John Irving: ‘Personas como yo’

14 de Abril de 2013

El escritor hace un llamamiento a la tolerancia sexual con la presentación de su nuevo libro.

John Irving, uno de los autores estadounidenses más reconocidos e intensos, poseedor de un mundo propio, con tramas emocionantes y absorbentes, vuelve con Personas como yo, una novela en la que pone la lupa a la bisexualidad y hace una llamada a la “intolerancia contra los intolerantes”.

“Personas como yo es uno de mis cuatro libros más políticos. Trata de la intolerancia sexual, del odio sexual por las minorías, y en este caso de una minoría dentro de la minoría: la bisexualidad –a la que tanto los homosexuales como los heterosexuales nunca han terminado de ver bien– y la transexualidad o transgénero”, afirma Irving.

Una novela que es la decimotercera en la carrera de John Irving (Exeter, New Hampshire, 1942), autor de algunos de los títulos más esenciales en la literatura norteamericana de los siglos XX y XXI como Príncipe de Maine, El mundo según Garp, Oración por Owen, El Hotel New Hampshire o Las normas de la casa de la sidra, que fue llevada al cine y por la que recibió un Óscar al mejor guion adaptado.

En una escena de Personas como yo, (Tusquets) un personaje le dice al protagonista: “Todo el mundo es intolerante con algo, Bill, y tú... ¿qué no toleras?”, y el protagonista le contesta: “Con la intolerancia”. Pues esta idea de Irving recorre toda la trama de esta novela, que se inicia en los años 50 en la costa este de EE.UU. y llega hasta nuestros días, en el madrileño barrio gay de Chueca.

La familia, los clubes de lucha, los outsider, la identidad sexual, la búsqueda del padre son algunos de los ingredientes de esta y de algunas otras obras de Irving, por las que también pasan de puntillas y entretejidas escenas de delirio libertario, sexo explícito y sobre todo mucha humanidad.

En Personas como yo todo nace en un teatro de aficionados de la localidad de First Sister y también en el club de teatro del colegio, donde el adolescente Billy Dean da rienda suelta a todos sus amores y “encaprichamientos” sean del género que sean.

Todo ello en medio de una familia con algún que otro travesti, con sujetadores preparatorios, trajes, disfraces y mucho teatro de las manos de William Shakespeare, Henrik Ibsen o Tennessee Williams, y muchas lecturas de Flaubert, las hermanas Bronte o el activista negro James Badwin. Pero Irving rápidamente aclara que no hay nada de él en el protagonista, solo la primera parte, ya que su madre –“una mujer liberal defensora del derecho de los homosexuales, el aborto o las causas civiles”, dice– era apuntadora como la madre del protagonista y él se pasaba tardes y tardes entre bambalinas viendo los ensayos.

“Hay poco de mí en Billy, excepto que como él, entre los 13 y 18 años, te pasas todo el tiempo imaginando y deseando hacer el amor con todo el mundo. Pero yo era un chico hetero bastante común, no como Billy, por eso lo inventé, un joven que nunca estuvo en el armario”, dice este escritor que cree que en Estados Unidos están evolucionando bien los derechos de los homosexuales.

“Vamos por buen camino” –precisa– “al margen de la Iglesia, que nunca va a cambiar su doctrina en esto, como en su antifeminismo; creo que se va por el camino adecuado, porque en mi país, por ejemplo, el 40 por ciento está a favor del matrimonio homosexual, eso es mucha gente”.

“No sé cómo va en España” –continúa– “y tampoco en el resto de Europa, pero creo que todavía podré ver que por sentido común todo se normalizará, ojalá lo vea, pero la cosa donde no va bien es con el islam radical y con eso sí hay que ser intolerante con el intolerante”. Efe

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