De Dios: Sus muchos rostros

Por Paulo Coelho
12 de Mayo de 2013

“No voy a estar recordando todo lo que me dicen  solo para probar  que soy culto y superior a los demás. Todo aquello que me aligera, como la música o las palabras de Dios, termina  guardado en un rincón secreto de mi corazón”.

El pozo y su secreto

En una pequeña aldea de Marruecos, un hombre contemplaba el único pozo de la región.

Se acercó un niño:

- ¿Qué hay aquí dentro? –quiso saber.

- Dios.

- ¿Dios está escondido dentro de este pozo?

- Sí

- Quiero verlo –dijo el niño, desconfiado.

El viejo lo levantó y ayudó a apoyarse sobre el borde del pozo. Reflejado en el agua, el niño pudo ver su propio rostro.

- Pero si soy yo –gritó.

- Eso mismo –dijo el hombre, volviendo a colocar delicadamente al niño en el suelo. Ahora ya sabes donde está escondido Dios.

No queda nada

Un novicio estaba en la cocina, lavando las hojas de lechuga para el almuerzo, cuando un viejo monje –conocido por su rigidez excesiva, que obedecía más al deseo de autoridad que a la verdadera búsqueda espiritual– se aproximó.

- ¿Puedes repetirme lo que el superior del convento ha dicho hoy en el sermón?

- No consigo acordarme. Solo sé que me gustó mucho.

El monje se quedó estupefacto.

- ¿Justamente tú, que tanto deseas servir a Dios, eres incapaz de prestar atención a las palabras y consejos de aquellos que conocen mejor el camino? Es por eso que las generaciones actuales están tan corrompidas; ya no respetan las enseñanzas de sus mayores.

- Mira bien lo que estoy haciendo –respondió el novicio. Estoy lavando las hojas de lechuga, pero el agua que las deja limpias no queda prisionera de ellas, sino que termina siendo eliminada por la cañería del fregadero. Del mismo modo, las palabras que purifican son capaces de lavar mi alma, pero no siempre permanecen en la memoria.

No voy a estar recordando todo lo que me dicen solo para probar que soy culto y superior a los demás. Todo aquello que me aligera, como la música o las palabras de Dios, termina guardado en un rincón secreto de mi corazón. Y allí permanece para siempre, saliendo a la superficie solamente cuando necesito ayuda, alegría o consuelo.

Reflexión

De Antoine Saint Exupéry, autor de El Principito:

“En el fondo, existe apenas un único problema en este mundo: cómo hacer que el hombre vuelva a encontrar el sentido espiritual de la vida, cómo provocarnos a nosotros mismos para que retomemos el camino que nos hace contemplar nuestras propias almas. Para eso es necesario creer que la humanidad puede recibir un baño de la fuerza luminosa que viene de arriba y que los aires sean inundados por algo parecido al canto gregoriano. No podemos continuar viviendo como si el mundo se resumiera en heladeras, políticos, presupuestos y palabras cruzadas”.

www.paulocoelhoblog.com

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