Memorias remotas

01 de Diciembre de 2013
EFE

El escritor chileno Jorge Edwards, de 82 años, considera que “a veces, para escribir memorias tan remotas, es necesario inventar”, en una irónica alusión a  Los círculos morados, el primer tomo de la trilogía en la que repasa su trayectoria vital y literaria.

Edwards, quien participó recientemente en la Feria Internacional del Libro de Miami, revivió en una entrevista con Efe aquellos años de su “infancia y juventud” y su primer acercamiento a la literatura, algo que en aquella época, en los años cuarenta, no estaba bien visto.

“Me sentía el bicho raro y me sentía otro inútil. Pero predominó eso que se transformó en una vocación literaria”, dijo Edwards, quien tiene ya terminada también Retrato de María, su próxima novela, en la que cuenta la historia de una familiar lejana que salvó a niños judíos del Holocausto nazi.

En Los círculos morados, el libro que ahora promociona en Miami, el escritor abre su corazón y deja ver cómo fueron esos primeros años en los que decidió convertirse en escritor en el seno de “una familia burguesa, conservadora, de orden, en el Santiago (de Chile) de 1940 y 1950”.

En esa época, según Edwards, “escribir no era una cosa tan sencilla ni tan habitual”, y recordó la figura de su tío abuelo, Joaquín Edwards Bello, sobre el que escribió el libro El inútil de la familia (2004).

“Ese hombre era como un fantasma porque era el transgresor de las normas familiares. Hacía todo lo que no había que hacer: era jugador, era mujeriego, era noctámbulo...”, dijo Edwards sobre su tío abuelo, al que en los círculos familiares se le llamaba “el inútil de Joaquín”.

En ese ambiente, un joven Jorge Edwards empezó a escribir literatura. Esa afición le costó más de un disgusto a su familia de aires conservadores, que lo acabó considerando “el otro inútil”.

Por eso, Edwards recuerda que “a los 14 años era ya un poeta clandestino”.

“Yo encontraba citas de poetas en libros, me gustaban, y buscaba otros libros de esos mismos autores. Empecé a escribir poesía, sabiendo que eso era una cosa que no iba a gustar mucho en mi familia”, recordó el autor ganador del Premio Cervantes, el galardón más reconocido de las letras españolas.

“Esa sensación, casi pecaminosa, de escribir en una familia casi de orden es una cosa que queda”, dijo Edwards.

El escritor ha hecho un gran esfuerzo para recordar ese periodo sobre “un Chile muy remoto” y explicarlo en el primer tomo de su trilogía autobiográfica.

Sin embargo, Edwards reconoció que la literatura lo ha ayudado a suplir aquellos momentos que, a causa del paso del tiempo, ya ha olvidado.

“A veces, al escribir memorias tan remotas, es necesario inventar”, admitió Jorge Edwards.

“Son memorias donde hay mucha desmemoria y eso se suple con la literatura, la fantasía. Por eso son memorias muy literarias y muy novelescas con elementos de poesía”, añadió el escritor, quien se considera un gran amante de las memorias.

El escritor chileno alabó la diversidad de la lengua española dependiendo de la situación geográfica y defendió que “no existe un español estándar”.

“No hay una lengua estándar española. No hay una capital de la lengua. Antiguamente podría ser Madrid, pero hoy en día podría estar en Guatemala, la Patagonia, Cádiz o Bilbao”, explicó el también embajador de Chile en Francia.

El escritor chileno considera un “milagro” que la lengua española se siga utilizando en países muy lejanos entre sí, “algo que no ocurre con ninguna otra lengua”.

“El milagro de la lengua española es el hecho de que la misma lengua, con matices fonéticos, (se utilice) a distancias tan enormes. No hay ninguna lengua que mantenga esa unidad entre México, la Patagonia y España, por ejemplo”.

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