Lambrusco: Vino chispeante

Por Epicuro
21 de Abril de 2013

“Es frizzante, ligeramente efervescente, se desprende en burbujas sin formar espuma, se bebe muy frío como el champán o los vinos de cosecha tardía. En boca llega con una serie de sensaciones simpáticas debido a su frescura...”.

A mi abuela no le gustaba el vino, sino la sangría o los aperitivos aromáticos como Dubonnet, Raphael: todo gusto merece respeto, al diablo los puristas.

Si se trata de champán el extra brut es el más preciado, muchos optan sin embargo por el demi sec de sabor dulzón. Aquel vino italiano llamado Lambrusco tiene particularidades que pueden conquistar o incomodar el paladar según las preferencias de los catadores. Existe en tinto, blanco y rosado. Es frizzante, ligeramente efervescente, se desprende en burbujas sin formar espuma, se bebe muy frío como el champán o los vinos de cosecha tardía. En boca llega con una serie de sensaciones simpáticas debido a su frescura, su sabor dulce con una punta de acidez que le evita ser empalagoso. Según su memoria de sabores les recordará la manzana verde o frutas rojas del bosque como la frambuesa, apreciarán las cosquillas que produce en el paladar el gas carbónico. El mejor Lambrusco es obviamente aquel que se obtiene por fermentación natural, no con gas añadido.

En Ecuador, la marca Medici Emete sale a $ 7,90, mientras que Cavicchioli llega a $ 18. Ambas marcas son buenas y renombradas. Creo que el Lambrusco puede ser el primer paso para llegar a vinos más serios, así como muchas personas llegan a Juan Sebastián Bach o Prokofiev después de escuchar a Johann Strauss. Mirar con desdén un vino tinto de burbujas que no es ni champán ni espumante es muestra de intolerancia. Es mil veces preferible saborear un Lambrusco tinto que tomar una de estas gaseosas de sabores prefabricados. En temporada de playa puede ser el refresco ideal por su baja graduación alcohólica (8%), su carácter alegre y jovial. Tómenlo siempre heladito como la cerveza.

Para ciertos catadores que se consideran muy serios, el Lambrusco equivale a una basurilla, una gaseosa vestida de uvas, más bien puede ser el primer paso del aficionado hacia prestigiosas botellas, pues seguirán con un rosadito dulce, un verdecito fresco, un vino de aguja. Muchos se iniciaron con blancos chispeantes como Lancers para llegar a prestigiosos tintos: cada cual debe buscar su personal placer. No me incomoda ver a mucha gente pedir sangría, pues resulta mucho mejor que las tantas gaseosas del mercado.

En la década del 70 se conseguía donde Joqarias el famoso cold duck (pato frío), mezcla de espumante con tinto. En Italia conocí vinos como el Brachietto, el Rosa Regale de Banfi. El crèmant de Borgoña, otro espumante, puede ser tinto, rosado o blanco, siendo uno de los más conocidos el de la Veuve Ambal (Viuda Ambal). Pienso que existen vinos barrocos (el Lambrusco, el vin fou o vino loco de Israel), vinos románticos (como estos blancos afrutados de Austria, el Moscato d’Asti, el Jurançon de Francia, la Blanquette de Limoux) y los grandes clásicos para paladares exigentes (un Barolo muy añejo, un Penfolds de Australia, un Opus One, un Insignia de Joseph Phelps, un Clos Apalta, un Chadwick entre tantos).

El mejor Lambrusco viene de Modena, la ciudad donde nació y murió Pavarotti. Se bebe con desenvoltura, canta muy bien sobre una pizza de cuatro estaciones (fondo de alcachofa, jamón, setas y chorizos), sus taninos son suaves. En resumidas cuentas, Lambrusco es un vino chispeante, simpático, joven, digestible, no es complicado, es para gente de gustos informales.

epicuro44@gmail.com

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