La magia del tiempo

Por Hernán Pérez Loose
05 de Febrero de 2012

El tiempo, a pesar del tiempo, continúa fascinando a los pensadores de las más diversas estirpes. Como lo reconoce Husserl en su Fenomenología de la conciencia interna del tiempo, su análisis constituye una “antiquísima cruz de la psicología descriptiva y de la teoría de la conciencia”.

Y señala a San Agustín como el primero que haya captado en toda su profundidad sus complejidades hasta el punto de su desesperación.

Conocidos son, en efecto, los comentarios del Obispo de Hipona en el Libro XI, 22-28 de sus Confesiones, sobre lo que él llama un “enredadísimo enigma” al punto de admitir que le ha causado un “enardecimiento de su alma”. A la misma fuente, y con similar admiración, se remite Martín Heidegger en una de sus cartas a Elizabeth Blochmann.

A pesar de la presencia inevitable del tiempo en la literatura pocas son las obras literarias que hacen de él su argumento principal. Una de las más acabadas piezas literarias acerca del tiempo es la novela La montaña mágica del gran escritor alemán, y Premio Nobel de literatura (1929), Thomas Mann.

La novela comienza en la década anterior al estallido de la Primera Guerra Mundial. Somos introducidos a Hans Castorp, un joven en sus años 20 e hijo único de una comerciante judía de Hamburgo, quien antes de enrolarse en los negocios familiares decide visitar a un primo que está recluido en un sanatorio en las montañas de Davos, Suiza.

En Davos Castorp traba amistad con sus huéspedes, especialmente con Settembrini un italiano, encarnación del ideal humanista. A medida que pasan las semanas, el regreso de Castorp “abajo” se va posponiendo. Lo que parecía una leve infección bronquial es luego diagnosticada como tuberculosis por lo que opta por quedarse “arriba” hasta curarse.

La estadía de Castorp se prolongará por siete años.  Durante ese lapso el lector caerá fascinado por el abandono de todo sentido de las medidas del tiempo que sucede en el sanatorio, y por la intensidad de los diálogos; mientras los de abajo aparecen como prisioneros del calendario. Al final Castorp, una vez recuperado, bajará a enrolarse en la Gran Guerra.

El propio Mann nos llama la atención sobre las aristas de la temporalidad en su relato: el tiempo de la narración y el tiempo narrado, a lo que Ricouer añade, el tiempo de la lectura. El autor, los personajes y el lector unidos por un “misterio sin realidad propia”. Es una novela absorbente y profunda que recomendamos.

hernanperezloose@gmail.com

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