Entre libros y autores

Por Clara Medina
08 de Enero de 2017

Existe la costumbre de opinar de manera rotunda. Y esa fórmula se traslada, a veces, al arte. Se dice que una obra es la mejor, la más importante, la más bella, como si se tratara de algo comparable, medible, sin considerar que cada creación es única y tiene sus propias características. A mí se me hace difícil decir que una película, un libro, o un autor, son lo mejor. Puedo, en cambio, destacar méritos. Me parece un poco arbitrario instituir como absoluto algo que tiene un alcance de gusto personal, de subjetividad informada. Al elegir, se descarta; y al descartar, a veces se cometen injusticias. Pero así son las dinámicas. Así son los concursos, por ejemplo. Y la vida diaria también.

Si me pusieran a escoger el mejor libro de 2016 en Ecuador, quizá no lo haría. Y no porque no haya de dónde elegir, sino porque hay bastante de donde hacerlo. He leído unos cuantos libros de autores nacionales (claro está, no todo; se publica bastante más de lo que creemos) y he revisado los balances de cierre de año que han hecho los medios de comunicación del país (los digitales y los de papel). En este artículo junto todas esas subjetividades (incluyo la mía) y muestro los consensos que encontré. En todos, entre otros libros, se destaca la novela Nefando, de Mónica Ojeda, tanto por su audacia como por su alta calidad estética. Es una joven autora que ha sacudido, y quizá revitalizado, las letras ecuatorianas. No se ha dicho de manera expresa y absoluta que este libro es el mejor del año, pero de forma unánime se reconoce su valía. La novela ha sido elogiada también en España, donde se publicó en 2016. En tanto, Javier Vásconez reafirma su puesto destacado en la literatura nacional con su obra Hoteles del silencio. Se menciona, asimismo, a Juan Pablo Castro con su libro La curiosa muerte de María del Río.

De lo leído, se establece que los personajes históricos han devenido en protagonistas de obras narrativas: Juan Montalvo es tomado por Alejandro Querejeta en Anhelo que esto no sea París; José María Velasco Ibarra, por Raúl Vallejo, en El perpetuo exiliado; y Jacinto Jijón y Caamaño, por Pájaro Febres Cordero, en El sabio ignorado. No es una novedad en la narrativa; sin embargo, resulta agradable el traslado de estas figuras ecuatorianas a la literatura. Autores jóvenes como Andrés Cadena y Salvador Izquierdo publicaron sus obras en 2016, por las cuales han recibido elogios, y también dieron a conocer sus libros escritores de más edad y recorrido.

Las obras de mujeres recibieron galardones. Andrea Crespo obtuvo el Aurelio Espinosa Pólit por su trabajo poético, y María Paulina Briones, el Ismael Pérez Pazmiño de poesía. Es una pequeña muestra de que más mujeres están caminando con paso firme en la literatura.

A los autores y libros mencionados solo les faltan lectores. Las bajas cifras de lectoría no cambian en el país. Que en 2017 esa realidad se revierta. Que haya más lectores y más espacio para hablar de literatura, porque escritores tenemos. Y buenos. (O)

claramedina5@gmail.com
Twitter: @claramedinar

  Deja tu comentario