Los padres del desierto: Practicar lo aprendido

Por Paulo Coelho
10 de Mayo de 2015

“Aquellos que dan un paso nuevo, pero quieren mantener un poco de su antigua vida, terminan dilacerados por los propios recuerdos”.

En el comienzo de la era cristiana, un grupo de ermitaños vivía en torno al Monasterio de Esceta, en Egipto. Varias historias atribuidas a estos monjes se recogieron en el libro Verba Seniorum. Aquí están tres:

Practica lo que aprendiste

Un ermitaño se aproximó al abad Teodoro:

–Sé exactamente cuál es el objetivo de la vida. Sé lo que Dios pide al hombre y conozco la mejor manera de servirlo. Y, aun así, soy incapaz de hacer todo lo que debería.

El abad Teodoro permaneció largo tiempo en silencio, y finalmente dijo:

–Tú sabes que existe una ciudad al otro lado del océano. Pero aún no has encontrado el barco, ni colocado tu equipaje a bordo, ni cruzado el mar.

¿Por qué estar imaginando cómo es y cómo debemos caminar por sus calles? Practica lo que aprendiste, aunque sea poco; y el resto del camino se mostrará por sí mismo.

Aprendiendo a elegir

San Antonio vivía en el desierto cuando se aproximó un joven:

Padre, vendí todo lo que tenía y se lo di a los pobres.

Guardé apenas unas pocas cosas para ayudarme a sobrevivir aquí. Me gustaría que me enseñara el camino de la salvación.

San Antonio le pidió al joven que vendiese las pocas cosas que había guardado y con ese dinero comprase carne en la ciudad. Al regreso, debía traer la carne atada a su cuerpo.

El muchacho obedeció. Al regresar fue atacado por perros y halcones que querían un pedazo de carne.

–Ya he vuelto– dijo el joven mostrando el cuerpo arañado, mordido y sus ropas hechas jirones. ¿Por qué me mandó a hacer esto?

Para mostrar que lo que trajiste de tu pasado no sirve para tu presente. Cuando tengas que escoger un nuevo camino, no traigas experiencias viejas. Aquellos que dan un paso nuevo, pero quieren mantener un poco de su antigua vida, terminan dilacerados por los propios recuerdos.

Cambiando de actitud

Un joven que quería seguir el camino espiritual pidió consejo a un abad del monasterio de Esceta.

–Durante un año, paga una moneda a quien te agreda– le dijo el abad.

Durante doce meses, el muchacho estuvo pagando una moneda cada vez que era agredido. Al finalizar el año, volvió a encontrar al abad para saber cuál era el próximo paso.

–Vete hasta la ciudad a comprar comida para mí.

En cuanto el joven salió, el abad se disfrazó de mendigo y, tomando un atajo que conocía, llegó a la puerta de la ciudad. Cuando el muchacho se aproximó comenzó a insultarlo.

–¡Qué suerte tengo! –comentó el muchacho al falso mendigo– ¡durante un año entero tuve que pagar a todos los que me agredían y ahora puedo ser agredido gratis, sin gastar nada!

Al oír esto, el abad se sacó el disfraz.

–Aquel que es capaz de no importarle lo que los otros dicen es un hombre que está en el camino hacia la sabiduría. Tú ya no te tomas los insultos en serio y, por lo tanto, estás preparado para el próximo paso. (O)

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