Al rescate de los sabores: Historia y cocina local

Por Epicuro
01 de Diciembre de 2013

“Jenny no es fundamentalista frente a la invasión de platos foráneos, solo lamenta que una hamburguesa industrial pueda relegar al baúl de los abuelos la humita con tinto recién pasado...”.

No diría jamás que conozco a Jenny Estrada desde que tengo uso de razón pues nunca llegué a sentirme racional, tampoco razonable. Vivo encendiendo ilusiones, cobijando momentos de entusiasmo, asimilo todo lo que me llama la atención: libros, discos, películas, seres, animales, plantas, objetos perfectamente inútiles que me trastornan, devoro todo libro que llega a mis manos, vivo en voz alta con alma hiperactiva.

A veces ojeo, otras veces hojeo, siempre quedo prendido de aquellas páginas, más aún cuando el papel tienta de entrada mi sensibilidad olfativa. El libro de Jenny, Sabores de mi tierra, lleva en su lujosa edición aromas que desafían mi nariz acostumbrada a disociar efluvios de un Merlot, un Sirah, un Cabernet Sauvignon. Un libro que huele rico ya es invitación al disfrute.

Al hojear me topo con una fotografía en la que la autora oficia de anfitriona frente a una cangrejada. En casa de ella, hace unas décadas, intenté dominar el arte del mazo y de la tabla sin jamás convertirme en perito, pues mi innata pereza me lleva a monopolizar las manos gordas.

Jenny es guayaca a tiempo completo. Escribió una impresionante cantidad de libros pasando de la historia a la genealogía, de lo serio a lo anecdótico, de lo heráldico a lo gastronómico con una erudición que revela un inmenso amor a la investigación. En realidad, se trata de rescatar la máxima cantidad de datos acerca de lo que sucedió en nuestra ciudad huancavilca.

Con sus más de treinta libros, unos con cinco ediciones como Del tiempo de la yapa, otros que ella olvida nombrar en su bibliografía como cuando se llamaba María Ignacia. ¿Por qué razón un libro de cocina como Sabores de mi tierra logra ser tan especial? Será porque su autora es a la vez excelente cordon bleu, pero al mismo tiempo historiadora con algo de socióloga, amante observadora de las tradiciones, amor al terruño que se vuelve contagioso.

El nuevo libro con soberbio diseño gráfico de Pedro Gambarotti, impecable selección de fotografías, amor al más esencial de los detalles. Una guía para quienes quieren resucitar el comibebe de badea, el agrio de piña, la chicha de jora.

Jenny no es fundamentalista frente a la invasión de platos foráneos, solo lamenta que una hamburguesa industrial pueda relegar al baúl de los abuelos la humita con tinto recién pasado, la colada morada en vez del milkshake. No se puede pensar en la cocina local sin el achiote, el ajicero costeño, el indispensable refrito, pudiendo la yerbita ser perejil o cilantro.

Me atrevo a decir que este libro es el que todos estuvimos esperando porque incluye las recetas que a diario podemos elaborar, los grandes clásicos, el caldo de patas, de bolas, de manguera, de gallina con yuca, de torrejas, encebollados, cazuelas, arroces con un gran etcétera, todo ordenado por una mujer que presenta sus ideas con rigor y precisión de historiadora.

Este libro podría volver inútil la compra de tantas guías que no poseen tan pedagógica presentación. Si ustedes sueñan con los postres nuestros (cocadas, manjares, natillas, tembleques, yemitas acarameladas y más), este libro es indispensable. Después de todo ¿qué más podría ofrecernos aquella brillante guayaquileña que no fuera el amor que se desborda en cada receta rescatada? Les estoy hablando de un libro hecho para ser saboreado.

De venta en: Librimundi, Cervantes y Tinta Café.

epicuro44@gmail.com

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