Ayude a su ‘yo del futuro’

17 de Enero de 2016

Hay técnicas para abandonar de una vez por todas la procrastinación, el hábito de dejar las cosas para después; tal vez usted necesite llenarse de ambición y probarlas todas.

Es común la experiencia de querer o tener que terminar un proyecto, pero dejarlo para más tarde. La decisión depende de cuánto valoremos cumplir con el proyecto en ese momento, escribe Elliot Berkman, profesor de psicología de la Universidad de Oregón, quien llama a esto el valor subjetivo.

La procrastinación sucede cuando el valor de hacer otra cosa pesa más que aquello en lo que deberíamos ocuparnos ahora. Por ejemplo, cuando hay que preparar el auto para llevarlo a revisión, resulta más atractivo y urgente repasar la colección de películas.

¿Por qué procrastinar?

Para el neuropsiquiatra y psicoterapeuta Eduardo Santillán Sosa existen cuatro posibles causas:

1. Miedo a fracasar. “Deseamos ser aceptados, recibir gratificación, encomio e incentivos, no ser criticados. Si lo que tengo que hacer no va a ser valorado prefiero no hacerlo o posponerlo”.

2. Miedo a ser desvalorizados. “Asumimos que somos exclusivamente lo que hacemos. Por lo tanto, podemos desarrollar pánico a iniciar lo que se nos encomienda para así evitar que se nos catalogue como malos o deficientes”.

3. Miedo a las expectativas. “Si lo que voy a realizar será de alta calidad, de modo que generará gran expectativa y me ocasionará cada vez más dificultades, postergaré mis tareas o nunca comenzaré a efectuarlas”.

4. Miedo al esfuerzo. “Tener que invertir energía, asumir decisiones, concentrarse, salir de la zona de confort”.

El psicólogo clínico Jorge Tello comenta que la postergación parece algo intrascendente, pero podría indicar un trastorno ligado a la ansiedad, y ser indicador de estrés, baja autoestima, incapacidad de trabajar bajo presión, dificultad para tomar decisiones o entender órdenes, así como de problemas emocionales.

“Hay quien sostiene que la procrastinación es una enfermedad propia de estos tiempos, pero no es así”, asegura Tello, “la costumbre de posponer ya estaba expresada en la sabiduría popular antigua: No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”.

¿Es esta costumbre señal de una vida desordenada? “No necesariamente, pero sí es un indicador de problemas de adaptación al orden”.

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Pensar a largo plazo

Al organizarse, el ser humano no actúa de manera enteramente racional, explica Berkman, pues califica las cosas según lo bien que se sentiría tenerlas en este momento.

Por esa forma de pensar, se prefiere la gratificación inmediata aunque eso signifique perder a largo plazo (multas, largas filas). Trabajar significa dejar la recompensa para después, así que su valor subjetivo en el presente es mínimo.

A esto se suma el hecho de que hay que poner esfuerzo. Investigación psicológica de la Universidad de Georgia muestra el gran costo que representa el esfuerzo mental del autocontrol, el detenerse de hacer lo que se quiere y obligarse a hacer lo que se debe.

La importancia de esta facultad es evidente en el día a día. Los estudios han ligado un pobre autocontrol a situaciones determinantes, como peso corporal, desempeño académico y salud mental.

Los investigadores sugieren que se puede superar el deseo de tener satisfacción inmediata, concentrándose en maximizar el premio que se tendrá si se espera los resultados de una tarea que ahora mismo no resulta placentera. Otra forma efectiva es dividir un proyecto tedioso en partes más manejables y familiares.

Cuando posponer es válido

“El hábito de posponer una actividad es contraproducente y puede llevar al fracaso, puesto que no deja lugar a la eficiencia”, dice la psicóloga clínica Silvia Cordero. “Si posponemos todo con frecuencia es perjudicial porque hay una mala gestión del tiempo”.

Por otro lado, dice Cordero, hay al menos un aspecto positivo: “Dependiendo del contexto y las circunstancias, posponer una decisión nos da tiempo a pensar antes de tomarla. Hay que aprender a postergar lo necesario, como puede ser la decisión de una operación hasta investigar bien el caso”.

Santillán lo considera válido solo en el caso de las personas impulsivas, quienes pueden utilizarlo como un recurso selectivo para evitar incurrir en grandes gastos o para analizar los reales beneficios de iniciar algo.

No es lo mismo procrastinar constantemente y en todo ámbito, que enfrentarse a una actividad que a usted no le motiva. Para tratar con lo primero desde lo personal, Silvia Cordero propone:

• Cuestiónese y reflexione: ¿Cuál es su proyecto de vida y cómo va a lograrlo?

• Identifique su hábito de procrastinar y mida las consecuencias.

• Establezca un listado de prioridades basado en cumplimiento de metas y tiempos.

• Haga un seguimiento y evaluación de cumplimiento de metas.

Trabajo e identidad

Si la procrastinación resulta de la manera en que valoramos las cosas, completar una tarea pasa a ser producto de la motivación, más que de la habilidad. Berkman resume: usted puede ser realmente bueno en algo, pero eso no importará si no posee la motivación o el sentido de importancia para aplicarse a esas labores.

El método con el que Berkman y sus estudiantes han experimentado para mantener vivas esas inquietudes es identificarse con el proyecto, por difícil que este sea, conectarlo al concepto que se tiene de sí mismo, llenarlo de valor subjetivo.

Ese trabajo por completar lleva su firma, su prestigio está en ello. Si para usted es importante tener una identidad fuerte y buena autoimagen, enganche a ellos sus metas (y las tareas necesarias para alcanzarlas).

El escritor Robert Hanks, en un ensayo reciente para el London Review of Books describió la procrastinación (que admitió como uno de sus más fuertes rasgos) como el fracaso de la ambición: “no identificarse lo suficiente con el yo del futuro”, aquel a quien más le beneficia la recompensa posterior. El esfuerzo de ahora hará que tarde o temprano esté muy agradecido con quien entonces será su yo del
pasado. (F)

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