Increíble manjar: Bogavantes en El Dorado

Por Epicuro
20 de Marzo de 2016

“¿Qué pueden esperar de Red Lobster? Una experiencia fascinante con un producto novedoso”.

El hecho de ver llenarse cada día un restaurante de 48 mesas desafía cualquier crítica. Atrevido fue ofrecer en la av. León Febres-Cordero R. (km 10,5 de la vía La Aurora-Pascuales), bogavantes importados. El cuidado que requieren para llegar vivos de EE.UU. constituye una hazaña. Se los puede observar en el acuario situado a la entrada de Red Lobster, cuyo impecable local se ubica entre los mejores de esta ciudad. Ambientación impecable.

Los antecedentes: el discurso de Johnny Czarninsky, durante la inauguración, reveló engorrosos trámites tanto burocráticos como aduaneros. Alfredo papá formó a su hijo Johnny para que continuara la obra ya realizada. Los pasos dados por Alfredo desde la pastelería El Rosado (1936), luego el restaurante del mismo nombre (el presidente Velasco Ibarra fue un casual cliente), para crear después Importadora El Rosado. Finalmente el primer supermercado con el novedoso sistema de autoservicio, todo fue superado por Johnny. Él se volvió más emprendedor, más audaz que su progenitor, nacieron locales en todo el territorio: Mi Comisariato, Ferrisariato, Mi Juguetería, Río Store, Hiper Market, Ríocentro, entre otros. Johnny es un self made man, un trabajador a tiempo completo.

¿Qué es Red Lobster? Es una experiencia diferente, pues el lobster, a pesar de su apariencia, no pertenece a la familia de la langosta, lleva un color diferente, dos enormes pinzas, es carnívoro mientras la langosta se nutre de plancton y pequeños crustáceos. El bogavante tiene una carne más firme, más sutil en sus enormes manos. Encontré en mi libro de recetas en latín del gastrónomo romano Apicio (un siglo después de Cristo) varias salsas para acompañar la langosta: Verum est per salutem amoremque manducare locustam (comer langosta es bueno para la salud y el amor).

Fuera de los bogavantes enteros, la carta ofrece combinaciones como puede ser una cola de bogavante con camarones grandes y salmón ($ 34), otra cola con sirloin (entrecôte de vaca) por $ 37, otro plato de $ 27, entradas a partir de $ 9,99, pero creo que este sitio es para comer un bogavante, de una libra o menos: con su guarnición no tendrán posiblemente hambre para el postre.

Lujosa es la carta de cocteles y dulces. El snow crab es genial con salsa de mantequilla y jugo de limón (cambiar por favor la marca de mantequilla por una mejor, caten varias).

¿Qué pueden esperar de Red Lobster? Una experiencia fascinante con un producto novedoso. El precio puede parecer elevado, pero, ¿acaso no lo es la carne japonesa marmoleada de Kobe o el New York strip importado de Texas? Se justifican las tarifas por la calidad del producto vivo, más los gastos de importación.

Desde el pan esponjoso con ajo dulce, cervezas heladas en vasos escarchados, todo marcha admirablemente (nos atendió Magno, hombre de formación hotelera, habla fluidamente el italiano por haber vivido algún tiempo en Perugia, es atento, amable, servicial sin nada de servilismo: un ejemplo para todos los camareros). También tienen a una administradora de mucho carisma, hermoso carácter, ancha sonrisa, televisores con un volumen bajísimo.

Si busco “cinco patas al gato” aconsejaría ofrecer servilletas de papel (las minúsculas húmedas no abastecen, sería un gasto mínimo), servir el café expreso con una cucharita muy pequeña, no con la grande del postre, proponer de entrada agua natural o con gas. Son detalles. Éxito absoluto, el lobster es un increíble manjar. (O)

epicuro44@gmail.com

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