La ira y usted

Por Lenín E. Salmon
28 de Octubre de 2012

Se la conoce por varios nombres: coraje, furia, cólera, rabia, indignación, todos ellos denotando un súbito sentimiento de hostilidad incontenible, que usualmente desemboca en una acción física o psicológicamente violenta hacia los demás o hacia nosotros mismos, con resultados negativos impredecibles. Es una reacción emocional a la sensación de frustración, y todos somos capaces de exhibirla en proporción inversa a nuestro nivel de madurez. Y no es que sea saludable reprimirla; la energía que acompaña a la ira es producida por una serie de secreciones (hormonas, neurotransmisores) que son su combustible; si no se consumen, eventualmente causarán daño físico (como hipertensión, úlceras, insomnio, etc.) y mental (estrés, explosiones agresivas, crisis emocionales, etc.), o peor aún, puede hacernos reaccionar ciegamente ante personas inocentes por el solo hecho de estar allí. La situación se complica por el clima de inseguridad en que vivimos y que nos obliga a estar perennemente a la defensiva, en un medio en el que nuestro bienestar es diariamente desafiado y amenazado en prácticamente cualquier lugar o circunstancia en que nos encontremos. Esto hace también que muchas veces reaccionemos en forma impulsiva y exagerada, a menudo injustificadamente.

¿Cómo podríamos manejarnos ante un evento repentino que agreda nuestra tranquilidad? Nuestra primera línea de defensa debería ser la prevención (anticiparnos a una situación frustrante y evitarla, como salir más temprano para evitar el tráfico; o no ir a esa reunión familiar que siempre termina en peleas). Otra podría ser elevar nuestro nivel de tolerancia a situaciones frustrantes (contar hasta diez, respirar profundamente varias veces, interponer un pensamiento positivo, todo lo que desarticule la reacción impulsiva y le dé espacio al razonamiento), o dar por descontado que un evento frustrante va a ocurrir en tal situación, y quitarle el elemento sorpresa que haría disparar nuestra reacción. Si la situación exige una acción, escoger la que nuestra inteligencia y sentido común nos aconseje para, protegiendo nuestro amor propio (que es lo que más se afecta en estas circunstancias), encontrar una salida que le quite el detonante al problema. Siempre debemos pensar que del otro lado puede haber una persona aún más agresiva que nosotros, que no titubeará en hacernos daño.

lsalmon@gye.satnet.net

  Deja tu comentario