‘El Gran Dictador’ de Chaplin: su discurso

04 de Marzo de 2012

Estas palabras de Charles Chaplin transmitían perfectamente el sentir de uno de los grandes artistas de todos los tiempos sobre el horror del fascismo y los regímenes totalitarios. Estrenada en 1940 al inicio de la II Guerra Mundial, la película -realizada como una sátira- entra a la historia del cine con su mensaje antibélico y humanista, especialmente en el discurso final escrito por el propio director.

“Realmente lo siento, pero no aspiro a ser emperador. Eso no es para mí. No pretendo regentar, ni conquistar nada de nada. Me gustaría ayudar en lo posible a cristianos y judíos, negros y blancos. Todos tenemos el deseo de ayudarnos mutuamente. La gente civilizada es así. Queremos vivir de nuestra dicha mutua... no de nuestra mutua desdicha. No queremos despreciarnos y odiarnos mutuamente.

En este mundo hay sitio para todos. Y la buena tierra es rica y puede garantizar la subsistencia de todos. El camino de la vida puede ser libre y magnífico, pero hemos perdido ese camino. La voracidad ha envenenado el alma de los hombres, ha rodeado el mundo con un círculo de odio y nos ha hecho entrar marcando el paso de la oca en la miseria y en la sangre. Hemos mejorado la velocidad pero somos esclavos de ella. La mecanización que trae consigo la abundancia nos ha alejado del deseo. Nuestra ciencia nos ha vuelto cínicos. Nuestra inteligencia duros y brutales. Pensamos en exceso y no sentimos bastante. Tenemos más necesidad de espíritu humanitario que de mecanización.

Necesitamos más la amabilidad y la cortesía que la inteligencia. Sin estas cualidades la vida solo puede ser violenta y todo estará perdido. La aviación y la radio nos han acercado los unos a los otros. La naturaleza misma de estos inventos requería la bondad del hombre y reclamaba una fraternidad universal para la unión de todos.

En este momento mi voz llega a miles de seres esparcidos por el mundo. A aquellos que puedan comprenderle les digo: no desesperéis, la desgracia que ha caído sobre nosotros no es más que el resultado de un apetito feroz, de la amargura de unos hombres que temen el camino del progreso humano.

El odio de los hombres pasará y los dictadores perecerán, y el poder que han usurpado al pueblo volverá al pueblo. ¡Y mientras existan hombres que sepan morir, la libertad no podrá perecer! Soldados, no os entreguéis a esos brutos... hombres que os desprecian y os tratan como esclavos, hombres que regimientan vuestras vidas, imponen vuestros actos, vuestros pensamientos y vuestros sentimientos; que os amaestran, os hacen ayunar, os tratan como ganado y ¡os utilizan como carne de cañón!

No os pongáis en manos de esos hombres contra natura, de esos hombres-máquina con corazones de máquina. ¡Vosotros no sois máquinas! ¡Vosotros no sois ganado! ¡Vosotros sois hombres! ¡Vosotros lleváis el amor de la humanidad en vuestros corazones! No odiéis. Sólo los que no son amados odian. Los que no son amados y los anormales... Soldados, ¡no combatáis por la esclavitud! Combatid por la libertad. En el capítulo 17 del evangelio según San Lucas está escrito: “El reino de Dios está en el hombre mismo”. No en un solo hombre, ni en un grupo de hombres, ¡en todos los hombres! Y ¡vosotros! Vosotros, el pueblo tenéis el poder para crear máquinas. El poder para crear la felicidad.

Vosotros el pueblo tenéis el poder para crear esa vida libre y espléndida... para hacer de esa vida una radiante aventura. Entonces, en nombre de la democracia, utilicemos ese poder... ¡unámonos todos! Luchemos por un nuevo mundo, un mundo limpio que ofrezca a todos la posibilidad de trabajar, que dé a la juventud un porvenir y resguarde a los ancianos de la necesidad. Prometiendo estas cosas gente ambiciosa se ha hecho con el poder, pero ¡han mentido! No han mantenido sus promesas, ¡ni las mantendrán jamás! Los dictadores se han liberado pero han domesticado al pueblo. Combatamos ahora para que se cumpla esa promesa. Combatamos por un mundo equilibrado... un mundo de ciencia en el que el Progreso lleve a todos a la felicidad. ¡Soldados! en nombre de la democracia, ¡unámonos!”.

Discurso de Charlie Chaplin

Fuente: grupotortuga.com

 

LA PELÍCULA

El Chaplin de El gran dictador ya no era el del cine silente que lo convirtió en una de las grandes figuras del siglo XX. Esta fue su primera película completamente hablada, acoplándose finalmente a la realidad de una industria que había enterrado para siempre el cine mudo.

Pero la genial visión de Chaplin sobre la raza humana y las desigualdades sociales ahora se entrelazaban con una denuncia política de enorme importancia, que significó que El gran dictador se convierta en uno de sus mayores éxitos.

Chaplin hace dos roles: el de Adenoid Hynkel el dictador de ‘Tomania’, que se une a Benzino Napaloni, dictador de ‘Bacteria’ (una alusión a Mussolini) en sus delirios invasores de tomarse Europa y después el mundo.
Allí está la memorable escena de Hynkel en una danza a dúo con el globo de la tierra.

El otro rol es el de un humilde barbero judío muy parecido al dictador que es apresado por los militares y en una confusión de identidades él termina personificando a Hynkel.

El discurso final era el del dictador, pero son las palabras del barbero las que finalmente plasman el espíritu de Chaplin y su rechazo al fascismo.

 

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