Pubertad prematura

Por Lenín E. Salmon
30 de Agosto de 2015

Estudios recientes señalan que, durante las últimas décadas, la edad del inicio de la pubertad (endurecimiento de los pezones y aparición de vello axilar y púbico) en las niñas ha venido decreciendo en forma consistente. No se ha podido todavía establecer una causa directa, aunque las evidencias apuntan hacia factores ambientales que pueden estar afectando la función de las hormonas sexuales. Pueden ser químicos en los alimentos o contaminación por ciertos tipos de substancias plásticas o la exposición a estrés intrafamiliar, sobrepeso en la infancia o una combinación de estos factores. Lo cierto es que aproximadamente una de cada cinco niñas empieza su pubertad alrededor de los ocho años. Aparentemente es una condición que no sucede con los varones.

Una niña cuyo organismo empieza a desarrollarse en descoordinación con su mentalidad e inteligencia (que siguen siendo infantiles) enfrenta una serie de riesgos de cuya existencia y consecuencias ella no tiene la mínima idea. A corto plazo existe la posibilidad de sentir exagerada curiosidad por sus cambios (aparte de la natural confusión por la aparición de los mismos) y estar expuesta a información equivocada o incomprensible para ella, o vulnerable a predadores sexuales en su vecindad, escuela o en línea.

A mediano plazo se ha establecido una relación consistente entre pubertad temprana y desajustes sociales, emocionales (principalmente depresión), académicos y conductuales (alcohol, droga y sexo) en la adolescencia. A más largo plazo existe la probabilidad de desarrollar obesidad y cáncer de seno.

Parece que hay muy poco que los padres puedan hacer para prevenir el advenimiento de esta pubertad anticipada, pero lo que sí hagan puede ser muy significativo. Controlar la dieta y el peso corporal de una niña, si se lleva a cabo desde muy temprano, se convertirá en una costumbre (sobre todo si la familia lo aplica como regla general). Y, por supuesto, vivir en armonía debe ser el objetivo primario de toda familia. Si la niña ya ha comenzado a desarrollar los signos arriba mencionados, será necesario que la madre la instruya, en un ambiente lleno de confianza y comprensión, sobre las nuevas responsabilidades que ahora tiene con respecto a su cuerpo y su comportamiento. Hay que hacer de esta una invalorable oportunidad para establecer firmemente y desde temprano los nexos vitales entre madre e hija. (O)

salmonlenin@yahoo.com

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