Cortejo, seducción y acoso

11 de Febrero de 2018
Diana J. León | Gisella Quintana B. | Dayse Villegas

¿Qué significa cada una de esas tres palabras? Las diferencias no están claras para todos. No al momento de interactuar y relacionarse. Lo que para unos es halagador, para otros es ofensivo.

El Diccionario de la Lengua Española dice que cortejar es “intentar conseguir el amor de una mujer acompañándola y halagándola”, mientras que seducir es “atraer físicamente a alguien con el propósito de obtener una relación sexual”. El acoso, por su parte, no busca atraer, sino “apremiar de forma insistente a alguien con molestias o requerimientos”. Molesta. Exige. No busca tan solo una relación sexual, sino una relación de intimidación.

El Parlamento Europeo lo define en su Directiva 2004/113/CE como “cualquier comportamiento verbal, no verbal o físico no deseado de índole sexual, con el propósito o el efecto de atentar contra la dignidad de una persona”.

Uno de ellos está en extinción

Debería ser el acoso, pero se trata del cortejo, una acción natural que existe en todas las especies. Se espera que el hombre lo haga: unas flores, una invitación a cenar. La manera de vestir, dice la psicóloga clínica Liliam Cubillos, puede ser también un cortejo inconsciente o indirecto.

El cortejo está desapareciendo. “Ya no hay tiempo para eso, se diluye y se entra más directamente a la seducción, lo cual no es malo. Todos queremos ser seducidos, dentro de los términos sanos”.

UNA MIRADA ALREDEDOR

A la música: Alberto Plaza

El cantautor chileno, quien visitó Guayaquil por el estreno del musical Que cante la vida, ofrece una mirada al tratamiento de las mujeres, las relaciones de pareja y los afectos en el mercado musical actual. “Desde su experiencia como compositor, ¿cuán difícil es escoger las palabras correctas para expresar el interés por una mujer?”, preguntamos. “Eso depende de cada compositor, pero para mí, es muy difícil encontrar las palabras correctas porque soy muy exigente con el lenguaje y tiene que ver con la poesía, con elevar a la mujer a la máxima condición de musa inspiradora porque yo la miro así y por eso le canto. Las frases que busco van en esa dirección exacta”. Alberto cree que la música es una herramienta maravillosa para acercar a la gente. “Yo la uso para que dos personas se encuentren y se unan. Incluso sociedades completas, yo trabajo siempre mirando a la unidad”. Sin embargo, admite tener una mirada bastante crítica a la forma en que hoy cierta parte de la música aborda la atracción y los afectos. “Siento que una parte del reguetón y la bachata maltrata a la mujer, incluso lo canto en uno de mis temas titulado Claro que no da lo mismo. Pero quiero enfatizar que se trata de una parte de la música, porque generalizar es muy injusto”, precisa. “Siento que el lenguaje se ha degradado y esto va de la mano con la poca exigencia de las compañías de discos para hacer buenos productos. Se hacen productos pensados en vender y no hay mucha preocupación por la estética y el rigor del lenguaje y de la música. Se ha perdido el interés por mantener la belleza de nuestro lenguaje”.

Pictoline. El sitio web de noticias e información gráfica para redes sociales ha desarrollado diversos enfoques sobre esta temática. ¿Acoso o coqueteo?, por Laura Bates, planteó cuatro preguntas de respuestas de sí y no, que permitían definir si una acción se trataba de acoso o coqueteo. 1. ¿Tu manera de coquetear puede asustar o alarmar al otro? 2. ¿Haces una aproximación sexual directa a pesar de que el contexto la haga inapropiada? 3. ¿Tu coqueteo consiste en decir comentarios que no son bienvenidos sobre el cuerpo o los genitales de la otra persona? 4. ¿Sigues insistiendo a pesar de que la otra persona ha expresado que no está interesada? “Si respondiste sí a cualquiera de estas preguntas, entonces no estás coqueteando”, concluía la imagen.

Otro se tituló: ¿Por qué las víctimas de violencia sexual tardan tanto en denunciar?, basada en un artículo de The Huffington Post. La gráfica explicaba varias razones: 1. El abusador socava la reputación de la víctima 2. Cuando deciden hablar, las víctimas son cuestionadas. 3. La víctima debe seguir en contacto con su abusador. 4. La víctima teme perder su trabajo, sus oportunidades de ‘normalidad’. 5. La víctima intenta convencerse de que es mejor “dejarlo pasar”. 6. Como no denunció a tiempo, cree que ya no puede hacer nada. 8. Cree que el abusador es más famoso y preciado y que todo seguirá igual. (Imágenes en: @pictoline)

El proceso de la seducción

En el ejercicio de delimitar esas definiciones, el psicólogo Lenin Salmon especifica que la seducción es un proceso por el cual “un hombre y una mujer se involucran para presentar su mejor lado, para atraerse”.

