El divorcio y la salud mental de los hijos

Por Lenín E. Salmon
06 de Noviembre de 2016

Cuando el divorcio es inevitable, la intención primordial de los protagonistas es proteger la integridad emocional de sus hijos durante ese periodo, porque sus vidas estarán duramente influenciadas por los muchos cambios a los que se verán expuestos, como no vivir con uno de los padres, tal vez sufrir cambios de casa, de escuela, de situación económica, ver hostilidad o dolor en sus seres más queridos, etc. Los padres pueden esforzarse mucho para atenuar esta afectación. Existen, sin embargo, factores negativos prácticamente ineludibles que van a conspirar para dificultarles su camino en este trance, y es muy importante tenerlos en cuenta.

Tal vez el principal es la edad; en un niño lo más probable es que se acentúe la dependencia (conductas regresivas, apropiadas para una edad menor, como terror nocturno, mojar la cama, tener rabietas, quejarse de todo, no querer ir a la escuela, etc.) basada en el temor a quedarse sin la seguridad de la presencia de ambos padres. No es raro que presente síntomas de enfermedades de diagnóstico incierto debido a su origen emocional, sobre todo si con esto logra que sus padres se preocupen juntos (creyendo que por esta razón no se separarán). En la adolescencia, en cambio, se acentúa la independencia, la rebeldía. Su mismo desarrollo emocional e intelectual lo empuja hacia una actitud de reclamo por la falla de sus padres, muchas veces de forma agresiva. En estas circunstancias el adolescente se pondrá en riesgo al buscar fuera del hogar respuestas o compensaciones (drogas, alcohol, sexo inapropiado, etc.) y culpará a sus padres por los resultados. Un estudio longitudinal realizado con varios miles de personas desde los siete hasta los 33 años de edad, determinó que aquellas provenientes de un hogar en el que se produjo un divorcio en cualquier momento de dicho periodo, tenían significativamente más probabilidades de sufrir alguna inestabilidad emocional (ansiedad, depresión, obsesiones, intentos suicidas, etc.) que aquellos de hogares estables. En otras palabras, los hijos del divorcio pertenecen a una población en riesgo continuo. Una pareja puede, con derecho, llegar a la conclusión de que sus vidas no deben continuar unidas, y esa decisión puede traer alivio emocional temporal a todos los involucrados. Pero si de antemano sabemos que los hijos probablemente pagarán un precio a corto o largo plazo, el esfuerzo que se realice para protegerlos debe ser mandatorio. (O)

salmonlenin@yahoo.com

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