Basura para electricidad

16 de Junio de 2013
John Tagliabue - The New York Times

Oslo, la capital noruega, necesita comprar desechos para mantener el suministro de energía eléctrica, una medida de desarrollo sustentable.

Oslo es una ciudad que importa basura. Parte proviene de Inglaterra, parte de Irlanda. Parte es de la vecina Suecia. Incluso, tiene la mira puesta en el mercado estadounidense. “Me gustaría tomar alguna de Estados Unidos”, dijo Pal Mikkelsen, en su oficina en la enorme planta, ubicada en los límites de la ciudad, que transforma la basura en calor y electricidad. “El transporte marítimo es barato”.

Oslo, un lugar amigable con el reciclado, donde se calientan casi la mitad de la ciudad y la mayoría de las escuelas con la quema de desperdicios –basura doméstica, desechos industriales y hasta materiales tóxicos y peligrosos de hospitales y de las detenciones por drogadicción–, tiene un problema: literalmente, se le acabó la basura para quemar.

El problema no es exclusivo de Oslo, una ciudad con 1,4 millones de habitantes. Por todo el norte de Europa, donde se expandió la práctica de quemar basura para generar calor y electricidad en las últimas décadas, la demanda de basura rebasa con mucho a la oferta. “El norte de Europa tiene una enorme capacidad generadora”, expresó Mikkelsen, de 50 años, ingeniero mecánico del organismo de conversión de desechos en energía de Oslo.

No obstante, la población del norte de Europa produce solo cerca de 150 millones de toneladas de basura al año, indicó, demasiado poca para suministrarla a las plantas incineradoras que pueden manejar más de 700 millones de toneladas.

Estocolmo, en el este, se ha vuelto tal competidor que hasta ha logrado persuadir a algunas municipalidades noruegas para que lleven su basura allá. Por barco o por camión, innumerables toneladas salen de regiones que tienen exceso de basura rumbo a otras que poseen capacidad para quemarla y producir energía.

“Hay un mercado creciente europeo de desechos; es una mercancía”, dijo Hege Rooth Olbergsveen, la asesora sénior en el programa de recuperación de desperdicios de Oslo.

La mayoría de las personas aprueba la idea. “Sí, absolutamente”, expresó Terje Worren, de 36 años, un consultor de programas informáticos que admitió calentar su casa con petróleo y el agua, con electricidad.

La compañía con sede en Yorkshire que organiza la recolección de basura en ciudades como Leeds, en el norte de Inglaterra, ahora embarca más o menos mil toneladas mensuales de basura –o, dado que se rebuscan las cosas perjudiciales, “combustible derivado de desechos”– a países en el norte de Europa, incluido Noruega, según Donna Cox, del ayuntamiento de Leeds.

¿Importar basura?

Para algunos, podría parecer extraño que Oslo recurriera a importar basura para producir energía. Noruega está entre los diez exportadores de petróleo y gas más grandes del mundo, y cuenta con abundantes reservas de carbón y una red de más de 1.100 plantas hidroeléctricas en sus montañas ricas en agua. No obstante, Mikkelsen manifestó que la quema de basura es “un juego de energía renovable, para reducir la utilización de combustibles fósiles”.

Claro que otras partes de Europa producen cantidades abundantes de basura, incluido el sur de Italia, donde urbes como Nápoles le pagaron a ciudades en Alemania y los Países Bajos para que aceptaran la suya, lo que ayudó a distender una crisis napolitana por la basura. Aunque Oslo consideró los desechos italianos, prefirió continuar con los ingleses, que dijo son más limpios y más seguros. “Es una cuestión delicada”, señaló Mikkelsen.

La basura puede ser, bueno, basura en algunas partes del mundo, pero en Oslo es de muy alta tecnología. Los hogares separan su basura, colocan los desperdicios alimentarios en bolsas plásticas verdes, los plásticos en bolsas azules y el vidrio en otras partes. Las tiendas de abarrotes y de otro tipo entregan las bolsas gratuitamente.

La más grande de las dos plantas de conversión de desechos en energía utiliza sensores computarizados para separar las bolsas codificadas por color que pasan rápidamente sobre las cintas transportadoras rumbo a los incineradores.

No obstante, no todos están a gusto con esta adicción a la basura. “Desde un punto de vista ambientalista es un problema enorme”, dijo Lars Haltbrekken, presidente de la organización ambientalista más antigua de Noruega, afiliada a Amigos de la Tierra. “Existe la presión para producir más y más basura, siempre que haya exceso de capacidad”.

En una jerarquía de objetivos ambientales, expresó Haltbrekken, producir menos basura debería estar en primer lugar, en tanto que la generación de energía a partir de ella debería ser la última.

Quizá no, señalaron urbanistas municipales, pero por ahora es una necesidad. “Reciclar y recuperar la energía tienen que ir a la par”, manifestó Rooth Olbergsveen, del organismo de recuperación de desechos del ayuntamiento. Se han dado zancadas con el reciclado, comentó, y la separación de la basura orgánica, como desperdicios de comida, ha empezado a permitir que Oslo produzca biogás usado por algunos autobuses de allí.

Haltbrekken reconoció que a él no le beneficia la energía generada a partir de la basura. Su vivienda está cerca del centro de la ciudad, se construyó en 1890, la calienta quemando tacos de madera y al agua, con electricidad. En general, indicó, Amigos de la Tierra apoya los objetivos ambientales del ayuntamiento.

Sin embargo: “Desde la perspectiva del corto plazo, claro, es mejor quemar la basura en Oslo que dejarla en Leeds o en Bristol. Aunque no en el largo palazo”, concluyó.

 

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