Es una sucesión de gestos verbales y no verbales, donde hay misterio, expectativa y anticipación, que hacen más interesante la búsqueda y la compañía. “Le enseña a cada uno a portarse mejor y ser más delicado, incluso a intentar ser para su potencial pareja lo que la sociedad espera”.

Es un camino que no puede ser de una vía. Las dos personas involucradas están conscientes de estos esfuerzos. “Los dos saben a dónde van, participan en este proceso de mucha delicadeza emocional, crean algo nuevo”.

Generalmente, el papel del seductor recae en el hombre porque la naturaleza le ha provisto a la figura masculina la disposición de tomar la iniciativa. La seducción no debe terminar en acoso ni en asalto sexual. “La seducción es entre iguales, los dos están al mismo nivel afectivo, hay una conexión que va cruzando fronteras sociales y económicas, y deriva en una profundización de la expresión entre ambos. Es otra dimensión donde nadie debe salir perjudicado”.

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Lo insano viene cuando el otro no está de acuerdo. Cuando el seductor se vuelve persistente o torpe, dice Liliam Cubillos, es terreno del acoso. “Si yo quiero a alguien, y ese alguien no acepta, por el motivo que sea, y yo insisto y persigo, no estoy seduciendo, estoy acosando”. El acoso genera frustración y obsesión porque no se logra el objeto de deseo. Si se inicia un círculo de violencia, es abuso.

En el acoso, explica Salmon, “se quiere forzar una conducta animal, un hombre quiere llegar a estar sexualmente con una mujer sin importar su voluntad o disponibilidad”. El lugar de trabajo es el ambiente donde más ocurre, porque hay una figura de poder de quien depende el futuro de otra persona. “El acosador es un depredador sexual, ve a las mujeres indefensas como sus presas, es una conducta aprendida... Entonces el acoso, aparte de ilegal, es una aberración de la cercanía entre un hombre y una mujer, en cualquier contexto”.

Una sociedad patriarcal

Lorena Quintana, profesora de la facultad de Artes Liberales y Ciencias de la Educación de la UEES y Ph.D en Ciencias Sociales con especialidad en Sociología, profundiza en la construcción de la sociedad ecuatoriana.

“Con la llegada de los españoles nace ese régimen, que continúa en la República, donde prevalece la estructura de poder en los ámbitos públicos y privados que colocó a las mujeres en desventaja y otorgó privilegios a los hombres”, precisa. “La sociedad ecuatoriana no puede negar que tiene un sistema patriarcal que se fundamenta en relaciones asimétricas de poder entre hombres y mujeres. Lo femenino es visto como algo inferior o subordinado. La idea general es que ser hombre es mejor que ser mujer”.

Esta idea base incentiva una serie de conductas que siempre buscan distinguir lo masculino de lo femenino y establecer patrones de cómo debe ser la conducta de los hombres y cómo debe ser la de las mujeres. “El espacio doméstico es para la mujer, el espacio exterior, para el hombre”.

Esta división viene acompañada de ciertos rasgos de personalidad que deben acompañar estos contextos. “Al género femenino se le impone la docilidad, la obediencia, la complacencia, se entrega, renuncia a sí misma por cuidar a otros. En cambio, a los hombres se les niega la sensibilidad y se le fomenta el interés por el liderazgo, el mando, la posesividad”.

Así, este patrón de conducta aprendido se trasladará a otras interacciones, como cuando un hombre desea conquistar a una mujer. “Él va a responder de acuerdo al rol de género que la sociedad le ha enseñado: espera siempre tener éxito”.

La especialista hace un llamado al equilibrio, sin que las mujeres lleguen al puritanismo o al feminismo mal entendido. “Algunas mujeres podrán tomar este movimiento para justificar ciertas conductas o libertades que tomaron en un momento y de las cuales después se arrepienten. Hay que tener honestidad o les estaríamos quitando a los hombres esa capacidad de conquistar y de que la pareja llegue a un final feliz. El problema está, para mí, cuando existe una relación de poder en esa interacción”.

