No Más: Romper el silencio

04 de Septiembre de 2016

Paola Andrade y Ricardo Vélez, sobrevivientes de abuso sexual infantil, buscan ayudar a otros a recuperar su voz y educar a los niños en la prevención.

Paola Andrade y Ricardo Vélez.

Se trata de una campaña contra el abuso sexual a niños, pero sus directores están buscando primeramente a adultos, a sobrevivientes que den el primer paso: hablar de lo que les ha pasado. “Cuando recuperas tu voz y entiendes que es algo que te pasó y no quien tú eres, puedes superarlo”, dicen Paola Andrade y Ricardo Vélez, activistas de Ecuador Dice No Más.

Para ellos, el momento en que lograron superar sus respectivos conflictos fue hace tres o cuatro años, “cuando dejamos de tratar de que la familia nos haga justicia y separe al abusador”, algo que, ya siendo adultos, seguían esperando.

Cambiar la ley es su siguiente objetivo, mediante una ordenanza que permita que se eduque a los niños de prekínder a quinto grado. Siguen el ejemplo de la norteamericana Erin Merryn, quien ha logrado que en 26 estados de EE. UU. se apruebe la enseñanza de prevención del abuso sexual en las escuelas, a diferenciar entre caricias seguras e inseguras y secretos buenos y secretos malos, y puedan decir no, correr y avisar. Esto debe ir acompañado, amplía Andrade, de un sistema de veeduría que haga presión para apoyar a los niños que no están seguros en casa.

La negligencia es violencia

Andrade y Vélez, casados desde hace más de dos décadas, aseguran que les tomó 33 años poder hablar del abuso con sus padres, y que no recibieron apoyo, pues cuando el abusador es cercano se produce lo que llaman “una pugna de intereses”. Esa negligencia también es violencia, señala Andrade: permitir que ocurra el abuso al no estar o no querer saber, proteger al abusador “por el bien de la familia”.

En estos casos, dice la activista, la familia que le preocupa es la que no tiene el niño abusado o el sobreviviente adulto. “Yo tengo que ser esa familia. El abuso sexual es como la discapacidad (no discrimina). Cuando la madre defiende a sus hijos, es familia. Quien dice: 'Yo no quiero que nadie se entere', no lo es. Tal vez cuando más madres escuchen esto y no sea vergonzoso hablarlo, se pueda prevenir”.

Se pasa de ser víctima a ser sobreviviente al hablar. Cuando se rompe el silencio que impuso el abusador. “En ese instante”, explica Andrade, “se recupera el control. El sobreviviente es alguien a quien esto le pasó, pero no lo define como persona”. En cambio, afirma, quien no ha superado el abuso tampoco podrá impedir que abusen a sus hijos, porque estará paralizado.

Es cierto que al hablar, la familia entra en caos, añade Vélez, pero recalca que el perdón sin justicia no es posible, “porque es a costa del niño al que no le creen o el adulto al que le pasó. Un proceso interno es lo que permite que uno sane. Cambiar la forma de pensar. No más contacto con el abusador”.

Aseguran haber recorrido un largo camino desde la psicología y la religión. ¿Qué funcionó? La meditación y los libros de autoayuda, rememora Andrade, en especial los que se enfocaban “en decidir qué pensar y qué sentir”. Eso compartió con su esposo, hasta que lograron estar bien, sin resentimiento ni cargos de conciencia por alejarse de los familiares, “porque cada vez que tratábamos de acercarnos, querían tomarnos una foto con el abusador”.

¿Quién es el abusador?

Lo más probable, dicen los psicólogos con los que ha tratado Andrade, es que fuera abusado en su niñez. Es bueno con la palabra, seductor, persuasivo con los niños. Puede ser padre, tío, padrastro. El 13% son mujeres. “No se trata de que los hombres son malos o que no se pueden controlar. Es que hay un grupo de humanos que son depredadores sexuales. Lo estimula no el contacto sexual, sino el control. Lograr que el niño se quede callado por años. Los sobrevivientes somos personas a las que nos han quebrado el espíritu”. Parafraseando la película Spotlight, afirma: “Se necesita toda una familia para abusar de un niño”.

 

Una red de contención

El abusador de niños es bueno con la palabra, seductor, persuasivo. Puede ser padre, tío, padrastro. El 13% son mujeres. Al depredador sexual lo estimula no el contacto físico, sino el control. “Lograr que el niño se quede callado por años. Yo pensaba que cuando empezara la campaña aparecerían los sobrevivientes”, comenta Andrade. No ha tenido que esperar tanto. “He ido a pedir auspicios, ayuda, embajadores, y en esas reuniones me he encontrado con historias”.

¿Qué es lo que más necesitan los sobrevivientes? Grupos de apoyo, dice. “Me escriben: Si sabes de algún lugar, me gustaría que mi familia lo sepa”. Les recomienda libros, los guía a un psiquiatra de confianza. “Debería poder decirles: Hay este espacio de autoayuda”.
Andrade ha adaptado un proyecto de grupos anónimos a partir de organizaciones como Aguas Bravas y Aguas desheladas (Alemania). Núcleos de 10 sobrevivientes se reúnen de 7 meses a 2 años para hablar. Tienen reglamento y hay versiones con y sin terapeuta social. El primero iniciará en el c. c. Laguna Plaza, en Los Ceibos. “Las donaciones permitirán abrir un lugar más. Porque cuando esto se haga público, mucha gente va a hablar y la familia le va a dar la espalda”.

La meta: cero casos

Ecuador Dice No más está aliado a la iniciativa internacional No More (nomore.org) que apunta a concienciar al público e involucrarlo en el cese de la violencia doméstica y el abuso sexual. El símbolo es un doble círculo. El externo significa cero casos. El interno representa la unidad necesaria para conseguirlo. El movimiento ha buscado embajadores y desarrollado alianzas con autoridades; empezó la campaña mediática el 1 de septiembre con activación en las calles, spots en televisión (Ecuavisa), un sitio web (http://ecuadordicenomas.com), redes (@ecuadordicenomas en Instagram, Twitter y Facebook) y un documental, entre otras actividades. Concluirá el 19 de noviembre, el Día Mundial para la Prevención del Abuso infantil.

“En el futuro, el niño ya no estará sin voz y podrá decir a su mamá: No me gusta cómo me mira esta persona. Y la mamá, empoderada, va a poder separarlos. No es que los hombres son malos o que no se pueden controlar. Es un 6 a 8% de la población cometiendo el 90% de los crímenes sexuales. A ellos los empodera nuestro silencio. Hoy menos que nunca se puede ser negligente”. (D.V.) (I)

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