esos tres componentes porque hay más ingredientes a los cuales debemos tenerle cuidado”, dice Cristina Bajaña, licenciada en Nutrición, Dietética y Estética, quien brinda asesoría en alimentación en consulta privada.

Ella se refiere a componentes “potencialmente peligrosos para la salud, a los cuales se les han realizado varios estudios para comprobar sus efectos perjudiciales”, como glutamato monosódico, aspartame, jarabe de maíz de alta fructosa, preservantes y colorantes artificiales, transgénicos y más, que no aparecen en el semáforo.

“Las colas de dieta se las toma con bastante libertad por su bajo contenido en azúcar, pero es un gran error porque sus altos niveles de ácido fosfórico se encuentran relacionados con el aumento de la presión arterial, así como el aspartame (endulzante artificial), que se relaciona con efectos nocivos a largo plazo en el sistema neurológico”, explica. El ácido fosfórico también está presente en las gaseosas regulares.

Otros productos frecuentes en la dieta de grandes y pequeños que representan un peligro son los jamones light, las galletas integrales (muchas de ellas con transgénicos que se mencionan con letras pequeñas), los snacks tipo papas fritas o rosquitas (de alto contenido en sodio y grasa, y con glutamato monosódico), los enlatados, los macarrones con queso, los tés y otras bebidas con preservantes y colorantes artificiales que les dan su sabor y textura característicos.

Datos confusos

Que un producto tenga señal roja no quiere decir que necesariamente sea negativo. Por ejemplo, un jugo puro de frutas tiene alto contenido en azúcar por su naturaleza, mientras que uno artificial con edulcorante puede tener simbología amarilla o verde sin que eso signifique que sea más saludable. El semáforo muestra solo una parte de los componentes y no dice si son buenos o malos. Tampoco informa qué tipo de grasa posee un producto, pues un chocolate con 60% de cacao o más (chocolate negro) tiene colesterol positivo, pero en el etiquetado, al marcarlo con el color rojo, esto se registra como alto en grasa.

Por eso es tan importante la lectura de la etiqueta nutricional, revisando las calorías y los ingredientes para aprender a comer bien. Además, saber cuánto es la porción de cualquier producto es fundamental. Así lo indica la dietista Cristina Bajaña, pues considera un “error” no explicar ese valor: “Muchas veces en un paquete de galletas puede haber tres porciones, lo cual es irreal, ya que la mayoría se come el paquete entero. En este caso ‘una porción’ no representa la realidad de lo que el consumidor come, por ende puede que ese alimento sí sea alto en grasa, azúcar y sodio”, aunque en el semáforo diga lo contrario.

Aprender a comer

Ambas profesionales coinciden en que “hace falta mucha educación nutricional”. “Yo creo que estamos en un momento fatal para la nutrición (...). Hay un interés, pero lo que más interesa son las cosas que están equivocadas”, dice Jordán haciendo referencia a las tendencias actuales de dietas y jugos detox, dietas paleolíticas y sin gluten. Ella cree que el Estado va a tener un problema que ahora es imperceptible: “está el semáforo, están las nuevas tendencias de dietas, está internet, pero no hay una guía. Hay mucha gente desinformada y todo esto tendrá graves consecuencias en la salud de la población... En realidad la gente no sabe comer”.

Y en aprender a comer radica la clave para prevenir todo aquello que está enfermando silenciosamente a los ecuatorianos. (I)

 

Peligroso y “no semaforizado”

La experta en dietética Cristina Bajaña, quien posee un diplomado en Nutrición de la primera infancia, explica que el glutamato monosódico es un aditivo alimentario potenciador del sabor de las comidas que figura bajo el nombre de E-621.

Muchas investigaciones señalan que es adictivo y que tiene la capacidad de cruzar la barrera sanguínea del cerebro, y llega directamente a las células cerebrales causando daños neurológicos, produciendo toxicidad y propiciando la aparición de focos epilépticos. Ocasiona desde dolores de cabeza hasta comportamiento violento e hiperactivo. Según Bajaña, es también causa directa de obesidad, diabetes, autismo y trastorno hiperactivo de déficit de atención.

El glutamato monosódico, agrega la experta, está presente en varias bolsas de snacks, comidas precocinadas, embutidos, comida rápida, y en sopas, salsas y saborizantes en cubos.

* Comunicadora social y autora de esta investigación que fue destacada en la carrera de Comunicación de la Universidad Católica. Contacto: azurita@ideavipecuador.com

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