Nuevas letras

Por Clara Medina
06 de Octubre de 2013

A menudo se estrenan filmes de directores ecuatorianos. Y obras teatrales. Cada día surgen propuestas musicales de solistas y grupos. Y los jóvenes realizan proyectos de artes visuales. Hay como una especie de eclosión. Se siente. Y el campo literario también se mueve.

En los últimos quince días surgieron, entre otros, por lo menos tres libros en los que vale reparar: la novela Yo soy el fuego, de Óscar Vela; el poemario L.A. Monstruo, de Andrea Crespo; y el volumen de cuentos Las vergüenzas, de María Auxiliadora Balladares.

El primer autor es quiteño y las dos últimas, de Guayaquil. Ellos confirman que los escritores ecuatorianos se desplazan por diversos géneros: novela, poesía, cuento. Pero detengámonos en Balladares, autora nacida en 1980. Las vergüenzas es su primer libro en solitario. Sin embargo, sus escritos ya habían empezado a circular con anterioridad. El cuento La entrevista, por ejemplo, consta en la antología Todos los juguetes, publicada por Dinediciones.

Y fue por esta obra -circuló en el 2011- que algunos lectores, entre los que me incluyo, pudimos conocer sobre esta joven narradora, que estudia literatura hispanoamericana en la Universidad de Pittsburgh. Luego ha sido antologada en otras publicaciones. La entrevista consta, como cierre, en el libro Las vergüenzas, integrado por diez cuentos. Uno de ellos, el titulado Jamón serrano, ganó el segundo lugar en la X Bienal Pablo Palacio.

¿Pero qué elementos hacen notables los cuentos de este libro? La minuciosidad y el detalle con que están escritos. Hay un lenguaje que describe acciones en apariencia cotidianas pero sorprendentes, que construye situaciones con prolijidad y a la vez con soltura. También está la naturalidad de los diálogos. Es un libro que, además, nos hace notar siempre los juegos que permite la palabra; las invenciones de la memoria, las infinitas posibilidades de la imaginación. Los personajes creados a la vez crean ficciones. Las categorías verdad y mentira desaparecen. Frente a estos cuentos no hay certezas. Y esa incertidumbre, quizá, es otro elemento que abona a la experiencia lectora.

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