Pensar en el 2030: Espacio y tiempo

Por Gonzalo Peltzer
20 de Abril de 2014

“A pesar de que tenemos más tiempo que espacio y que no hay que dejarse ganar por la ansiedad, convengamos que algún día hay que empezar. Hoy mismo, sin ir más lejos”.

Por una de esas casualidades buenas de la vida, estuve con un embajador extranjero de quien no daré más datos. Bueno, uno sí: por una razón particular que también me guardo, quiere a la Argentina como los mismos argentinos.

Como la conversación cayó –¡cuándo no!– en la política Argentina y sus vicisitudes de telenovela. Entonces me puse el bigote de Jorge Asís y ensayé una visión, digamos electoral, centrada en el año 2015 y en los escenarios políticos próximos, de los que todos hablamos como si fuéramos el mismísimo inventor de la República.

No digo que se puso furioso, pero sí que se ofuscó al oír mis elucubraciones de confitería. Mientras intentaba en vano estirar su camisa porque se le veía la camiseta entre los botones, me dijo, casi me gritó: “¡No piensen en el 2015 sino en el 2030!” y después aclaró que la Argentina no se va a arreglar nunca si solo pensamos en el corto plazo.

Después me acordé del papa y de sus consejos políticos al final de la Evangelii Gaudium. Uno de ellos, el tiempo es superior al espacio, es de una sabiduría descomunal precisamente porque siempre hemos pensado al revés: lo que nos falta es tiempo y se pasa volando. Además es imposible comparar el tiempo con el espacio, las horas con los melones. El viernes en el diario El Territorio comentaba estas palabras de Francisco el padre Fabián Báez. Allí decía que es el principio que permite trabajar a largo plazo sin obsesionarse por los resultados inmediatos, con convicciones claras y tenacidad, pero sin ansiedad. Y agrego yo que el espacio siempre tiene límites mientras que el tiempo es casi infinito si pensamos en grande, si en lugar de enfocarnos en los meses que vienen y en las soluciones de coyuntura, nos concentramos en el proyecto de todo un país que hay que refundar.

La Argentina no fue una creación para los miembros de la Primera Junta de 1810 o los que juraron la Independencia en 1816. Ellos solo pusieron el código genético del país que nacía y que a pesar de los 200 años todavía es una adolescente bastante dormilona que espera la generación que la despierte. Hay que confiar en que un día pegará el estirón, pero eso no va a ocurrir si seguimos alimentándola con chizitos y pochoclo.

Pensar en 2030 es dejar de pensar en nosotros para ocuparnos de nuestros hijos, pero también en los de ellos y en sus nietos, bisnietos y tataranietos; pensar en sus vidas y no en las nuestras ya bastante gastadas; en el siglo XXII y no en mañana; en el país y no en las elecciones; en la Argentina y no en el valle; en lo que nos une y no en lo que nos divide; en el trabajo que nos espera y no en el que nos dio llegar hasta aquí; en la educación de las próximas generaciones y no en las clases de mañana; en la infraestructura de un país desarrollado y no en que hace falta un lomo de burro en la esquina. Pensar en 2030 es pensar en grande y no en chiquito.

A pesar de que tenemos más tiempo que espacio y que no hay que dejarse ganar por la ansiedad, convengamos que algún día hay que empezar. Hoy mismo, sin ir más lejos.

gonzalopeltzer@gmail.com

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