El encuentro de la vida

16 de Junio de 2013
  • Fausto, padre de Eloy, cuando era joven y vivía en Colimes, Guayas.
  • Eloy y Fausto cuando se conocieron por primera vez en septiembre del 2012, en Guayaquil.
  • Eloy y Fausto cuando se encontraron por primera vez en septiembre del 2012, en Guayaquil.
  • Eloy con su esposa, Mercy Campuzano, y su padre, Fausto.
Sheyla Mosquera de Calderón

Fausto y Eloy Rendón, padre e hijo, se conocieron después de 64 años a través de La Revista de EL UNIVERSO.

Eran las siete de la noche del domingo 8 de abril del 2012. Para Eloy Rendón Cedeño, de 64 años de edad, no solo era Día de Pascua, sino el inicio de un cambio en su vida.

Mientras yo conversaba con su esposa, Mercy Campuzano, que vivía en Nueva York, vía Skype, de repente, él apareció detrás de ella haciéndome una petición: “Tú como haces investigaciones en La Revista de Diario EL UNIVERSO, ¿me puedes ayudar a buscar a mi padre?”.

Me sorprendió la petición. En ese instante recién me enteraba de que él jamás había visto al ser que le había dado la vida. Me dijo: “Él se llama Fausto Rendón Briones, sé que vivía en Colimes. Tendrá más de 80 años”.

Esa misma noche empecé la búsqueda de don Fausto por internet. Recurrí al Servicio de Rentas Internas (SRI) hasta que encontré a alguien con ese nombre y anoté su número de cédula. El siguiente paso fue verificar si tendría la edad, si sería él. De alguna manera, suerte o no, a las tres de la madrugada tuve acceso al Registro Civil de Guayaquil, ingresé el número de identidad y según este sitio, había nacido el 4 de mayo de 1930. Tenía 82 años.

Me emocioné. Pero no podía darle la noticia a Eloy hasta saber si su padre vivía o no. Así que a primera hora del lunes 9 de abril, la búsqueda se intensificó. Informé a los miembros de La Revista que estaba a un paso de unir a un padre y a un hijo que no se conocían.

Eran las diez de la mañana. Después de unas cuantas llamadas telefónicas a familias Rendón Briones en Guayaquil, en una de estas, una mujer respondió. Le pregunté: ¿Es el número de teléfono de don Fausto Rendón Briones? Ella, un poco dudosa, me dijo: “Sí… ¿Quién quiere saber?”.

Me identifiqué como redactora de La Revista de Diario EL UNIVERSO. Le expliqué que un lector llamado Eloy Rendón estaba buscando a su padre cuyo nombre era Fausto.

La señora, quien resultó ser parienta de don Fausto, dijo: “¡No puede ser! ¡Sí! Sé que en su juventud tuvo un hijo con ese nombre. Él pasó años tratando de encontrarlo por internet, ya que sabía que vivía en los EE.UU.”.

Le pregunté: ¿Él se encuentra? “¡Sí, pero no puedo darle esa noticia enseguida! ¡Él está enfermo con la presión alta!”, dijo. A tanta insistencia, le pedí el número celular de don Fausto. También le encargué la misión de darle el mensaje. Me aseguró que lo haría cuando estuviera mejor.

Darles la noticia

Después de confirmar que don Fausto era el padre de Eloy, envié un correo electrónico a Mercy comentándole que ya lo había encontrado. Ella, según me comentó por e-mail, llamó de inmediato a su esposo al trabajo para darle la noticia e incluso se la comunicó a sus dos hijos: Jeannine (39) y Chistian (33), quienes también habían estado buscando a su abuelo desde hacía más de diez años por internet.

Eloy tomó la noticia con mucha tranquilidad, según me comentó por Skype. Pero, días después, se mostraba ansioso, me preguntaba si sabía de don Fausto. Y siempre le decía que aún no, que había llamado a la parienta varias veces, pero que no le había comunicado porque temía que esa noticia le causara una fuerte impresión, ya que tenía la presión arterial alta.

Semanas después, el 23 de abril, me decidí a llamarlo. Me encomendé a Dios para que no le pasara nada a don Fausto. Lo llamé y de manera muy sutil le dije quién era y dónde laboraba. Le comenté que Eloy Rendón, su hijo, quería saber de él. Don Fausto se quedó mudo, y me dijo después: “Sí, sí, claro”. Le conté que la madre de Eloy se llamaba Florencia Cedeño Mendoza. Él pidió vernos para conversar. Le dije que viniera al Diario al día siguiente.

