En busca de un puro

31 de Enero de 2016
Ron Stodghill | The New York TIMES

El restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba abre las posibilidades de un comercio internacional entre estos países. Pero la realidad no necesariamente coincide con el idealismo.

Mientras caminaba al oscurecer por las animadas calles de La Habana, sentí que me envolvía una sensación de premonición. Unos pasos más adelante estaba un joven embaucador callejero al que acababa de conocer en un puesto de taxis afuera del Hotel Capri.

Jorge estaba vestido de manera decididamente urbana: un enorme jersey de los Padres de San Diego, holgados pantalones cortos de mezclilla y zapatillas deportivas Adidas de punta en forma de concha. Jorge también era simpático, y a través de un inglés chapurreado me había atraído desde el entorno turístico del centro de la ciudad hacia lo que se estaba convirtiendo siniestramente en un barrio desolado y deteriorado de destartaladas casas iguales. El objeto de seducción: una caja de puros, o cigarros enrollados a mano.

Era mi primera noche en La Habana, un viaje provocado por el derretimiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Unos meses antes, a fines de diciembre, el presidente Barack Obama había ordenado el restablecimiento de las relaciones diplomáticas plenas, poniendo en marcha planes para abrir una embajada en La Habana por primera vez en más de medio siglo.

Pronto llegamos a un derruido edificio de ladrillos en el céntrico vecindario de Vedado. “¡Aquí, mi amigo!”, dijo Jorge en su inglés entrecortado. “¡Buen precio aquí para los Montecristo, y Cohiba también!”. Jorge hizo sonar un timbre. Se abrió una ventana dos pisos más arriba, y las llaves cayeron en el piso. Me condujo por una escalera escasamente iluminada hasta la puerta abierta de un departamento, donde fuimos recibidos por un tipo sin camisa y una anciana que me hizo pasar rápidamente a una habitación posterior. Y ahí estaba sobre una mesa de madera, con su tapa majestuosamente abierta: una caja de Montecristo Nº 2 cubanos.

“Gracias”, le dije en español a la mujer, quien me lanzó una sonrisa cansada mientras envolvía mi botín en periódico. Yo sabía que el precio, 80 pesos cubanos convertibles, a la par del dólar, provocaría envidia en los amigos en casa acostumbrados a pagar más de $ 350 en el mercado negro por una caja de estas joyas. “¿Está feliz, mi amigo?”, preguntó Jorge. Le estreché la mano y lo abracé como si fuera de la familia.

El puro, una cultura

Para el amante de los puros estadounidense promedio, los cigarros cubanos han seguido siendo mayormente una gratificación rara; un lujo para celebrar que se adquiere a través de misteriosos canales indirectos y se ofrecen cuando nacen bebés o negocios. Sin embargo, de pronto, el restablecimiento de las relaciones diplomáticas en Cuba en julio pasado trajo consigo la perspectiva del renacimiento de los puros; abriendo una vía para que los estadounidenses comunes visiten la isla y traigan de regreso, por ahora al menos, $ 100 en puros cubanos del Santo Grial del tabaco.

Fidel Castro en 1964.

La relajación de las sanciones me animó a explorar la cultura del puro de Cuba, incluida la Plantación de Tabaco Alejandro Robaina, se puede decir que la granja tabacalera más famosa del mundo. Casa del difunto agricultor Alejandro Robaina, conocido como el rostro del puro cubano, Robaina está ubicada en la ciudad de San Luis en la provincia cubana de Pinar del Río.

La nostalgia por los puros abunda en Cuba, y encontré a pocas personas más ansiosas por compartirla que Michael Phillips, un británico que se mudó a La Habana hace unos 25 años para enseñar inglés. Es un devoto miembro del Club de Aficionados de los Puros de la ciudad, cuyos miembros –diplomáticos y hombres de negocios extranjeros– se reúnen mensualmente para cenar, fumar puros y conversar.

Los fumadores de puros serios utilizan entusiasmados el lenguaje de los aficionados al vino, al referirse al sabor de un cigarro como especiado o cremoso con toques de miel, cacao y canela. Los tabacaleros de Cuba se enorgullecen de producir los cigarros con más sabor del mundo. Su enemigo es el creciente mercado no solo de imitaciones de los puros cubanos sino también de las icónicas marcas cubanas cuyas hojas y mano de obra en realidad provienen de otras partes del mundo, en parte como resultado de cultivadores que han huido y reiniciado sus operaciones en otras partes.

Se estima que entre cinco y ocho millones de puros cubanos llegan a los estadounidenses cada año por medio de países como Canadá, Suiza, Australia y México. La mayoría de los expertos coincide en que la relajación de las sanciones comerciales está lejos de abrir una puerta a la venta minorista entre Estados Unidos y Cuba. Tomará años, dicen, para que los vendedores superen la complicada red de la política internacional y las restricciones. (I)

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