El joven García Lorca

Por Clara Medina
02 de Junio de 2013

Hoy estaría próximo a cumplir 115 años. Sería muy anciano. Pero un anciano de mentalidad joven. Quizá se alegraría de constatar que la sociedad cerrada en la que vivió  ha mutado. El Federico García Lorca que nació el 5 de junio de 1898, si estuviera vivo, sabría que, poco a poco, de la faz de la tierra han ido desapareciendo los estigmas y represiones que tanto plasmó en sus obras teatrales.

La mujer que escenificó en Yerma quizá ya no se sentiría culpable ni sería culpabilizada. Probablemente se sentiría completa así no tuviera hijos. La joven enamorada de Bodas de sangre a lo mejor no tendría que ser víctima de una historia familiar de rencores y venganzas. Rosita no esperaría, inútilmente, por años, a un amor que no pudo o no quiso ser. Y Bernarda sería, tal vez, menos imponente con sus hijas, más cómplice, y menos víctima de sí misma.

Al acercarse el aniversario del nacimiento de este escritor  español, que murió asesinado tempranamente –lo mataron el 19 de agosto de 1936, cuando tenía 38 años–, vale evocarlo como un autor que desde su dramaturgia tuvo una mirada rastreadora del universo femenino de la época que le tocó vivir.

Sus obras teatrales abordan los prejuicios sociales y las imposiciones de que eran víctimas las mujeres. Había en él una sensibilidad especial que hacía que pudiera abarcar esa desolación, esa angustia, esos silencios forzados, esas vidas de mujeres, cuyo timón parecía entonces no pertenecerles a ellas, sino a los otros. Sin embargo, de alguna manera,   buscaban liberarse, acabar con las ataduras. Y esa liberación era, a la vez, en algunos casos, también su condena.

La historia cotidiana nos ha mostrado que la mujer ha ido tomando sus derechos. Ha tenido acceso a la educación,  a decidir sobre sus sentimientos y sobre su cuerpo, aunque la violencia que se ejerce contra ella no ha desaparecido totalmente y a menudo emergen situaciones que se creen superadas. Son alarmantes, por ejemplo, las cifras de feminicidio en Ecuador y América Latina.

A García Lorca lo mataron por republicano y homosexual. Una voz distinta, un sentir distinto, simplemente eran inadmisibles. En la actualidad, en muchos países se reconocen derechos homosexuales.

Entre voces a favor y en contra, las sociedades buscan ser menos estigmatizadoras y más respetuosas de las diferencias. Federico García Lorca no vio estos cambios. Pero logró que los lectores o los espectadores de sus obras nos traslademos a su época y comprendamos su espíritu, su compromiso, su visión del mundo. Por ese motivo,  Lorca que te quiero Lorca.

claramedina5@gmail.com

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