En Cuenca: Banquete navideño
“No pude apreciar las opciones de la carta, pues en esa noche navideña se nos impuso un menú fijo. Excelente fue el comportamiento del maître Freddy Torres de obvios detalles hoteleros”.
Siento gran atracción por Cuenca, la estrechez de sus calles que otorga intimidad, el estilo de sus casas, balcones y patios interiores, tranquilidad que se siente en el ambiente. Respeto sus creencias religiosas expresadas mediante el Pase del Niño. También en su hermosa Catedral; ceremonias compartidas con empatía, evidente fervor. Lo que más me atrae es la calidad de su gente.
Si hablamos de gastronomía, no tuve la oportunidad de visitar los principales restaurantes mas guardo excelentes recuerdos de Tiestos, el mejor restaurante cuencano que conocí hasta la fecha, ingresé a su cocina, observé como concentran la esencia de los ingredientes cocinando en utensilios de barro. Langostinos espectaculares, postres originales.
Los desayunos en el Hotel Oro Verde son muy agradables, ofrecen múltiples opciones. Estamos hablando del mejor hotel de la ciudad por sus inmensas suites, cómodas habitaciones. No es solamente mi opinión, pues este sitio ha sido premiado en múltiples ocasiones tanto a nivel nacional como internacional. La gerencia de Marcelo Ferrari inyectó dinamismo y renovación. Personal atento y presto a servir. Trip Advisor prefiere premiar hostales.
Mi hija se convirtió este año en una decidida azuaya. Me invitó a compartir la cena con su cónyuge en el restaurante Villarosa. Conocí el lugar cuando llevaba la batuta Berta Vintimilla, pero cedió el restaurante a su sobrino Cornelio Vintimilla. Ambiente muy acogedor lleno de luz. No pude apreciar las opciones de la carta, pues en esa noche navideña se nos impuso un menú fijo. Excelente fue el comportamiento del maître
Freddy Torres de obvios detalles hoteleros.
La crema de pimientos morones estuvo sabrosa con sus pequeños crutones, pero se trata de una receta muy sencilla. El pavo cocido al horno fue el que preparamos en casa sin mayor ciencia. El lomo nacional que probé resultó excelente por su ternura. Fue respetado el grado de cocción en un cuarto. La salsa bearnesa tuvo un sabor algo agresivo. Cuando se reduce en un buen vinagre la cebolla finamente desmenuzada con algo de estragón, se añade un par de yemas en baño de María hasta tenerlas cremosas, luego la mantequilla de poquito a poquito hasta lograr una salsa sedosa tan firme como una mayonesa, se puede añadir algo de estragón fresco. Lo que debe primar en el sabor, la textura untuosa y el sabor de la hierba.
La bearnesa del chef Julio Peralta insiste en el vinagre que oculta el estragón, hay que bajar la fuerza del vinagre con más mantequilla. El resultado no estuvo mal, pero debe ser mejorado. El vino fue un 2010 de Angélica Zapata. La parte mojada del corcho habló de un vino relativamente joven que merecía envejecer mucho más. En la nariz toques de fruta muy madura con fondo de tierra, pimienta, vainilla, lágrimas gruesas y lentas, taninos suaves, final muy largo. El menisco violáceo que observé en copa confirmó la juventud del malbec. Vino bastante caro ciertamente, pero la Navidad merecía algo así. El ambiente fue amenizado por un guitarrista de buena técnica, suave expresividad.
Las opciones de postre fueron limitadas. Pedí lo más usual: helados de chocolate y vainilla, no hubo chocolate, me trajeron mora. Me hubiese agradado llegar en otra oportunidad para ver en la carta lo que el chef puede lograr, pues en su página de Facebook muestra platos interesantes. El cheesecake de frutas rojas y el tronco navideño estuvieron buenos sin más, nada espectaculares.
Pienso poder pronto viajar de nuevo, visitar La Esquina y El Mercado. En conclusión: Villarosa es un buen restaurante que puede mejorar mucho. (O)