Ese día, don Fausto llegó muy emocionado y nervioso. Sus manos temblaban, su voz a ratos se quebraba. Le mostré una foto de Eloy con sus nietos (Kai y Koa) y, al verla, sus ojos se llenaron de lágrimas. Era la primera vez que lo conocía.

Después, cuando estuvo tranquilo, me confesó que la noche anterior no había podido dormir porque había tenido la presión arterial muy elevada, por ansiedad. Que había estado buscando a su hijo por internet, pero que no lo había encontrado.

Eloy nació el 25 de junio de 1948 en la hacienda de su abuelo materno, en el recinto Macul, cerca de Vinces, provincia de Los Ríos. “Conocí a su madre cuando iba a Macul a comprar ganado para llevar a Colimes, yo tenía 17 años. Después supe que se había embarazado. Pasaron muchas cosas, le di el apellido al niño sin conocerlo y años después el padrino de Eloy, Néstor Carriel, me fue a pedir el permiso de salida del país para mi hijo”, aseguró.

Cuando le entregué a don Fausto el número de teléfono y la dirección de su hijo en

Nueva York, se sorprendió aún más. Ambos habían vivido cerca. Mientras él en Queens, Eloy en Hempsteat, Long Island, a media hora de distancia. También me dijo que tenía hijos que vivían en distintas partes de EE.UU.

Luego de una hora de charla, don Fausto se sometió a la sesión de fotos con Jorge Guzmán. De esa forma, padre e hijo se iban a conocer pronto.

Ese mismo día, Eloy vio las fotos de su padre por correo electrónico. Según Mercy, se reconoció en él, notó que ambos tenían bastante parecido. Incluso, Jeannine y Cristian, quienes viven en distintos estados, opinaron lo mismo. Luego vendría el acercamiento familiar, solo dependía de ellos.

Sorpresa y encuentro

El primer paso lo dio su nueva hermana, María, quien lo invitó a Manhattan para conocerse. Ella, según Mercy, siempre supo que tenía un hermano y que su padre lo estaba buscando.

Posteriormente, en junio 25, don Fausto llamó a Eloy para desearle feliz cumpleaños. “Fue un gran detalle”, agrega Mercy, “porque nunca se olvidó del día que su hijo nació”. Incluso le preguntó si viajaría a Ecuador, y la respuesta que obtuvo fue que “por el momento no”.

Tres meses después, Eloy enfermó y vino a Ecuador de emergencia. Fue ahí cuando llamó a su padre para conocerse. “Conversamos cuatro horas, nos abrazamos, diría que él estaba muy contento, muy emocionado y hablamos de la juventud. Mientras trabajé en Nueva York en una fábrica de cierres y en varias compañías donde hacían piezas para aviones o para submarinos, él vivía y trabajaba en el mismo estado en negocios particulares como pastelería, lavandería y una tienda de abarrotes”.

Después, dice Eloy, decidieron pasear. Estuvieron en Playas y en varios sitios de Guayaquil. Sin embargo, esa conversación profunda, esa explicación del porqué Fausto nunca regresó a verlo cuando era niño, no se ha dado.

No obstante, concluye Eloy, Fausto por el momento es un nuevo amigo al que aún le falta por conocer. “Espero que pronto esos lazos de amistad se fortalezcan y nazca una relación verdadera entre un padre e hijo”.

 

Secretos en la familia

En marzo de este año viajé a Miami y aproveché para entrevistarme con Jeannine Rossi, hija de Eloy y nieta de Fausto. Sabía a través de Mercy, su madre, que ella siempre le pidió a su padre que buscara a su abuelo. Le decía que él tenía derecho de conocer a su padre y preguntarle al menos el porqué nunca lo buscó.

“Cuando vi las fotos de mi abuelo por internet, me impacté. Dije: ‘me parezco a mi papá, él se parece a su papá y mi hijito más chiquito, a mí’. Hay 4 generaciones iguales. Además, noté que se vestían con el mismo estilo de camisas, pantalones y las poses eran idénticas”.

No enojada, pero sí triste comentó: “Mi padre perdió una vida entera con su padre y ahora tienen que conocerse y perdonarse”.

Según Jeannine, Eloy nunca hablaba de su padre y eso le parecía muy extraño, porque para ella es el mejor padre del mundo. “Te da todo lo que quieres si es conveniente, te ayuda, te guía, te inspira, me hace reír, como también llorar. Yo no me explicaba cómo podía ser tan buen padre sin haber tenido al suyo”.

Por eso, Jeannine le dijo a su padre que no porque ella y su hermano Christian estaban contentos de saber que su abuelo apareció después de 64 años lo conociera, sino porque realmente él deseara hacerlo.

 

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