Panadería Masamadre: El arte del croissant

Por Epicuro
11 de Diciembre de 2016

“En la boca llega primero el dejo de sal, luego el toque de mantequilla, leche, yemas, de ahí el sabor complejo del mismo cachito, sabor pleno, típico, no tan fácil de lograr”.

Ustedes me preguntarán cuál es la ciencia, pues quienes cocinamos por afición sabemos cuán laboriosa y delicada es la elaboración de aquellos cachitos. Luego hay que catarlos, así como se explora un vino. En la panadería Masamadre (c.c. Bocca) encontré unos croissants que nada tienen que envidiar a los que comía en París, en el barrio de Montparnasse.

El primer contacto con la vista entrega una sensación de calidad, un color dorado-caramelo que despierta el apetito. En el tacto son suaves pero se deshacen pronto en migajas de alto sabor.

En la boca llega primero el dejo de sal, luego el toque de mantequilla, leche, yemas, de ahí el sabor complejo del mismo cachito, sabor pleno, típico, no tan fácil de lograr.

No me agradan cierttos croissants , desabridos, están a kilómetros de distancia de estas pequeñas maravillas ofrecidas por Masamadre. Jaime Arturo Buendía Muñoz adoptó el desafío.

Panadería y pastelería: he aquí la anhelada combinación para una tarde de café expreso con delicias vienesas exquisitas. Los vieneses incorporaron a su cultura el arte de tomar café, lo elevaron a una forma de vivir. Basta entrar en una cafetería quedamos envueltos en un agradable ambiente. Nada más mirar los de Viena por la avenida Ringstrasse para hechizarnos con su aroma de pan caliente, café humeante.  

Lo propio sucede en aquella bombonera del c.c. Bocca. En una pizarra inmensa están todas las posibilidades, no hay carta ni menú, la atención es cordial, los precios muy razonables.

Pueden si quieren desayunar aquí, pero no hay hora específica para estar en aquel sitio. Si yo viviera en Samborondón, creo que iría cada mañana a buscar mis croissants calientitos para desayunar como si fuera un rey, desayuno sabroso de precios irrisorios en época de crisis. Compré cuatro croissants de buen tamaño por $ 4,48.

A Epicuro no es tan fácil sorprenderlo, pero confieso que mi experiencia en Masamadre, en pocos minutos, resultó muy grata. Pueden desde luego comprar productos y llevarlos a su casa. Chocolate, tortas, volcanes, brioches, brownies, sánduches, de todo, pero siempre al más alto nivel.

A corta distancia se halla Tuile, otro sitio muy acogedor (c.c. La Torre), donde Valeria Bohrer ofrece espléndidos desayunos. Aprecié mucho su tortita de verde a la benedictina bañada en salsa holandesa, cubierta con la yema líquida: una combinación genial.

Volviendo a Masamadre considero que nos llena de optimismo esta búsqueda de la perfección, así como los chefs más prestigiosos de nuestra ciudad anhelan sorprendernos con sus combinaciones de sabores. Vivimos en un siglo donde todo va rápido, un restaurante puede nacer mañana, llegar a la cúspide y luego bajar y desaparecer.

Los secretos están a la vista: buena administración, los mejores ingredientes, la mano del chef, los adecuados precios. La gente irá siempre donde se lo permita su presupuesto.

Masamadre y Tuile: recuerden estos dos nombres, tómenlos con tiempo, no vayan con apuro. El café expreso con un toque de leche y unos croissants son parte del arte de vivir sin prisa. (O)

epicuro44@gmail.com

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