Pero… ¡todos lo hacen!

Por Ángela Marulanda
08 de Diciembre de 2013

“¡Pero… todos lo hacen!” parece ser una razón suficiente para que digamos sí a muchas cosas que debemos decirles ¡no! a los hijos. Y por eso hoy el descontrol de los jóvenes ha llegado a extremos inconcebibles, especialmente en lo que se refiere al sexo.

Si bien es muy positivo que el goce de la sexualidad ya no se considere como algo malo, como lo fue en el pasado, es muy grave que el encuentro íntimo de dos seres que se aman y en el proceso puedan crear un hijo se haya convertido en una diversión que no tiene nada que ver con el amor ni con el matrimonio. Y que los padres fomentemos esto, porque lo único que les decimos a los hijos a este respecto es que usen condones o anticonceptivos.

Muchos adultos sostienen que es irrealista insistirles a los hijos que no tengan relaciones sexuales y, en efecto, es tan irrealista como plantearles que deben ser siempre honestos a pesar de que con seguridad alguna vez van a hacer trampas, robar o decir mentiras. Pero no por eso debemos dejar de plantearles que sean correctos y eviten todo lo que perjudique a otros o a sí mismos. Y tener sexo con quien les provoque es perjudicial para ellos, así como para quien usen o abusen para satisfacer sus apetitos.

La solución de darles anticonceptivos para evitar el embarazo es ineficaz, porque los adolescentes se sienten inmortales y poco los usan debido a que creen que a ellos no les va a pasar nada. Además, los condones y las píldoras no los protegen de las enfermedades de transmisión sexual que pueden llevar a las niñas a la esterilidad, ni tampoco de la promiscuidad en que suelen caer cuando se sienten inmunes al embarazo.

Recordemos que todo lo que tiene el potencial de ser lo más maravilloso y exquisito de la vida, tiene el mismo potencial para ser lo más desastroso y doloroso. Así como las relaciones sexuales son una experiencia extraordinaria, la promiscuidad es una que puede arruinar tanto la capacidad de procrear de los hijos como su vida conyugal.

La solución no es demonizar el sexo para desalentarlo, sino llevar a los hijos a concebirlo como un don tan maravilloso que debe ser parte de un compromiso de amor inquebrantable con quien han jurado unir sus vidas “hasta que la muerte los separe”.

www.angelamarulanda.com

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