Si tienen todo, no aprecian nada

Por Ángela Marulanda
21 de Febrero de 2016

Los jóvenes de hoy están creciendo con más privilegios, más derechos, más libertad y también con más oportunidades para realizarse que nunca. Sin embargo, hoy muchos de ellos no solo gozan de más ventajas de las que les corresponden sino que también viven más inconformes, a la vez que más descontrolados.

Si bien es cierto que ahora los hijos tienen una serie de privilegios que no tuvimos sus padres en la infancia, también tienen nuevos motivos para vivir más agobiados. La transición de la niñez a la adultez es hoy un periodo más estresante porque, gracias a la cantidad de cosas que tienen, viven luchando ante todo por hacer más y tener más.

Hoy en día las nuevas generaciones deben lidiar con la frustración que sienten como resultado de la imposibilidad de lograr los ideales inalcanzables que promueve la cultura consumista por todos los medios, como es tener una figura escultural, lucir muy atractivos y sobresalir en todos los frentes.

Mientras hasta hace unos años la aspiración de los padres de familia era que sus hijos fueran personas trabajadoras y correctas, hoy la meta de la mayoría es que ellos vivan dichosos, y por eso se les da todo lo que quieran aunque no se lo merezcan. Lo triste es que así lo que estamos logrando no es que estén satisfechos y agradecidos sino que vivan más inconformes que nunca.

Sin embargo, hasta mediados del siglo pasado los hijos eran un aporte a la familia porque muchos trabajaban para contribuir al sustento del hogar, además de que colaboraban con el cuidado de sus abuelos y de sus hermanos menores. Pero actualmente ellos contribuyen muy poco, porque lo que les interesa es divertirse mucho y esforzarse poco, y por eso demandan toda suerte de privilegios e ignoran buena parte de sus deberes.

Está comprobado que los hijos que crecen en hogares en los que los padres son los que mandan y se exige la colaboración de todos, los niños son más serviciales, mejores estudiantes, más responsables y evidentemente más felices que aquellos que tienen de todo menos la disposición a contribuir al bienestar de su prójimo. Y en esta forma no aprenden a servir, a aportar, a colaborar, es decir, a gozar de la dicha de amar. (O)

www.angelamarulanda.com

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