Llegó la hoja artificial

04 de Mayo de 2014
The New York Times

Un químico estadounidense inventó un dispositivo generador de hidrógeno y oxígeno semejante a la hoja de una planta. Se espera que sus usos sean más aprovechados.

Daniel Nocera es el primero en usar una hoja artificial que genera energía.

En la actualidad, General Electric promueve una colección de videos para sentirse bien. Titulados Concentrarse en avanzar, promete “películas cortas y grandes ideas”. En cada uno de estos minidocumentales se hace la crónica triunfante de una idea innovadora, como la de Daniel Nocera. Este químico de Harvard es el primero en usar una hoja artificial, una invención que genera energía, más o menos, en la forma en la que lo hacen los árboles. La luz llega a un contenedor de agua y saca burbujas de hidrógeno, una fuente de energía.

La cinta de tres minutos sobre su idea, brilla con barras de luz que parecen tener hojas resplandecientes, y la banda sonora marca más “crescendos” por minuto que un recital de chelo en secundaria. Hay muchas tomas en ángulos bajos de un Nocera enorme que nos dice que su artefacto estará algún día en los hogares de las personas, bombeando energía. “Cierren los ojos”, dice el coloso, y “piensen en que su casa es su propia central eléctrica”.

Esta es la cuestión: tal optimismo por la hoja artificial también se podía encontrar hace un año en un artículo en Los Angeles Times, en el que se sostiene que la hoja artificial “podría crear suficiente combustible limpio para proporcionar energía durante un día a una casa, en países en desarrollo”. Y el año anterior a eso, una nota en The New Yorker, en la que Nocera dijo que la hoja artificial “convertiría un hogar en una central eléctrica autosuficiente”. O se puede retroceder un año más a las páginas de The New York Times, en las que Nocera dijo: “Nuestro objetivo es hacer que cada casa sea su propia central eléctrica”.

Una central eléctrica

Si se merodea en las márgenes de la invención contemporánea, se experimentará mucha de esta frustración. Un científico anuncia avances en, por decir algo, la tecnología de baterías o los biocombustibles de algas, y la conversación se intensifica rápidamente hasta llegar a un acelerón utópico a fondo para acceder a un sueño fronterizo que es sumamente atractivo para los estadounidenses: energía de la luz, autonomía, no estar conectados a la red eléctrica.

Sin embargo, siempre parece haber un obstáculo entre la gran idea y la autosuficiencia. A veces, es la idea misma, un bicho tecnológico que parece reparable resulta ser raro e inescrutable. (Hay que considerar a la mochila cohete con su cascada de problemas: combustible, peso, el diseño absurdamente poco aerodinámico del cuerpo humano). Sin embargo, en este caso, la tecnología es sólida, dicen investigadores que incluyen a David Tiede del Laboratorio Nacional Argonne en Chicago.

Hoja artificial que genera energía.

La idea de Nocera se basa en la fotosíntesis. Cuando la luz bombardea a la hoja promedio, esta divide al bióxido de carbono para, por último, hacer carbohidratos, su alimento; el cual, dependiendo de qué nuevo libro de dietas esté de moda, a veces, también lo es para nosotros.

La hoja de Nocera imita este proceso. Se expone a la luz un recipiente con agua. Una tira de silicón cubierta con catalizadores descompone la molécula de agua, de tal forma que emergen burbujas de oxígeno por un lado y, por el otro, hidrógeno que se puede utilizar como combustible. “Lo puedes recoger en un vaso de agua y sostenerlo contra una ventana”, notó. “No se necesita ingeniería pesada”.

¿Será que el problema sea el peligro? Al oír del hidrógeno almacenado, me surgió una pregunta de una sola palabra: ¿Hindenburg? No fue el gas quemándose, dijo Nocera, hundiéndose en esta conocida disputa: “Todo el hidrógeno se había evaporado inmediatamente. Lo que se vio en la abrasión del Hindenburg fue la goma laca”.

De hecho, dice, su idea es muy segura: “Mi sistema se basa en el agua, así es que si hubiera una catástrofe, solo necesitaríamos un trapeador”.

Se han replicado muchas veces la hoja y su tecnología, en el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley, la Universidad de Wisconsin y la Universidad Libre de Berlín, así es que los obstáculos tecnológicos para crear energía barata, confiable, no contaminante, no son el problema. De hecho, el problema no es, para nada, la invención; es cómo usarla. “Si le doy un bote de hidrógeno que obtuvimos de la hoja artificial, no lo puede usar de inmediato”, notó Nocera. Para hacerlo, se necesita una celda de combustible en la que se puede transformar el hidrógeno en electricidad.

Existen esfuerzos para empezar a incorporar tal tecnología energética a la vida cotidiana. Diversas empresas automotrices han desarrollado coches impulsados por hidrógeno, Honda y Mercedes Benz. Sin embargo, apenas es el comienzo de un cambio mucho mayor que se necesita. Es bastante difícil descubrir una forma brillante de generar hidrógeno con eficiencia. Luego, está todo lo que viene después, como hacer que los consumidores se acostumbren a lo que se necesita para que funcione, como las células de combustible, que convierten el hidrógeno en electricidad utilizable.

“Si usted tuviera celdas de combustible en su casa y su coche, entonces, todos tratarían de implementar la hoja artificial en este momento”, explicó Nocera.

En resumen, existe el combustible perfecto. Lo que no existe es todo lo que va entre el combustible y, por decir, su molinillo eléctrico de café. “Y esta es mi visión fundamental. Sucederá alguna vez”, concluyó el especialista.

  Deja tu comentario