El niño y el abuso sexual

Por Lenín E. Salmon
02 de Diciembre de 2017

La tragedia del niño abusado sexualmente no termina cuando se descubre el crimen y a su/s autor/es (si esto ocurre, que es en la minoría de los casos). Tampoco terminará con la intervención (si sucede) de los profesionales en salud mental que intentarán devolverle algo de normalidad a su vida. Para muchos, las secuelas del maltrato pueden perdurar a lo largo de la adolescencia y la adultez, e influenciar sus actitudes, sentimientos y comportamientos en su vida personal, social y afectiva.

El daño fundamental, aparte de la destrucción de su inocencia, es, durante la adolescencia, la pérdida de la confianza en los adultos, de quienes se supone debería aprender a actuar con más seguridad en sí mismo, recibir consejos sobre cómo enfrentarse a la vida, nutrirse de sus experiencias para actuar con más independencia y fortalecer su autoestima. En esta etapa de formación su personalidad quedaría desestructurada. Este adolescente estará en riesgo de continuar siendo victimizado, precisamente por esta desorientación debida a la falta de una guía apropiada. Las mujeres pueden, por ejemplo, empezar una vida sexual a una edad peligrosamente prematura y los hombres pensar, equivocadamente, que debido a dichas experiencias infantiles tal vez su sexualidad quedó irreparablemente truncada o torcida, y actuar en dirección opuesta a su naturaleza. En los casos extremos buscarán amortiguar la ansiedad y la depresión a través del alcohol o las drogas, o hacerle espacio mental a ideas suicidas.

Hay sobrevivientes del abuso sexual que llegan a la edad adulta llenos de inseguridad, frustraciones, agresividad, rebeldía hacia la vida por no haber resuelto estos traumas de la infancia; sin embargo, muchos de ellos no quieren explorar dicha conexión por temor a revivir el sentimiento de vulnerabilidad, indefensión y muchas veces culpabilidad asociados con dichas experiencias, y, por higiene mental, terminan bloqueándola de su conciencia. Por esto no llama la atención que cuando buscan ayuda profesional por problemas en sus relaciones, o en su personalidad, muy rara vez mencionen esta posibilidad, aunque está plenamente establecido que es una de las principales causas de los desarreglos emocionales en la vida adulta. Es un tema que los psicoterapeutas deben, si el perfil del paciente lo sugiere, abordar con mucha delicadeza y tino, para ayudar al adulto a independizarse del niño abusado. (O)

salmonlenin@yahoo.com

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