Restaurante treintañero: Visita luego de años

Por Epicuro
26 de Mayo de 2013

“El Anderson tiene ya treinta y cinco años de existencia: como tal debe ser tratado con sumo respeto. Ha recibido varias distinciones, siempre fue bien comentado por los medios de comunicación”.

No hace publicidad ni se habla mucho de él. El chef Carlos Andrade oficia ahí desde siempre, mantiene una línea absolutamente clásica, sus recetas no buscan ni el atrevimiento sorpresivo del modernismo ni la modificación de combinaciones tradicionales.

La presentación de los diversos platos no coquetea con la exuberancia barroca, tampoco con formas o colores abstractos: será la porción de corvina con el puré de papas al lado, un chip de banano verde, un poco de ensalada verde, unos camarones frescos y crocantes encima del pescado, salsa curry. Pero aún guardando su apego a una sobria cocina internacional, el Anderson modifica esporádicamente su carta, va renovando su menú.

Hay seriedad en la elaboración, aquella corvina rellena con queso y jamón tiene buen aspecto, excelente sabor. El puré podría mejorarse quizás cambiando la mantequilla, ¿por qué no un puré llano con un apenitas de crema de leche para lograr untuosidad? El lomo nacional pasa la prueba pues resulta tierno, de buen sabor, lo sirven en el exacto grado solicitado.

El personal es muy atento, el servicio respeta el tiempo justo requerido. Si desean una botella de vino, la carta más que suficiente ofrece entre botellas de conocidas marcas la que calce con su presupuesto (entre $ 20 y $ 77 desde Cono Sur hasta Montes Alpha). Nosotros escogimos unas cervezas Corona bien frías.

El Anderson tiene ya treinta y cinco años de existencia: como tal debe ser tratado con sumo respeto. Ha recibido varias distinciones, siempre fue bien comentado por los medios de comunicación. Quienes buscan lo más clásico seguirán visitándolo así como los quiteños siguen acudiendo al Rincón de Francia.

Fiel a su tradición, el Anderson mantiene a un pianista de planta de estilo agradable, pues el volumen del sonido es el adecuado y el repertorio idóneo. Para una pareja que busca tranquilidad o romanticismo este restaurante podría ser adecuado. Los precios son moderados, con absoluta libertad recibirán el mismo trato si piden un sándwich del chef o una langosta enamorada, un coctel, un cappuccino o algún licor sofisticado.

El ambiente es tranquilo, propicio para la tertulia. Las rebanadas de pan baguette frotadas con ajo y mantequilla acompañan la necesaria aunque no exagerada espera. Unas especialidades del Anderson Express existen también aquí, tientan a muchos: son los chop-chop, trocitos de pollo o de carne servidos con arroz y menestra o puré de papas (entre $ 7 y $ 9).

Como postre recomendaría la crêpe Suzette con helado de vainilla, plato muy trillado que no admite mediocridad. El chef presenta una masa muy delgada, una salsa de naranja bien lograda pues no llega a ser empalagosa. Muy buen espresso elaborado con una precoladora italiana.

Una de las ventajas que ofrece Anderson es su salón extensible para reuniones, conferencias, comidas especiales. No interfiere en el ambiente general del comedor porque se encuentra perfectamente aislado por unos prácticos módulos, se adapta con exactitud al número de participantes, Desde luego existen tarifas corporativas adecuadas.

El hecho de ser un negocio familiar con alto sentido de responsabilidad puede explicar por qué tanto el restaurante Anderson como los locales de Anderson Express tienen buena acogida. Son muy pocos los establecimientos que se dan el lujo de desafiar el tiempo.

epicuro44@gmail.com

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