Las pequeñas tiendas: Hay casi de todo

Por Epicuro
02 de Septiembre de 2012

“Como mi amigo Nelson, muchos tenderos valiosos y valientes siguen ofreciendo sus facilidades de pago, la simpatía de su conversación y el respeto a la tradición guayaquileña”.

Recuerdo la época en que el único supermercado céntrico era El Rosado. Hacía allí mis compras para toda la semana, pero en el intervalo hacían falta de pronto un litro de leche, el pan artesanal de cada día, fruta fresca, huevos, cosas por el estilo. Entonces visitaba la tienda de mi barrio, tenía un contacto personal con el dueño, comentábamos un partido de fútbol, sabía que a una cuadra de mi casa tenía los alimentos de primera necesidad sin tener que usar mi auto. Con melancolía recalco la seguridad con la que podía recorrer las calles al caer la noche.

Los supermercados son prácticos, pero el romanticismo de las tiendas no debe desaparecer.

La señora que colabora conmigo desde hace cuarenta años en los trabajos del hogar cuenta que compra a plazo, paga a fines de mes. En un supermercado no se puede comprar por ínfimas cantidades y el pago con tarjetas de crédito resulta impersonal, aunque cómodo.

No hace tanto tiempo nacieron los minimarkets o micromercados. De súper a mini había espacio para el intermedio. Compro cartones de leche, chocolate en polvo, café o abarrotes cuando no tengo que absolver mi lista semanal.

Para muchas personas de estrecho presupuesto, la tienda ofrece facilidades de pago, atención, cercanía, permite tener pronto lo que se acaba en casa. Lo de la cercanía convence a más del 40% de los clientes. No es mi caso, pues me sucede con frecuencia cruzar el puente con mi auto y comprar leche, café, chocolate, helados, jamón donde Nelson, en la ciudadela Entre Ríos.

¿Quién es Nelson? Pues un hombre simpático oriundo de Ambato con quien tuve varias veces el placer de platicar. Mantiene precios de combate, teniendo todo lo necesario para quienes no desean hacer cola en grandes supermercados si se trata de pequeñas compras. También tiene una papelería. Dentro de muy poco, Nelson Oñate abrirá un mercado mucho más grande (1.000 m²) en la vía a Samborondón y será una suerte para quienes viven lejos de los meganegocios.

Existe en París, cerca de Montmartre, una calle famosa llamada Rue des Martyrs, donde se han agrupado excelentes artesanos del buen comer. Allí se encuentran el mejor pan, la mejor charcutería, carnicería con atención personalizada (pues el dueño conoce los gustos de sus clientes y les ofrece lo que buscan).

El movimiento comercial es intenso. Son negocios tradicionales que ya no se ven mucho en París porque la creación de supermercados los llevó a cerrar. Se encuentran productos frescos de mejor calidad, la atención personalizada de los tenderos, los delicatessen que uno busca. Las tentaciones empiezan frente a los letreros que definen a cada tienda: “Les papilles gourmandes” (Productos del terruño para degustar). Los clientes son parisinos, llegan pocos turistas, sigue siendo un paraíso para los sibaritas, los olores son los que describe Emilio Zola en su novela El vientre de París.

Como mi amigo Nelson, moderno David frente al Goliat del supermercado, muchos tenderos valiosos y valientes siguen ofreciendo sus facilidades de pago, la simpatía de su conversación y el respeto a la tradición guayaquileña. Hay un sabor guayaquileño que jamás se puede encontrar entre las perchas que huelen a otros países.

epicuro44@gmail.com

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