El abandono y la lealtad

Por Paulo Coelho
18 de Marzo de 2018

Un hombre, su caballo y su perro iban por una carretera. Cuando pasaban cerca de un árbol enorme cayó un rayo y los tres murieron fulminados. Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales (a veces los muertos tardan un cierto tiempo antes de ser conscientes de su nueva condición...).

La carretera era muy larga y colina arriba. El sol era muy intenso, y ellos estaban sudados y sedientos. En una curva del camino vieron un magnífico portal de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro.

El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada y entabló con él, el siguiente diálogo:

– Buenos días.

– Buenos días –respondió el guardián.

– ¿Cómo se llama este lugar tan bonito?

– Esto es el Cielo.

– ¡Qué bien, porque estamos sedientos!

– Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera. Y el guardián señaló la fuente.

– Pero mi caballo y mi perro también tienen sed...

– Lo siento mucho –Dijo el guardián, pero aquí no se permite la entrada a los animales.

El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber solo. Dio las gracias al guardián y siguió adelante.

Después de caminar un rato cuesta arriba, ya exhaustos los tres, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puerta vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles. A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero. Posiblemente dormía.

– Buenos días –dijo el caminante. El hombre respondió con un gesto de la cabeza.

– Tenemos mucha sed, mi caballo, mi perro y yo.

– Hay una fuente entre aquellas rocas –dijo el hombre.

– Podéis beber toda el agua como queráis. El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed. El caminante volvió atrás para dar las gracias al hombre.

– Podéis volver siempre que queráis –Le respondió este.

– ¿Cómo se llama este lugar? –preguntó el hombre.

– Cielo.

– ¿El Cielo? –¿Sí? –¡Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo!

– Aquello no era el Cielo. Era el Infierno –contestó el guardián. El caminante quedó perplejo.

– ¡Deberíais prohibir que usen vuestro nombre! ¡Esta información falsa provoca confusiones! –advirtió el hombre.

– ¡De ninguna manera! –increpó el hombre. –En realidad, nos hacen un gran favor, porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos.... (O)

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