Educar para eliminar los prejuicios y brindar más opciones son algunos de los ejes de cambio que propone la docente. “En mi libertad sexual, tengo capacidad de decir no y eso lo tengo que aprender en la escuela y en la familia. Yo puedo decidir que no aceptaré algo cuando yo misma me quiero, me respeto y tengo una buena autoestima, pero si me siento inferior, que voy a perder algo, no tendré esa alternativa de decir no”, enfatiza. “Los hombres siguen creyendo que tienen la capacidad de decidir sobre las mujeres, sobre las hijas, pero debemos revisar esos estereotipos y, nosotros mismos, reconocer si los estamos fomentando. No podemos cambiar si no tomamos conciencia de lo que estamos haciendo, pero todos tenemos la capacidad de cambiar”. El cambio no será rápido, admite, pero cree que hay que desmenuzar el problema para que cada actor comience el cambio desde el lugar donde le corresponda actuar.

La seducción es entre iguales, los dos están al mismo nivel afectivo, hay una conexión que deriva en una profundización de la expresión entre ambos. Es otra dimensión donde nadie debe salir perjudicado”.
Dr. Lenin Salmon

Comunicación y educación

La confusión entre cortejo, seducción y acoso es un problema de educación. “La tecnología nos ha dado acceso al resto del mundo sin estar preparados para ello. Si las mujeres estuvieran listas para comprender el mundo globalizado, no estarían tan expuestas en estas situaciones. Pero muchas se pierden a sí mismas por el conflicto interno entre tener éxito y hacerse respetar”.

Sucede desde el lenguaje, dice Cubillos, en el que hay dos canales: lingüístico y paralingüístico. “Desde el primero, digo que no quiero que me toquen, pero desde el segundo estoy pidiendo a gritos que me presten atención. Es el juego de muchas personas para atraer al otro y llevar el control de la situación”.

Y también puede ser que muchas peticiones de favores sexuales se hayan producido por malentendidos originados en el lenguaje corporal. En Psicología, explica, se habla de mensajes doblevinculares. “Expreso algo con la palabra, pero con el cuerpo estoy proyectando un mensaje opuesto”. Si uno no cae en cuenta de que lo hace, y se pregunta por qué siempre recibe respuestas o propuestas indeseadas, hay que preguntarse qué se está proyectando. Es imposible, concluye, entender el mundo con tantas diferencias culturales y desniveles educativos y de madurez social. “No estamos fortalecidos psicológicamente, emocionalmente ni moralmente”.

Una guía para los padres

No es imposible que el adulto se reeduque para vivir en equidad, pero es muy difícil, comparte el doctor Abelardo García, director general del Instituto Particular Abdón Calderón. Pero los padres pueden empezar por hacer un reconocimiento autocrítico. “Preguntarse: ¿Quién soy? ¿Cuál es mi misión frente a este ser humano del que soy padre o madre? ¿Qué espera ese niño de mí? ¿Por qué y para qué lo traje al mundo?”.

Algunas recomendaciones:

1. Cree un ambiente de armonía y no agresión.

2. Trabaje en la autoestima del niño y la niña.

3. Enseñe que el respeto es fundamental, independientemente del sexo.

4. Establezca lazos mediante el trabajo colaborativo, con iguales responsabilidades y capacidad de propuesta.

5. Estimule la espiritualidad. Los niños tienen el potencial de la inteligencia espiritual, de dar trascendencia a lo que aprenden.

6. Priorice lo humano. Haga énfasis en el ‘nosotros’.

7. Dé el ejemplo. El niño aprende de lo que ve.

8. Desarrolle en su hijo la conciencia ética: cuándo decir sí, cuándo decir no y en qué circunstancias puede insistir o debe ceder, sin recurrir a la violencia.

9. Cambie sus reacciones explosivas por acciones formativas.

10. Forme para la vida. Piense en qué fines quiere para su hijo y trabajen para conseguirlo. “Es un error pensar que los formamos para que pasen de año”.

Practique una buena comunicación. No piense que su hijo aprenderá solo, con el tiempo, cuando sea grande. “No sabemos comunicarnos. Si no podemos escondernos tras un artefacto, no sabemos establecer la relación. Es muy triste que, al estar en una fiesta, el joven le pida a ella salir a bailar a través del servicio de mensajería instantánea, porque no tiene la capacidad comunicacional de acercarse a hablarle, y por supuesto, tampoco está formado para recibir el rechazo si ella dice que no quiere. Prefiere esconderse tras algo más frío para no tomar retos y no asumir fracasos. Y esas dos cosas son parte del aprendizaje”.

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