Noches transfiguradas: Schoenberg en dos eventos

Por Vinteuil
05 de Noviembre de 2017

“Arnold Schoenberg es famoso en el mundo de la música académica como pionero y máximo representante de la música atonal, a la cual contribuyó en la década de los 20 con el dodecafonismo”.

Pocas obras juegan un papel tan fundamental en la historia de la música como la Noche transfigurada de Arnold Schoenberg (1874-1951), compuesta originalmente para sexteto de cuerdas en 1899. Su complejo contrapunto y avanzado idioma armónico la ubican claramente en la frontera entre el romanticismo tardío de Brahms y Wagner, y el modernismo atonal que inauguraría el mismo Schoenberg.

La pieza fue inspirada por el famoso poema del mismo nombre del autor alemán Richard Dehmel (1863-1920), que describe una conversación entre una pareja durante una caminata en un bosque, bajo la luz de la luna. La mujer confiesa que está embarazada con el niño de otro hombre, y que planea darlo a luz a pesar de todo. El poema cierra con su novio respondiendo que acepta su decisión, y reafirma su amor por ella. El poema está compuesto de cinco estrofas, que concuerdan en rasgos generales con la estructura de la obra de Schoenberg. Así, esta se puede considerar como una de las primeras piezas de música programática para ensamble de cámara.

Arnold Schoenberg es famoso en el mundo de la música académica como pionero y máximo representante de la música atonal, a la cual contribuyó en la década de los 20 con el dodecafonismo, una técnica de composición que buscaba romper con la armonía clásica que ha dominado y sigue dominando la música occidental desde el medioevo, y que depende de rígidas jerarquías establecidas entre las escalas y las notas de cada una de estas.

Esto hace aún mayor el logro de Schoenberg con Noche transfigurada, la cual compuso alrededor de los 25 años, ya que la pieza transmite los exaltados y dramáticos sentimientos del poema de Dehmel, además de su expresiva atmósfera nocturna, siguiendo los ideales asociados con el romanticismo, que definió el siglo XIX desde su inicio con Beethoven. Aun así, su considerable uso del cromatismo (cuando se combina el uso de notas de una escala con otras ajenas a ella) muestra un deseo por explorar los límites aceptados por la forma y sus tiempos, y contribuye a hacer la pieza aún más dramática e inquietante para su época y el presente, ya que incluso el rock todavía se apega monótonamente a las escalas tradicionales.

El público tuvo, dentro de dos días, la oportunidad de escuchar la interpretación de esta importante obra por las dos principales orquestas de Guayaquil, la Orquesta Sinfónica (OSG), la noche del viernes 27 de octubre, en el Teatro Centro de Arte; y las noches del sábado 28 y domingo 29 de octubre, con la Orquesta Filarmónica Municipal, como parte de un ballet inspirado tanto en el poema de Richard Dehmel como la obra de Schoenberg, producido por la compañía de danza clásica En Avant.

La interpretación de la Orquesta Filarmónica Municipal, bajo su director David Harutyunyan, no fue satisfactoria: aunque inició bien en la primera parte, posteriormente, y progresivamente, la articulación se fue haciendo confusa, y los instrumentos fueron desafinando.

El viernes 27 la OSG, bajo su director Dante Anzolini, trabajó una conducción que estuvo marcada por una muy clara articulación, aunque en mi opinión, un tempo un poco más rápido habría favorecido su impacto dramático. Aun así, el sutil énfasis en los pizzicatos (cuando las cuerdas se puntean o pellizcan) al final de la obra, fue un detalle que puso a esta interpretación por sobre muchas otras.

ojosecosec@gmail.com

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