Festival de langostas: Opción de gran interés
“El Fortín, sin embargo, al moverse en sabores clásicos, pero con diversas combinaciones sigue siendo uno de los mejores restaurantes de esta ciudad”.
En Francia lo que encontraba en mi juventud eran, al menos en apariencia, langostas de todo tamaño. En realidad son bogavantes ni siquiera parientes pues pertenecen a familias diferentes. En Francia lo llaman homard y la langosta es langouste. El bogavante tiene un carapacho distinto de color azul oscuro, tiene dos pinzas grandes como la pangora, el sabor no es idéntico, cuestión de gusto personal. En octubre de 2015 el precio de la langosta en un mercado de Francia oscila alrededor de $ 50, se considera como un manjar de lujo pues los restaurantes aumentan el precio vigente llegando hasta duplicarlo.
El Fortín, restaurante afamado del hotel Continental, propone un festival de langostas. No es tan sencillo jugar con todo el registro de sabores que permite aquel crustáceo. La más popular es sin lugar a dudas la termidor cuya receta basada en salsa bechamel, crema de leche, yemas y especias resulta bastante fácil de realizar en casa, pero precisamente por eso la sazón ha de ser perfecta, mas cuando se oye la palabra langosta de inmediato se piensa en precios astronómicos: no es el caso en El Fortín donde en sus diversas salsas, los platos muy generosamente servidos oscilan entre $ 15 y $ 24, lo que luce razonable. Tampoco se aumenta en demasía el precio de los vinos. Recomendaría para este festival la gama de Sauvignon blanco con toques de toronja y pasto, servido a 8 grados de temperatura. El personal se muestra atento y cortés. El maître Álex Restrepo con once años de presencia constante y gran estilo parece salir de una telenovela, conoce su oficio, se desenvuelve a la perfección.
En la cocina el chef principal Miguel Cedeño sabe jugar con el abanico de sabores de la más diversas salsas. Probé la parihuela, sopa de pescado y mariscos de untuosa textura supuestamente afrodisíaca por su alto contenido en fósforo. El resultado es impecable, se puede fácilmente disociar el gusto de cada ingrediente. El bisque que se sirve aquí ($ 15) es una sopa cremosa basada en un concentrado de langosta, el sabor bien logrado alaba el paladar.
Cuando el chef propone un salsa de coco y jengibre ($ 22) logra una interesante armonía, lo propio sucede cuando junta el azafrán y diminutas puntas crocantes de espárragos. La langosta Portofino se sirve sobre un risotto de mariscos ($ 20). El generoso cebiche del Pacífico ($ 18) es ideal para iniciar una almuerzo o una cena. Los aficionados a las pastas escogerán espaguetis con langosta en salsa de pomodoro ($ 20).
El típico postre es la crêpe Suzette que flambea delante de su mesa, pero los helados preparados en el hotel son particularmente sabrosos, recomiendo el de chocolate con sus chips crocantes y el de coco muy refrescante.
Con su menú actual basado en langosta, El Fortín ofrece una opción de gran interés pues el tratamiento de los ingredientes es acertado. Pienso que el chef podría incursionar en recetas más atrevidas. Recuerdo haber saboreado hace tiempo langosta en salsa de café, en salsa de chocolate, de mango, de taxo, de guanábana. En Ecuador la diversidad de los ingredientes se convierte en posibles desafíos.
En París probé helado de camembert; en El Gourmet del hotel Oro Verde, el creativo Antonio Pérez propuso un insólito helado de wasabi. El Fortín, sin embargo, al moverse en sabores clásicos, pero con diversas combinaciones sigue siendo uno de los mejores restaurantes de esta ciudad, con precios bastante asequibles. El estacionamiento es algo difícil durante el día, recomiendo ir en taxi. (O)