Libros en riesgo

Por Hernán Pérez Loose
02 de Febrero de 2014

Isabel Allende cuenta en una reciente entrevista que su vocación por leer comenzó durante su infancia cuando su familia atravesaba una crisis, una época en que tuvo que irse a vivir en países extraños. Recuerda cómo era siempre “la recién llegada” en las varias escuelas por las que tuvo que pasar. Toda esa incertidumbre venía aplacada gracias a la lectura.

Como anota Umberto Eco, esta sensación de seguridad que provoca la literatura es una de sus notas más atractivas. Mientras los hechos históricos están expuestos siempre a revisión y sorpresas, nadie duda, por ejemplo, que en su tercera salida Don Quijote llegó hasta Barcelona o que Ofelia falleció al caer de un árbol según Gertrude.

Para otros, como William Giraldi, gracias a la lectura podemos llevar a cabo ese diálogo crucial con nosotros mismos, el diálogo que tenemos que pasar para saber dónde en el inmenso abanico de nuestra existencia podemos ubicar nuestra identidad.

Y pensar que no obstante su importancia, los libros han tenido muchos y peligrosos enemigos. Por variadas razones –políticas, religiosas e inclusive personales– han existido episodios a lo largo de la historia de ciertos libros que han sido físicamente destruidos. En Breve historia de los libros prohibidos (editorial RBA, Barcelona, 2013) el periodista y escritor alemán Werner Fuld (1947) hace una interesante recopilación y análisis de casos de libros censurados, así como de aquellos en los que ha sido el propio autor el que ha deseado su eliminación.

Comenzando desde la antigüedad clásica hasta la actualidad, Fuld hace un recorrido documentado de los peligros que han acechado a los libros. Desde el caso de Ovidio, que fue desterrado por Augusto acusado de corromper a la juventud romana con sus libros, hasta los esfuerzos de las autoridades chinas y de otras naciones por impedir la circulación de ciertos libros, revistas y diarios.

El estudio incluye a autores célebres como Flaubert, Baudelaire, Lorca, Nabokov y Joyce hasta desconocidas novelas eróticas, así como los intentos de Virgilio de que su Eneida sea destruida o de Kafka con respecto a sus producciones no publicadas. Deseos estos últimos que afortunadamente no fueron secundados.

Fuld nos recuerda que fue Augusto el primero en ordenar una destrucción masiva de libros. Más de 2.000 libros fueron confiscados e incinerados, casi todos de tipo profético que los romanos consultaban a menudo para conocer el futuro. Con este exterminio Augusto buscaba asegurarse que la población no pusiera en duda sobre sus iniciativas políticas.

Luego de terminar sus estudios de Filología e Historia del Arte, Fuld se dedicó a escribir en la prensa alemana. Es autor de la primera biografía de Walter Benjamin, y otra de Paganini.

hernanperezloose@gmail.com

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