Un arte especial

26 de Enero de 2014
  • En la obra La Cenicienta, los actores, que representan al Príncipe y a Cenicienta, bailan el vals en el castillo.
  • Escena de la muerte de don Quijote, en la obra El hombre de La Mancha.
  • Los actores de la Escuela de Teatro recibieron un diploma de felicitación por su actuación en la obra.
Sheyla Mosquera

La Escuela de Teatro en Salinas ayuda a sus alumnos con capacidades especiales a elevar la autoestima.

Hace trece años sucedió algo muy especial en la ciudadela Milina del balneario de Salinas. Fue la creación del Centro Psicopedagógico de la Fundación Gabriel, para apoyar a jóvenes con capacidades especiales con el propósito de que sean independientes y se desenvuelvan correctamente con las reglas que rigen la sociedad para que posteriormente puedan insertarse en el área laboral.

En esa época, según María del Pilar Zambrano, licenciada en Literatura y Ciencias de la Educación, la fundación bajo su dirección apoyó a 7.899 personas con terapias, niveles de escolaridad y talleres. Pero fue en el 2010 cuando se creó la primera Escuela de Teatro para jóvenes con capacidades diferentes, para darles una profesión.

A partir de este momento, agrega, comenzó la construcción del local, donde actualmente aprenden no solo teatro, sino a moldear su carácter, porque deben trabajar en equipo, lograr coordinar la música, los textos y tiempos reales como espacios de silencio. Incluso logran organizar todas estas condiciones con absoluta nitidez.

“Su primera presentación fue en el Museo los Amantes de Sumpa con las obras La ratita Sinforosa y El rey cascarrabias; después se puso en escena la adaptación musical de El hombre de La Mancha de Cervantes y en el 2013, La Cenicienta”.

De los quince integrantes de la escuela de teatro, de entre 14 y 40 años de edad, ocho tienen síndrome de Down y los demás padecen retardo, parálisis cerebral o deficiencia física. Pero todos tienen algo en común y es que aman formar parte del grupo.

“Yo quería hacer un trabajo muy serio que no diera pauta para las risas y las chácharas del público. Por eso se eligió la adaptación musical española El hombre de La Mancha. Al final de la presentación, el espectador debía quedarse con la convicción de que fue una presentación maravillosa, que los sueños son el motor de las personas y que no hay imposibles”.

Está demostrado, refiere Zambrano, que los jóvenes con capacidades diferentes cuando actúan en teatro pueden lograr ese trabajo limpio y preciso, en el que no hay lugar para los errores, ni para las disculpas. “Ellos logran un trabajo maravilloso y engranados como piezas únicas de un reloj en el que los minutos ni se adelantan ni se atrasan, solo pasan”.

Trabajo en equipo

Los integrantes del teatro, dice la directora, trabajan en equipo, dominan los tiempos, los rostros, la puntualidad y la misma interpretación de cada uno de los personajes. El teatro los ayuda a sentirse felices e incluso aprenden a calificar su propia participación, es decir, saben cuándo lo hacen bien, más o menos o excelente.

Además, la actuación los hace educados, responsables, trabajan en equipo y cuando el público se pone de pie y aplaude sin parar, ellos comentan que se sienten los mejores actores y actrices del mundo. Esto sucede porque se eleva la autoestima.

“El público y los actores con capacidades especiales son uno solo y de eso se trata hacer arte mediante el teatro. Quiere decir que este sueño se ha cumplido”.

Teatroterapia

La teatroterapia que se aplica en la Escuela de Teatro es la suma de autoestima, clases regulares, calentamiento, expresión corporal, vocalización, terapia de lenguaje, ejercicios de respiración y la dosis exacta de técnica y amor.

“Si una de estas disciplinas llegara a faltar, no habría ningún sueño que se pudiera lograr. Hemos tomado el trabajo muy seriamente y de las cuatro obras, la que más se ha destacado es El hombre de La Mancha. Esta ha crecido y madurado como cualquier pieza teatral por la constancia y la repetición de sus integrantes”.

Pero lo más difícil fue hacerles entender que era una obra de teatro y que lo que sucedía en ella era una representación y no la vida real. Por eso, la primera vez que el Quijote moría en el primer ensayo, todos los jóvenes lloraban desconsoladamente, porque este había muerto.

“Fue terrible, tuvimos que explicarle a cada uno de los integrantes que no era de verdad y que el compañero actor que representaba a Quijote estaba vivo, pero que debía representar su muerte”, indica.

“Realmente al profesor José Vergara y a mí nos tomó algunos días trabajar el tema de realidad real o realidad imaginaria. Ahora ya la manejan perfectamente”.

Sin embargo, dice Vergara, para él lo complicado fue lograr que los artistas narraran la obra La Cenicienta, ya que tienen distintos niveles de lenguaje, unos más que otros, o casi nada”.

Pero lo más importante, agrega, es que el teatro los ha ayudado a canalizar sus temores y frustraciones y a luchar por sus metas. “Ellos saben que nada es imposible, que no se pueden rendir y, sobre todo, están al tanto de sus discapacidades, porque saben qué papel pueden o no desempeñar”, comenta.

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