La escritura al revés de Miklos

17 de Mayo de 2015
EFE

El escritor mexicano David Miklos no concibe sus libros para estar en los estantes de las librerías donde colocan a los más vendidos, pero a cambio de eso cuenta con un puñado de feligreses en torno a su obra, algunos de los cuales a veces terminan convertidos en sus amigos. “Mi escritura no está hecha para las grandes ventas; prefiero un éxito más personal, más íntimo, y tengo lectores muy fieles”, aseguró.

Miklos presentó en la Ciudad de México la novela Miramar, una historia híbrida escrita a tres voces en la que el autor logra que su protagonista sea la propia escritura, capaz de reflexionar y de ir adelante y hacia atrás en el tiempo. “Este libro es una especie de autoficción, pero más de una voz narrativa que de un narrador”, dice al referirse a la historia que fusiona las notas de un diario con una primera parte en la que recuerda su primera obra, La piel muerta, y cierra con retazos de una novela fallida.

Aunque se lo considera en algunos círculos literarios como uno de los mejores autores mexicanos de su generación, Miklos asume el oficio de escribir al revés que la mayoría de sus colegas, por eso desconfía del éxito y desde que se convirtió en padre ha sido capaz de violar la regla sagrada de escribir aislado y en silencio.

Miklos reconoce a decenas de escritores como sus maestros. “Al primero que leí fue el mexicano Jorge Ibargüengoitia cuando tenía unos 12 años. Empecé con Estas ruinas que ves y después me estudié toda su obra; el impacto fue impresionante”, recuerda.

Después de mencionar al uruguayo Juan Carlos Onetti, al cubano Alejo Carpentier y al mexicano Juan Villoro, reconoce su debilidad por la literatura argentina y hace reverencia ante Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y Ricardo Piglia, pero sobre todo a Antonio Di Benedetto, cuya obra Zama considera mejor que muchas de las de algunos autores del llamado boom latinoamericano. (I)

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