Myrna Alvarado de Vargas: Eje del hogar

14 de Mayo de 2017
Mariquita Noboa

Myrna Alvarado de Vargas es doctora y madre. Con su vida dedicada a la medicina supo disponer de su tiempo y esfuerzo para convertir en lo que ahora son sus hijos.

Era la primera vez que iba a la Boca del Pozo, donde quedaba la primera Facultad de Medicina de la ciudad. Llegó con el entusiasmo propio de la recién graduada. Sus años de estudio y reciente grado de bachiller en el colegio de señoritas Guayaquil le abrían el camino para la próxima realización del sueño que albergaba desde niña.

Ella recuerda que cuando jugaba con sus muñecas, las acostaba en la cama y les decía que no se movieran porque “te voy a poner la inyección, con eso te curas”… Y así transcurrieron los años hasta que llegó el día que debía matricularse en la facultad. Al hacer la solicitud, se encontró con los ojos de Rafael Vargas Ortiz, un joven que recién graduado de médico había ido a retirar su documentación porque se iba a especializar en México. “Conversamos un ratito y nada más…”.

Pero el destino les tenía marcado otro camino. Después de ese primer día de clases de anatomía, con el doctor José Eduardo Molestina, el romance entre Myrna y Rafael nació, el amor creció y las cartas iban y venían con la consabida demora de esos años cuando no existía internet, WhatsApp, Facetime, ni nada de redes. El duro tiempo de estudios en el Centro Médico del Instituto Mexicano de Seguridad Social para especializarse como Neurólogo Clínico para niños y adultos imponía un tiempo no menor de siete años, tiempo que el corazón no podía esperar.

El feliz recuerdo dibuja una sonrisa en el rostro de la doctora Alvarado cuando recuerda que “entonces vino Rafael para una navidad y nos casamos el 28 de diciembre de 1965”. Por eso sus dos primeros hijos, Rafael (traumatólogo, ortopedista y especializado en cirugía de rodilla) y Myrna (bióloga de la reproducción e infertilidad y especializada en laparoscopía) son mexicanos. “Sí, ellos nacieron allá, pero después todos han ido a especializarse tanto en México como en Argentina y en Europa, la pasión de ellos es la medicina”.

“La vida de estudiantes en el exterior no es fácil”, dice la doctora especializada en ecografía ginecológica y obstetricia. “Allá tenía que multiplicarme para todo, con hijos pequeños, atender la casa, comida, estudios, con una economía limitada, todo era muy demandante, pero con la alegría de estar juntos”.

Hasta que llegó el momento que la pareja de médicos regresaba a la patria querida, con sus respectivas especialidades. Los buenos momentos con amigos y colegas mexicanos, igual que los tacos, enchiladas y fajitas quedaron atrás.

Atareada siempre con sus pacientes en las labores de parto, la doctora Myrna descubrió un día que su abdomen estaba creciendo, esto se repitió una y otra, y otra y otra vez. Así llegaron Eduardo (cirujano neurólogo, especializado en tumores, microcirugía y hernias discales, en Alemania), Karyna (cirujana maxilofacial especializada en malformaciones congénitas, con estudios en México), Juan Carlos (cirujano plástico y reconstructivista, también especializado en México) y Alexandra (diseñadora de modas, que estudió en Italia y Argentina).

Como ocurre con muchas otras familias, el ambiente imperante impone los temas de conversación. Aquí, reunidos en el consultorio de la mamá-doctora, se habla de los nuevos fármacos que han llegado al mercado, de las investigaciones biomoleculares, de medicina biomagnética, del monitoreo folicular y otros etcéteras que solo los especialistas dominan. En el ambiente predomina una tónica de alegría y positivismo.

Pero nadie se olvida de las lágrimas que derramaron cuando, hace dieciséis años, su padre acudió al llamado del Creador. “Yo tenía 22 años, es un desequilibrio emocional y conductual, no estamos preparados para eso y no sabemos cómo vamos a reaccionar”, dice la doctora Karyna. El clima ha cambiado. Todos guardan silencio. “Fue inesperado y terriblemente doloroso; murió frente a mí”, recuerda con evidente tristeza Rafael, el hijo mayor. “Nos cambió la vida, pero mi mamá sigue luchando por mantenernos unidos como familia, como era en vida de nuestro padre”, expresa. Y todos coinciden en que las adversidades se superan con paciencia, tranquilidad y amor.

La mamá-doctora, como eje del hogar, admite haber sido muy firme y sin concesiones cuando lo ameritaba, pero reconoce que la fuerza siempre la imprimía su compañero: “Él nunca me desautorizó, siempre me dio mi lugar como madre y hacía que me respetaran; cuando los chicos iban donde él a pedirle permiso, él les preguntaba ‘¿Qué te dijo tu mamá?’. Ahora comprendo que eso le dio armonía a mi hogar”. Dice que los obligaba a sentarse a la mesa bien peinados y con las manos limpias, y que ellos ahora replican esas directrices con los diez nietos que llegan a su casa cada sábado para el almuerzo familiar.

Alexandra, la del mundo fashion, dice que su mamá siempre fue muy enérgica, pero que así mismo recibió su apoyo y solidaridad. Rafael, Eduardo y Juan Carlos aceptan que eran inquietos, “pero ella nos obligaba a portarnos bien, ahora estamos muy felices y agradecidos por sus castigos y reprimendas porque nos enseñó buenas costumbres, a ser buenas personas”.

Las doctoras Myrna y Karyna coinciden en recordar “las energías inagotables de mi mamá, ella trabajaba por las mañanas en el hospital, por la tarde en su consultorio, pero llegaba por la noche a revisar las tareas de todos, a supervisar los oficios de la casa y a profundizar en la limpieza, y al día siguiente nos mandaba bien peinadas al colegio a nosotras”.

Arriesgándome un poco, pregunto si hay algo que le pueden objetar a su mamá. “Nada”, responden al unísono. “La formación recibida en la niñez, con mucha rigidez, sí, pero ella es responsable en todos los ámbitos, como madre y como profesional, esa es la mejor herencia que hemos recibido”. (I)

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