Se necesitan dos...

Por Ángela Marulanda
30 de Marzo de 2014

Hoy, por fortuna, el madresolterismo ya no se ve como una vagabundería ni se desprecia a quienes son mamás o papás solteros y asumen solos la paternidad. Como resultado, los hijos que crecen en estos hogares ya no tienen que sufrir el rechazo con que a menudo se los castigaba por el “pecado” de sus padres. Pero lo que no es tan positivo es que esto se vea como una opción para quienes quieren tener hijos sin casarse simplemente porque se les antoja ser padres.

A pesar de que algunos actores de cine y series de televisión muestran que los hijos de familias constituidas por padres solteros crecen felices y tienen una vida tan afortunada como la de quienes viven en un hogar formado por una pareja de esposos, esta realidad dista mucho de ser el ideal para los niños. Quienes asumen la crianza sin un cónyuge tienen que responsabilizarse solos de todos los deberes parentales, además de arreglárselas solos para proveer las necesidades de su hogar y, por lo mismo, apenas alcanzan a hacer a medias lo que deberían hacer dos.

Lo cierto del caso es que si la naturaleza dispone que haya dos padres es porque no solo dos cabezas piensan mejor que una, sino porque se necesitan dos para darles todo el amor, cuidado, atención y guía que les urge a sus hijos, así como el techo, la comida y la educación que requieren. Asumir solo todas las obligaciones de la paternidad es mucho más difícil que cuando hay cuatro ojos para verlos, cuatro manos para sostenerlos, dos cabezas para guiarlos y dos corazones para amarlos.

La inmensa mayoría de los padres soñamos con proporcionarles a nuestros hijos todas las oportunidades y ventajas que necesitan para ser felices y triunfar en su vida. Por eso no debemos ignorar que lo más importante para ellos es crecer en un hogar constituido por un papá y una mamá que han jurado amarse para siempre y que, por ende, se esfuerzan por vivir felizmente casados para toda la vida.

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